El pasado fin de semana he escuchado tres discos con arias de concierto de Wolfgang Amadeus Mozart. Primero: Kathleen Battle, André Previn y la Royal Philharmonic, registro del sello EMI realizado en 1985. Seis arias, más el justamente célebre motete Exultate, jubilate. Ella canta con técnica depuradísima, con independencia de que en algún momento se quede corta en los dos extremos de la tesitura, pero su línea de canto luminosa, extrovertida e intensa en la expresión resulta un punto redicha, a veces bordeando lo cursi. Dirección equilibrada, elegante, depuradísima en lo sonoro; también un tanto insípida y ayuna de tensión interna.
Sí que hay tensión, sentido dramático y claroscuros en la dirección de Nikolaus Harnoncourt al frente de la Orquesta de Cámara de Europa, pero al maestro berlinés le faltan sensualidad y vuelo poético por mucho que paladee las melodías con delectación. El canto de Edita Gruberova, algo justa en los sobreagudos, hace gala de un legato para derretirse y de una sensualidad a flor de piel. El problema, el habitual en esta señora cuando empezó a perder los papeles: una considerable tendencia a la languidez, cuando no al desmayo. Me quedo con la Battle. La toma, en vivo y con aplausos, la realizó Teldec en junio de 1991. Se ofrecen ocho arias en total; coinciden dos con la Battle, entre ellas la acongojante Vorrei spiegarvi, oh Dio!
Una sola coincidencia con Battle, Ch’io mi scordi di te?… No temer amato ben, con las cuatro que canta Elisabeth Schwarzkopf en septiembre de 1965 junto a George Szell y la Sinfónica de Londres. Otro mundo. El canto elevado a su máxima expresión. La soprano prusiana no solo canta con una técnica de abrumadora seguridad –y eso que a estas alturas el instrumento ya no estaba en su mejor momento-, sino que se implica expresivamente con una musicalidad y una convicción muy superiores a la de sus colegas. ¿Excesivamente sofisticada? Yo no diría eso: aristocrática sí, pero manteniendo una desnudez en los sentimientos y una intensidad dramática que nos atrapa de la primera a la última sílaba. Szell también se alza muy, pero que muy por encima de los otros dos directores: ¡qué canto más mozartiano obtiene de las maderas londinenses! Un lujo la presencia de Alfred Brendel en el piano obbligato.
Supongo que no hace falta decirles a ustedes nada de las siete canciones de Richard Strauss que contiene este último registro, porque se encuentran incluidos en la edición realizada por EMI en CD de los Cuatro últimos lieder grabados en Berlín por los dos mismos artistas, es decir, en uno de los más importantes discos que existen de todo el repertorio clásico. Si usted no ha escuchado nunca este Morgen, se pierde usted los cuatro minutos de música más emotivos jamás grabados. Ojo, que en las plataformas de streaming está la versión a 96 kHz.
1 comentario:
Battle me parece una cantante exquisita. No hay grabación que deje de gustarme. Nunca me gustó Gruberova, qué le vamos a hacer, y tampoco es santo de mi devoción Schwarzkopf, a la que encuentro muy afectada en la gran mayoría de sus grabaciones. Otras son gloriosas, como ese Morgen absolutamente espectacular. Saludos. Juan
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