Las grabaciones que hasta ahora había escuchado de El holandés errante de Richard Wagner eran las de Knappertsbusch/Bayreuth (Golden Melodram, 1955): Klemperer/New Philharmonia (EMI, 1968), Böhm/Bayreuth (DG, 1971), Sergestam/Festival de Savonlinna (filmación de 1989), Sinopoli/Deutschen Oper (DG, 1991) y Barenboim/Staatskapelle de Berlín (Teldec, 2011); esta última la volví a escuchar ayer mismo.
Hoy he podido conocer una de la que no tenías referencias demasiado buenas: la que registró Solti para Decca en mayo de 1976 al frente de sus soberbios conjuntos de Coro y Orquesta Sinfónica de Chicago. Me ha gustado mucho la dirección, como no podía ser menos: ¿cuántos directores tan indicados para levantar una tempestad en una orquesta, para hacer soplar viento huracanado y encrespar al máximo las olas, sin que haya merma en la claridad y sin caer en el escándalo gratuito? Klemperer le gana en claridad, Barenboim lo hace en carácter poético e incluso en plasticidad, pero Sir Georg aventaja a los dos en brillantez sonora. Posee además el maestro un desarrolladísimo instinto teatral que le lleva a triunfar en los momentos en que precisamente Barenboim se queda algo corto, el encuentro entre Daland y el Holandés y el coro de hilanderas; por desgracia, pasa rápido y sin inspiración por la fundamental balada de Senta y no logra destilar todo el sentido posible del misterio y de la atmósfera en el encuentro entre esta y el navegante. Son estupendos los coros de la marinería, gracias en parte al soberbio trabajo de Margaret Hillis, y posee mucha fuerza dramática todo el final.
Norman Bailey posee un instrumento muy considerable, pero este no está en su mejor momento y el vibrato resulta en exceso acusado; su intención expresiva es acertada, componiendo un personaje oscuro sin excesivas truculencias, así que se alternan los momentos notables con los no muy felices, entre ellos toda la escena con Senta. Esta recae en la voz de Janis Martin, apurada en la franja más aguda pero acertada a la hora de equilibrar los aspectos más frágiles y sensuales de su personaje con las descargas de temperamento. Aunque con la voz algo más cansada que con Klemperer, Martti Talvela compone un Daland formidable.
El gran lunar de la grabación, como siempre se ha dicho, es René Kollo: tiene tantos problemas vocales que su Erik resulta difícil de soportar. Tampoco se puede tener mucho aguante ante el blando y relamido Timonel de Werner Krenn. Isola Jones es una notable Mary.
En resumen, un testimonio que merece la pena escuchar por la labor de la batuta, como también por la ingeniería de sonido: ¡vaya labor de los ingenieros en el Medinah Temple!
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