Prokofiev escribe su Sinfonía nº 4, op. 47 en 1927, realizándose su estreno al año siguiente en Boston con Koussevitzky en el podio. La estrategia es parecida a la de la sinfonía anterior: tomar material temático de una obra previa, en aquel caso la ópera El ángel de fuego, e integrarlo dentro de un esquema sinfónico. En esta ocasión el punto de partida es el ballet El hijo pródigo, estrenado en mayo de 1929. La excelencia de los resultados no se repite, hasta el punto de que se trata de la sinfonía menos lograda de las ocho escritas por el compositor. ¿Ocho y no siete? Efectivamente: en 1947, por las mismas fechas en las que se encarga de su Sinfonía nº 6, realiza una nueva versión, ahora op. 112, en la que los movimientos extremos son por completo reescritos. El resultado, una partitura mucho más larga, más sólida en su estructura y –en mi opinión–considerablemente más inspirada.
El mercado discográfico ha arrinconado la versión original hasta tiempos muy recientes. La presente selección –tampoco hay muchas más: que yo sepa, la de George Sébastian de 1954 que recoge la Wikipedia– puede servir para volver la vista atrás y atender a una obra decididamente menor, pero cpon suficientes elementos de interés para cualquier amante de este repertorio. Son sus movimientos:
1. Andante - Allegro eroico
2. Andante tranquillo
3. Moderato, quasi allegretto
4. Allegro risoluto
1. Martinon/Orquesta Nacional de la ORTF (Vox, 1971). Un arranque sensual, nostálgico, bien paladeado y muy emotivo ya deja claro que el maestro de Lyon va a entender a la perfección uno de los ingredientes esenciales de esta música. Más adelante va evidenciándose que también va comprometerse con lo que tiene de incisivo y de irónico, así como con su frescura, vivacidad y efervescencia –soberbio juego de las maderas en el tercer movimiento–. Y en el finale, decidiendo no ir rápido ni recrearse en su impulso rítmico, saca a la luz lo mucho que hay en él de sombrío y de ominoso, redondeando así en lo expresivo una lectura que, por lo demás, se encuentra estupendamente delineada y consigue un notabilísimo rendimiento de una orquesta que aporta su singular color francés, pero que no se encuentra bien recogida por una toma sonora que deja bastante que desear. Una lástima, porque quizá se trate de la mejor de todas las interpretaciones escuchadas. (9)
2. Neeme Järvi/Orquesta Nacional de Escocia (Chandos, 1985). No le interesan al maestro estonio las posibilidades líricas de esta partitura, lo que tiene de evocación, de nostalgia y de amargor. Lo suyo son la tímbrica incisiva, la animación y las grandes explosiones sonoras, expuestas con vistosidad y trazo más bien grueso. El resultado es una lectura bastante tópica y superficial, aunque dotada de un extraño atractivo. La toma no ayuda: lejana y reverberante. (7)
3. Rostropovich/Orquesta Nacional de Francia (Erato, 1986). Slava nos ofrece la interpretación más profunda de concepto, pues sabe ser al mismo tiempo rústico y lírico, poderoso y evocador, atendiendo a la atmósfera y añadiendo una importante carga siniestra. Hay que destacar, además, un fraseo de enorme naturalidad, maravilloso sentido de la cantabilidad, buen olfato para el color y transparencia en el tratamiento de las texturas. Por desgracia, la tensión es irregular en el cuarto movimiento, que resulta más bien deslavazado, y en líneas generales el maestro no lograr soslayar las debilidades de la partitura. Magnífica la toma. (8)
4. Gergiev/Sinfónica de Londres (Philips, 2004). Como había hecho Järvi, Don Valerio opta por la faceta “explosiva” de la obra, procurando abrumar con los contrastes y los decibelios sin detenerse mucho en matices, pero también –todo hay que reconocerlo– con un sentido del ritmo, un sentido teatral y una comunicatividad a flor de piel, y haciendo sonar a la LSO de manera apropiada para el compositor. Molesta por su blandura el arranque del segundo movimiento –la flauta entra con tal timidez que ni se la oye–; al menos paladea esta página, que no es sino el final del ballet, con holgura y sin las prisas de otros directores. En fin, otra versión tan vistosa como superficial. (8)
5. Kitajenko/Gürzenich-Orchester Köln (Capriccio, 2004). Respaldado por una toma de sonido portentosa, el veterano maestro ruso hace gala de buen idioma, excelente pulso y una admirable planificación, acertando además al inyectar tensión a los momentos más extrovertidos de la obra sin cargar las tintas en sus aspectos “explosivos” y al paladear con gran delectación melódica el segundo movimiento. Ciertamente se echa de menos –como en el resto de su integral– un colorido más variado y con mayores cualidades expresivas, así como una mayor emotividad lírica, pero aun así el resultado es más que notable. (9)
6. Gaffigan/Filarmónica de la Radio de Holanda (Challenge, 2014). Notable interpretación en la que el director neoyorquino evidencia buena sintonía con el universo de Prokofiev, gran cuidado –el trazo nunca es grueso– a la hora de delinear la arquitectura y apreciable musicalidad. Ahora bien, se muestra mucho más acertado a la hora de recrear las vistosas explosiones sonoras del primer movimiento, dichas con brillantez, garra dramática y colores adecuadamente virulentos, que a la de desgranar ese peculiar lirismo agridulce propio del autor: las melodías están bien paladeadas, mas no emocionan lo suficiente. Tampoco se muestra muy capaz de otorgar suficiente convicción al finale, aunque aquí la culpa es más del compositor que de la batuta. La espléndida toma sonora realza el principal valor de esta versión original de la partitura, que no es otro que el de su orquestación. (8)
7. Kirill Karabits/Sinfónica de Bournemouth (Onyx, 2015). El ucraniano es de los que se toman la parte lírica de esta obra con cierta ligereza, más desde un distanciamiento (neo)clasicista, el del ballet El hijo pródigo, que desde esa intensa melancolía propia de Prokofiev, pero al menos paladea con cantabilidad el Andante tranquillo y no cae en frivolidades. La vertiente “explosiva” la atiende sin el dinamismo ni la incisividad de otros colegas, pero también sin su brocha gorda y demostrando mayor musicalidad. El resultado es una de las lecturas más equilibradas y sensatas de la página, aunque alejada de lo excepcional. (8)
1 comentario:
No conozco la presente obra. La escucharé.
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