lunes, 23 de noviembre de 2020

Morricone secreto, hortera y enloquecido

Lleva meses entre los discos más vendidos de Amazon el que lleva por título Ennio Morricone: 60 years of music. No lo recomiendo. Sin embargo, me ha hecho disfrutar una barbaridad el que bajo bombo y platillo –a veces las grandes campañas de publicidad sí esconden cosas buenas– lanzan conjuntamente Decca y CAM bajo el nombre Morricone segreto. Se vende a 30 módicos euros el compacto, y se anuncia vinilo por 130 (han leído bien: ciento treinta), pero también se puede escuchar a través de las plataformas habituales. Yo lo he hecho por Qobuz. Lo pueden igualmente encontrar en YouTube.

Una hora y ocho minutos en total con piezas, algunas de ellas inéditas, que se registraron entre 1968 y 1980, aunque la mayoría pertenecen a la primera mitad de los setenta. No les quepa a ustedes la menor duda de lo que aquí hay: batería, guitarra eléctrica, clavecín, piano percutivo, órgano eléctrico, oboe, trompeta, voces susurrantes –Edda del Orso, of course– y múltiples combinaciones instrumentales a cual más original –no hay textura sinfónica por ningún lado– que nos traen al Morricone más experimental y creativo, el que supo mezclar como nadie lo había hecho la música de vanguardia –la italiana, para concretar– con el jazz, el pop, lo ye-ye y lo loungue, todo ello con un ojo puesto en la exploración de nuevas posibilidades y el otro en la pura comercialidad.

También nos encontramos al Morricone más gamberro y al más hortera. Y al más loco. Cuanto más, mejor aún: el corte Eat it, construido a base de percusiones más o menos étnicas, sonidos guturales masculinos –la película va de un salvaje que come y fornica sin mesura–, guitarra eléctrica diabólica, psicodelia electrónica y la trompeta de Morricone himself haciendo toda clase de diabluras a la trompeta, termina siendo lo más llamativo de la función. Setenterismo puro y duro en dosis extrema. Si no se entra en el juego, es imposible disfrutar. 


Los tracks han sido escogidos de manera admirable, y se han ordenado con no menos acierto: se aprecia la continuidad de estética –pese al tremendo eclecticismo que es punto de partida– y de ambientes. Solo se echa de menos mayor atención a la vertiente lírica del autor, que solo hacia el final –L’immoralità– hace acto de aparición. También es formidable el proceso de restauración técnica: esto suena mucho mejor que la mayoría de los discos de la CAM de la misma época, a pesar de que hay un par de tracks en mono. Lo dicho, yo me lo he pasado en grande. Y pienso repetir.

No hay comentarios:

Que alguien me lo explique

El buen melómano ya sabrá que la Digital Concert Hall de la Filarmónica de Berlín se ha sacado de la manga una filmación del 11 de enero de...