Un amigo me ha regalado un disco que me ha hecho disfrutar una barbaridad: música orquestal de cuatro óperas de Richard Strauss a cargo de Zubin Mehta y la Filarmónica de Berlín, registro realizado por Sony Classical en febrero y noviembre de 1990 en la Philharmonie de la capital alemana con toma de sonido modélica.
Sobre la música puedo decir poco, salvo puntualizar que los dos suntuosos fragmentos de El amor de Danae arreglados por Clemens Krauss parecen música menor en comparación con el resto. Intermezzo es una verdadera delicia, Rosenkavalier mucho más que eso, y Die Frau ohne Schatten se eleva a la categoría de lo sublime.
Mehta se encuentra en su salsa desplegando opulencia y colorido, siempre en la línea que ya le conocemos en este repertorio: músculo antes que ligereza, brillantez más que sensualidad, fuerza dramática por delante del preciosismo. Dicho esto, y aun tratándose de un maestro que atiende más al trazo global que al detalle, que nadie se piense que son interpretaciones expeditivas: la orquesta está trabajada con esos pinceles finos que necesita esta música de tan refinadísima orquestación. Incluso da la impresión de que el director indio ha intentado llegar a un punto de encuentro entre la sonoridad berlinesa y las esencias de Viena que él tan bien conoce y que tan importantes son para el mundo de Richard Strauss.
Luego se puede puntualizar que en Rosenkavalier no alcanza la magia sonora de Karajan o la chispa de Kleiber, o que en Die Frau se echa de menos el carácter visionario de un Barenboim, pero eso ha de importar poco: Mehta sabe lo que se tiene entre manos y ofrece una visión, una de las visiones posibles, que resulta perfectamente ortodoxa, sensata y válida, y que además está realizada con mano maestra. En este sentido, buena parte de la excelsitud de lo que aquí se escucha tiene que ver con una orquesta que por aquella época todavía tenia el sello de Karajan y que era capaz de materializar todo aquello que la batuta más exigente le pidiera. Escuchen este disco.
1 comentario:
Esos 4 interludios de la ópera Intermezzo son una joya que no demasiada gente conoce. En el Concierto de Año Nuevo que dirigió Barenboim con el 150 aniversario del nacimiento de Strauss ojalá hubiera dirigido el primero de ellos, porque contiene un vals maravilloso.
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