Fue aquella una gran versión, pese a Karajan. Mejor dicho, gracias a él. Dieciocho años después de su decepcionante registro con nada menos que Oistrakh, Rostropovich y Richter, el de Salzburgo volvía a insistir en el Beethoven que le gusta, opulento y suntuoso, pero esta vez restando la rigidez que afectaba a aquella grabación y aportando una dosis mayor de esa cantabilidad y ese sentido humanístico que solo desarrolló en el último periodo de su carrera. A la postre, sería una de sus pocas aportaciones beethovenianas importantes.
Zeltser estuvo francamente bien –no sé por qué André Previn echó pestes acerca de su intervención en este disco–, mientras que Ma y Mutter supieron derrochar belleza sonora, pasión bien controlada y, sobre todo, cantabilidad del más alto vuelo poético: uno no puede escuchar el Largo –no sé si superado en alguna otra versión– sin derretirse por completo. Así las cosas, tenía morbo, muchísimo morbo que el 23 de octubre de 2019 los dos artistas volvieran a la misma sala con idéntica obra para interpretarla en público y grabarla, de nuevo para el sello amarillo, en conmemoración del vigésimo aniversario de la Orquesta del West-Eastern Divan, obviamente con el piano y bajo la dirección de un Daniel Barenboim que, a su vez, había filmado la página en 1995 con el violonchelista de ascendencia oriental y la orquesta que había sido de Karajan, en aquella ocasión con el concurso de Itzhak Perlman.
¿Resultados? Excepcionales, con algunos reparos. A Yo-Yo Ma no lo encuentro del todo seguro en lo técnico, pero hay que admirar su sonido de extraordinaria belleza, su mágico legato y su tan elevada como sincera su efusividad humanística, por no hablar de su capacidad de alcanzar elevada temperatura emocional. De Mutter, habida cuenta de su manifiesta evolución a peor en lo expresivo –no en lo técnico–, podía esperarse algún desmelene, pero lo cierto es que está magnífica, no limitándose a lucir la belleza, carnosidad y homogeneidad sonora de su instrumento y su asombroso virtuosismo, sino aportando además una incandescencia poco frecuente en la violinista alemana: sus diálogos con Ma echan auténticas chispas, sobre todo en el desarrollo del primer movimiento. Simplificándolo mucho, podría decirse que con Karajan los dos jovencitos alcanzaron un perfecto equilibrio entre lo apolíneo y lo dionisíaco, mientras que en su madurez (¡a la vejez, viruelas!) se entregan a pasiones de alto voltaje.
De Barenboim en Beethoven poco podemos decir que no sepamos ya. O sí: sorprendentemente, en la parte pianística se muestra bastante más sereno y reflexivo que sus compañeros, más atento a la sensualidad y a la cantabilidad (¡qué plasticidad la de su sonido, qué increíble manejo del rubato!), superándose a sí mismo con respecto a la grabación de 1992 en profundidad y riqueza de matices, mientras que dirigiendo despliega auténticas tempestades, por descontado que dentro de un enfoque mucho menos opulento y más visceral que el de Karajan. La orquesta multicultural responde muy bien, pero obviamente no es comparable en modo alguno a la Berliner Philharmoniker; además, parece haber cierta falta de claridad en determinadas líneas de las maderas en el primer movimiento, lo que en parte también podría deberse a Barenboim o a una toma sonora que, por cierto, no está del todo lograda.
Y mucho ojo: este comentario lo realizo a partir del vídeo que ya circulaba por ahí y del audio que acaba de salir hoy mismito al mercado. DG anuncia un Blu-ray que tengo reservado en Amazon desde hace meses, así que los potenciales compradores del CD harían bien en reservarse para el otro formato. Ah, de la Séptima de Beethoven que acompaña este Triple hablaré otro día.
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