lunes, 24 de febrero de 2020

Don Quixote por Kempe y Tortelier

Al hilo de mi comentario sobre el nuevo Don Quixote de Barenboim, vamos a por las dos interpretaciones del poema sinfónico de Richard Strauss registradas por Rudolf Kempe y Paul Tortelier. La primera la grabaron para Capitol en 1958, nada menos que con la Filarmónica de Berlín. La segunda es la justamente célebre realizada con la Staatskapelle de Dresde para EMI en 1973. Las dos las he podido repasar hace pocos días en la restauración japonesa en formato SACD realizada por Tower Records, que ustedes pueden encontrar en ciertos mares corsarios de la red dominados por los rusos. ¡Qué lástima que no haya ninguna edición oficial en Occidente!


Es ya una espléndida interpretación la de Berlín. Por parte de Kempe resulta animada, teatral, variada en lo expresivo, rica en el color, atenta a lo onomatopéyico, alejada de la brillantez gratuita y, sobre todo, fraseada con naturalidad y llena de humanidad. Se echa de menos, eso sí, un poco más de sosiego a la hora de paladear determinados pasajes, como también un punto de creatividad. Paul Tortelier tampoco llega al máximo nivel posible: si bien convence al alejarse al interesarse por los aspectos más dolientes y emotivos del personaje, aún podrá darle una vuelta de tuerca adicional a su recreación en lo que a intensidad y poesía se refiere. La toma, a despecho de una gama dinámica no muy amplia, es verdaderamente espléndida para la época, si bien el estéreo resulta –tanto en el CD de Testament como en el SACD de Tower– en exceso abierto, por lo que determinados instrumentos del canal izquierdo suenan demasiado “hacia atrás” cuando se conecta el sistema surround en el equipo.


La de Dresde es la versión “definitiva”. En ella Kempe alcanzó su cima straussiana con una lectura muy descriptiva, llena de vida, de color y de sentido narrativo, que atiende por igual a la parte épica, a la lírica, a la humorística y a la trágica, sin ridiculizar al personaje –aunque haya no poco de sorna– ni caer en lo sensiblero. Cierto es que la interpretación es más extrovertida que reflexiva, y que se puede echar de menos el poso filosófico de un Karajan –sobre todo en el registro con Rostropovich–, pero ello no impide que la variación nº 3 –diálogos entre el protagonista y su escudero– alcance una enorme belleza y las ensoñaciones con Dulcinea un lirismo doliente estremecedor. Únicamente flojea, como ya lo hacía en la interpretación berlinesa, la escena de Clavileño, dicha con más prisa y menos grandeza de la cuenta.

Paul Tortelier, que toca con un sonido hermosísimo y frasea con toda suerte de acentos, no ofrece un retrato del personaje tan humanístico como el de un Rostropovich, pero sí lo llena de dignidad, sabe mostrarse heroico cuando debe y desprende una enorme congoja en los momentos más trágicos. Notable, por encendida más que por riqueza de matices, la viola de Max Rostal.

En cuanto a la orquesta sajona, sufre un tanto en comparación con Berlín y las otras grandes que han grabado la página, pero lo cierto es que realiza una muy buena labor bajo una batuta que acierta a tratarla con una tímbrica incisiva. La remasterización realizada por Warner en 2013 ya mejoraba de manera sensible una toma sonora no muy buena en origen, pero es todavía mejor el SACD japonés: sufre únicamente en los tutti, algo saturados y sin la gama dinámica deseable.

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