miércoles, 10 de julio de 2019

Nelsons hace Zimmermann y Mahler en Salzburgo

CMajor ha editado en un blu-ray de soberbia calidad audiovisial el programa que Andris Nelsons y la Filarmónica de Viena ofrecieron en el Festival de Salzburgo los días 28 y 29 julio 2018. Entiendo que se trata de un producto no imprescindible, pero sí bastante recomendable, en el que echa para atrás el elevadísmo precio al que se ofrece en los puntos de venta habituales.


En la primera parte del programa se rendía homenaje a Bernard Alois Zimmermann en el centenario del nacimiento del compositor alemán. Para ello se recuperó su Concierto para trompeta, estrenado en 1955 bajo el título Nobody Knows de Trouble I See, en referencia al espiritual negro que sirve de base a una composición que fusiona de manera admirable jazz y música dodecafónica, pero con un lenguaje personal y lleno de fuerza expresiva. Nelsons dirige con precisión, sensibilidad a las texturas y un perfecto equilibrio entre atmósfera y tensión, pero quien se merece todos los honores es el inmenso Håkan Hardenberger, trompetista virtuosístico y sensible como pocos.


El plato fuerte llega tras el intermedio: Sinfonía nº 2 de Gustav Mahler. Y lo hace con maneras personales. Ante una partitura que parece pedir, ante todo, inmediatez, sentido teatral y una buena dosis de visceralidad cuando corresponde, el maestro letón nos sorprende proponiéndonos una visión mayormente apolínea, hermosísima en lo sonoro aun alejándose de todo narcisismo, y ajena al arrebato sin que eso signifique que le falten emoción ni sinceridad. Simplemente, Nelsons procura guardar las distancias y, sin llegar a la personalísima mezcla de severidad y socarronería de un Klemperer, procura ante todo poner en valor los valores más abstractos de la partitura –melódicos, tímbricos, armónicos– sin necesidad de hablarnos de conflictos, de esquizofrenias ni de obsesiones psicoanalíticas.

En este sentido, el primer movimiento puede resultar un punto más calculado de la cuenta: personalmente hubiera preferido un enfoque más espontáneo, más terrorífico, menos analítico. En el segundo Nelsons baja un poco la guardia y canta la música con enorme delectación, sensualidad y hasta dulzura, esta última en dosis superiores a lo deseable cuando le toca a los violonchelos, pero claro… ¿cómo resistirse ante las posibilidades de un instrumento como la Filarmónica de Viena? El tercero está dicho sin prisas y con ese humor antes irónico que inocente que la música está pidiendo; la orquesta realiza toda una exhibición y sus solistas aportan una musicalidad portentosa.

Concentradísimo, sensual y espiritual al mismo tiempo Urlicht, beneficiándose además de la expresividad sobria pero intensa de Ekaterina Gubanova. Y espléndido el movimiento conclusivo, trazado con cierta lentitud sin que se caiga la tensión (¡cosa bien difícil) y sabiendo encontrar el punto justo de equilibrio entre belleza y emotividad. Ni empalagos ni arrebatos, como tampoco vulgaridades ni efectismos. La entrada del coro de la Radio Bávara, espléndido, es sencillamente mágica. La soprano Lucy Crowe –a la que vi hace poco en Frankfurt como Rodelinda– interviene con bastante fortuna y Nelsons conduce a todas las huestes hacia un final luminoso y sin retórica vana al que se llega con perfecta lógica constructiva

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