domingo, 28 de julio de 2019

Jean Martinon frente a Peter Mennin

Por fin he escuchado completo el álbum editado por RCA-Sony Classical en el que se incluyen las grabaciones de Jean Martinon al frente Sinfónica de Chicago. Pese a la relativa decepción del Ravel, notable pero inferior al que más tarde grabaría el maestro con la Orquesta de París, su adquisición me parece absolutamente recomendable. Incluso en lo visual es muy atractivo, porque reproduce las portadas originales de los vinilos.


Hace ahora tres años (¡cómo pasa el tiempo, y cuánto he tardado en escuchar la caja!) comenté el elepé dedicado a Bizet. De todos los demás he tomado notas pero, por puro estrés, me voy a limitar a escribir en este blog tan solo de un disco, grabado en 1967 con estupenda toma sonora, que me ha llamado  la atención no por cuestiones interpretativas, sino por incluir una partitura del propio maestro: su Sinfonía nº 4, "Altitudes".

Estrenada en 1965 para conmemorar el 75 aniversario de la orquesta, se trata de una obra que pone de manifiesto –ya desde un arranque que puede recordar en cierto modo a Honegger y a Messiaen– la escuela francesa de Martinon, particularmente en lo que se refiere a su mezcla de elegancia y sensibilidad tímbrica, aunque eso no supone reparos a la hora de desplegar decibelios e intensidad dramática. Por desgracia la inspiración, que toma como referencia la pasión del maestro por el alpinismo –sin tratarse una obra programática– y su fe en Dios, resulta más bien mediana. Lo más logrado es el muy sugerente Andante misterioso central, ni que decir tiene que interpretado de manera insuperable.

La otra cara del vinilo original contenía la Sinfonía nº 7 en un movimiento, "Variation Symphony", de Peter Mennin. Encargo de la orquesta de Cleveland y George Szell que conociera su estreno allá por enero de 1964, a mi juicio se trata de una obra mucho más interesante que la del propio Martinon. Su escritura virtuosística y extrovertida que busca conectar de la manera más inmediata posible con el público no muy abierto a la vanguardia que se desarrollaba en la vieja Europa no se queda en una mera fachada: aquí hay garra dramática, fuerza expresiva y sinceridad en las emociones. Martinon se vuelca en todo ello y da, junto con unos chicagoers verdaderamente formidables –no tendrían que esperar a Solti para elevarse a lo más alto–, una verdadera lección de compromiso expresivo. A la postre, el maestro triunfa mucho antes como director que en su faceta de compositor.

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