Estrenada en 1965 para conmemorar el 75 aniversario de la orquesta, se trata de una obra que pone de manifiesto –ya desde un arranque que puede recordar en cierto modo a Honegger y a Messiaen– la escuela francesa de Martinon, particularmente en lo que se refiere a su mezcla de elegancia y sensibilidad tímbrica, aunque eso no supone reparos a la hora de desplegar decibelios e intensidad dramática. Por desgracia la inspiración, que toma como referencia la pasión del maestro por el alpinismo –sin tratarse una obra programática– y su fe en Dios, resulta más bien mediana. Lo más logrado es el muy sugerente Andante misterioso central, ni que decir tiene que interpretado de manera insuperable.
La otra cara del vinilo original contenía la Sinfonía nº 7 en un movimiento, "Variation Symphony", de Peter Mennin. Encargo de la orquesta de Cleveland y George Szell que conociera su estreno allá por enero de 1964, a mi juicio se trata de una obra mucho más interesante que la del propio Martinon. Su escritura virtuosística y extrovertida que busca conectar de la manera más inmediata posible con el público no muy abierto a la vanguardia que se desarrollaba en la vieja Europa no se queda en una mera fachada: aquí hay garra dramática, fuerza expresiva y sinceridad en las emociones. Martinon se vuelca en todo ello y da, junto con unos chicagoers verdaderamente formidables –no tendrían que esperar a Solti para elevarse a lo más alto–, una verdadera lección de compromiso expresivo. A la postre, el maestro triunfa mucho antes como director que en su faceta de compositor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario