martes, 15 de enero de 2019

Marc Albrecht dirige Richard Strauss

Este jueves espero tener la oportunidad de asistir en el Maestranza al concierto que ofrecerá la Sinfónica de Sevilla bajo la batuta de Marc Albrecht (Hannover, 1964), un señor de largo e importante currículo al que un servidor hasta ahora solo le había podido escuchar una desigual filmación de Lulu con la Filarmónica de Viena. Por eso me he puesto a degustar, a través de la plataforma Tidal, este disco dedicado a Richard Strauss grabado con espléndida tecnología por el sello Pentatone allá por 2007, cuando el artista era titular de la Filarmónica de Estrasburgo. Aun con sus desigualdades, me ha interesado bastante: este señor posee no solo una espléndida técnica de batuta, sino también personalidad. Tiene cosas que decir.


He empezado por Till Eulenspiegel, no en balde una de las obras que interpreta en el programa hispalense de esta semana. Resulta muy interesante la aportación del maestro alemán, quien decide obviar la parte más risueña y pícara de la partitura, por desgracia también su sensualidad, para focalizar el asunto sobre los aspectos más agrios del drama, sensación que se ve subrayada por los metales algo ásperos de la orquesta alsaciana. Aquí Till es decididamente in antihéroe poco simpático, gamberro y destrozón en el peor de los sentidos, dispuesto a ponerse por encima de quien haga falta en un decidido camino hacia el cadalso. Esta idea la materializa Albrechet con apreciable convicción y elevada temperatura emocional. También haciendo gala de una muy importante solvencia técnica: salvando las distancias con los milagros de un Klemperer o un Solti, el trabajo para clarificar lexturas y subyarar expresivamente los colores resulta digno de admiración.
 
En Don Juan el maestro aplica parámetros parecidos a los de Till, pero la naturaleza de la obra hace que los resultados no sean igual de buenos. A la primera escena amorosa, a la que se llega con cierta precipitación, le faltan claramente sensualidad y magia poética. En la segunda y más importante de ella, sin embargo, el planteamiento es interesante: voluptuosidad straussiana hay poca, pero el amargor que desprende la secuencia –muy desolado el solo de oboe– explica muy bien el ardor desesperado de todo el tercio final, en absoluto épico sino claramente autodestructivo. El trabajo de la batuta es nuevamente formidable a la hora de revelar la increíble escritura de Don Ricardo.

Muerte y transfiguración es lo menos interesante del disco. El arraranque está dicho con adecuado misterio y apreciable concentración. Los diferentes solos instrumentales que le siguen, salvo el de violín, resultan muy certeros, pero en la sección dramática, dicha con un nervio quizá un tanto externo, las diferentes apariciones del tema de la transfiguración resultan muy prosaicas, parcas en magia y en elevación espiritual. Y la transfiguración final propiamente dicha posee garra e intensidad, pero se queda cortísima en sensualidad, en hondura y en poesía. Más terrena que propiamente transfigurada, vaya.

De propina se incluye el primero de los cuatro interludios sinfónico de la ópera Intermezzo, Träumerei am Kamin, una bellísima página que por un lado cita a Muerte y transfiguración y por otro anticipa a los Cuatro últimos lieder. He realizado la audición dos veces. Tras la pimera, me convenció muchísimo la dirección de Albrecht, quien paladea con enorme cantabilidad y sin nerviosismo esta música atendiendo muy bien a todo el tejido instrumental. Pero comparé con la sublime recreación de André Previn y la Filarmónica de Viena grabada por DG en 1992 y, tras una segunda vuelta, puse las cosas en su sitio: aun siendo los resultados notables, al maestro alemán le faltan voluptuosidad, carnalidad y decadentismo bien entendido, mientras que a la Filarmónica de Strasburgo no posee en absoluto los mimbres de las más grandes formaciones que han recreado la música straussiana.

Sea como fuere, el concierto de Sevilla promete. Ya les contaré.

1 comentario:

Sergio dijo...

Pues en Tidal tienes Der Rosenkavalier, recien salidito...

¡Menos chichi y más chicha!

Perdón por el chiste malo y ordinario, pero tenía que hacerlo. Acabo de salir del Ateneu Ruman (sí, estoy en Bucarest) de escuchar el Concie...