domingo, 10 de junio de 2018

Yo sí lo dudo: Levine es un patán

Escribe hoy Gonzalo Alonso (aquí), ese señor que prácticamente ha convertido su página en una plataforma de promoción de Giancarlo del Monaco, Miguel Ángel Gómez Martínez y María José Montiel, que "nadie duda que James Levine es uno de los grandes directores de nuestro tiempo". Miente. Yo sí lo dudo. Y lo ha dudado durante años la plantilla de críticos discográficos de la revista Ritmo –la de antes, la de los buenos tiempos–, que fue la que nos hizo ver a muchos que el de Cincinatti, aun dotado de un apreciable instinto teatral y de habernos legado alguna que otra muy buena interpretación en los años setenta –después solo brilló en Saint-Säens y en Gershwin, pare usted de contar–, es un director zafio y hortera, vulgarísimo en la expresión, tosco a más no poder en el tratamiento de la plantilla sinfónica, desatento a la hora de diferenciar estilos y empeñado en acumular decibelios para epatar al personal a base de trallazos y efectismos variados. Un auténtico patán de la batuta, vamos.

Sobre el tema de abusos sexuales y demás no voy a entrar, porque me parece que no hace falta. Mi interés ahora va por otro camino: quien quiera aplaudir a Jimmy será siempre libre de hacerlo, faltaría más, pero que no se atreva a afirmar que la admiración de los aficionados es unánime. Porque nada más lejos de la realidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De acuerdo con usted. A margen de que cualquier artista, local o internacional, merece ser considerado por su inspiración momentánea y amor a su profesión, James Levine es, junto con con otros muchos, un producto auspiciado por las casas discográficas, ávidas de encontrar un buen producto que les permita vender discos, o en los tiempos que corren, descargar música de manera legal.
Hace años que se ha perdido la profesionalidad también a la hora de efectuar grabaciones. ¿Dónde están los buenos ingenieros de sonido y productores de antaño?
Un saludo cordial.

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