viernes, 8 de junio de 2018

No a Marañón

Leo esta mañana (aquí) encendidos elogios a Gregorio Marañón por parte de Pedro González Mira. Permítanme discrepar en público. El Teatro Real se ha convertido bajo la presidencia del nieto del ilustre médico en el centro lírico de Europa –al menos entre los que son de titularidad pública– en que más caras cuestan las localidades. Permanece lastrado por unos cuerpos estables que son de segunda. Y no ofrece elencos con frecuentes visitas de estrellas de la lírica internacional como sí ocurre los coliseos de primer nivel. No soy precisamente el primero en señalarlo.

Luego se podrá discutir de las circunstancias de financiación del teatro madrileño y de los españoles en general frente a los de otras latitudes, o sobre el éxito de este señor a la hora de ganarse la confianza de los patrocinadores privados, pero lo cierto es que el Teatro Madrid no solo ofrece una muy discreta relación calidad/precio, sino que además permanece vedado para muchísimos operófilos que no se pueden permitir el acceso a sus butacas. No dudo que buena parte de las funciones consigan llenarse –las finanzas, dicen desde el Patronato, se encuentran saneadas–, pero me parece igualmente claro que muchos de los que se sientan en las localidades con buena visibilidad –que son bien pocas– lo hacen más para dejarse ver que para otra cosa. Ese es el modelo que Don Gregorio ha establecido. Y por eso mismo quien esto suscribe está deseando que el señor Marañón y Bertrán de Lis sea sustituido cuanto antes por alguien que priorice algo tan básico para un teatro público como la accesibilidad de todos los aficionados verdaderamente interesados en la música.

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