miércoles, 23 de mayo de 2018

Mozart por Coin y Cohen: severidad neoclásica

Christophe Coin y Patrick Cohen pasan por ser dos de los artistas más serios que ha dado el movimiento historicista. Seguramente lo son, pero eso no significa que todo lo que hayan hecho sea digno de elogio. Eso queda bien claro en este disco, registrado por el sello Naïve en octubre de 1998, en el que el chelista dirige a su Ensemble Baroque de Limoges los conciertos para piano nº 6 y nº 9 de Mozart con la complicidad de Cohen tocando un fortepiano copia de un Anton Walter. Me gustó en su momento, pero ahora que lo he vuelto a escuchar me ha parecido bastante desigual.



Informan las notas de la carpetilla que el Concierto nº 6 fue escrito por Wofgang Amadeus en 1776, justo después de sus cinco Conciertos para violín, y en él se reconocen perfectamente las señas de lo que se conoce como “estilo galante”. Más concretamente, “la lánguida sensualidad del movimiento intermedio, Andante un poco adagio, (es) un obvio tributo a Johann Christian Bach”. Pero a mí me parece que los artistas miran hacia otro lado: hacia la más estricta severidad neoclásica. Coin dirige de manera tensa y dramática, sin concesión alguna hacia el oyente, mientras que Cohen se limita a exponer con irreprochable limpieza una nota tras otra sin implicarse en lo expresivo. Obviamente el instrumento es el que es, por lo que no pueden pedirse cosas que en él resultan imposibles, pero en cuestiones de fraseo el solista le echa poca imaginación asunto. El resultado es de una frialdad glacial. Escúchese a Barenboim con la Filarmónica de Berlín para comprobar lo mucho que puede dar de sí esta música.

El Jeunehome son palabras muy mayores, claro está: quizá el mejor de todos los conciertos mozartianos. Este también recibe una interpretación tan sobria, concentrada y dramática como escasamente risueña y poco emotiva. Pero claro, ocurre aquí que dadas las características de la partitura, semejante punto de partida podría no ser un error, de tal modo que la dirección fracasa en un primer movimiento que apenas desprende poesía y que, además, no se encuentra del todo matizado, mientras que acierta en un Andantino plagado de claroscuros y marcado por unos acentos muy hirientes; de nuevo Coen se queda corto en poesía, aunque al menos hay que agradecer que no se dedique al preciosismo sonoro. En perfecta coherencia con lo hasta ese momento escuchado, el Presto conclusivo se aleja de lo frívolo y de lo coqueto, aunque podría resultar aún más fogoso y desplegar más ricos matices en la parte solista.

En cuando a la orquesta, más de un oyente tradicional se sentirá herido por los ataques de la cuerda sin vibraciones y por la rusticidad de los timbres. A mí no me irritan en absoluto, pero tampoco tengo la sensación de que Christophe Coin termine de aquilatar la sonoridad. A la postre, un disco desigual cuyo Jeunehome merece la pena conocer.

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