Pronto llegan grandes picos de tensión llenos de nervio, aunque más apabullantes que verdaderamente tensos, que van a contraponerse con pasajes líricos –el segundo tema de la forma sonata– delicados y evanescentes hasta rozar lo relamido: la calidez, la sensual ternura y la emotividad que asociamos con el mundo de Tchaikovsky no terminan de brotar en medio de semejante espectáculo sonoro. El Allegro non troppo resulta con Currentzis áspero, rabioso y esquizofrénico a más no poder; vehemente sin dejarnos un segundo de respiro, convulso mas no precipitado en el fraseo. También extremadamente crudo en la sonoridad –metales de gran calidad pero poco empastados, muy en la tradición rusa–, ajeno a la opulencia pero no precisamente al decibelio, machacón e incluso deliberadamente rústico por momentos. En cualquier caso, recibe una interpretación a tumba abierta en la que el gran clímax, escarpadísimo, alcanza una fuerza dramática, una desesperación y un carácter agónico como seguramente nunca se haya escuchado en ninguna otra lectura.
El Allegro con grazia es mucho más ortodoxo. Eso sí, no está interpretado desde la sensualidad, la delicadeza ni la melancolía de otros directores, sino más bien desde la frescura, el impulso juvenil y la extroversión, intentando –de nuevo el contraste como objetivo final– borrar todo rastro de amargura. Está muy bien, ciertamente, aunque su sección central a mi entender sí que debería resultar inquietante.
La Marcha, sin rastro de solemnidad ni de carácter marcial, resulta bulliciosa y efervescente a más no poder. La alucinante claridad de la exposición y los originales juegos dinámicos con los que trata a los diferentes bloques de la polifonía resultan de los más atractivos, en buena medida reveladores, aunque no se vean acompañados por un tratamiento igualmente imaginativo en lo que a la agógica se refiere. En este sentido, me hubiera gustado algo más de grandeza en la última exposición del tema, que en esta ocasión, aun sin merma de la limpieza de exposición, resulta particularmente estruendoso, haciendo gala de una vulgaridad muy deliberada.
El movimiento final, planteado sin concesiones a la belleza sonora, no es el más atmosférico ni siniestro posible. Pero está admirablemente cantado e irreprochablemente construido, alcanzando un clímax dramático furioso y áspero, de una visceralidad sin parangón. Acentos lacerantes a más no poder, tremendos latigazos de la cuerda y unos implacables contrabajos –aquí no hay lenta agonía, sino más bien una muerte violenta– ponen fin a una experiencia auditiva en la que no sé si hay más de genialidad o de postureo –permítanme la expresión, ahora que está autorizada por la Real Academia–, pero que ningún buen melómano debería pasar por alto.
5 comentarios:
Me gustó bastante esta interpretación de un director al que, por otra parte, no había escuchado nunca. Es cierto eso del clímax del primer movimiento, aterrador. Aun con todo, Bernstein sigue siendo la cima.
Por cierto, iré a Londres pronto. No sé si sabrá usted de algún lugar donde se vendan discos de Testament por allá (para autoregalarme estas navidades) ya que aquí en España parece que solo son accesibles por Amazon (Creo recordar que conoce la ciudad).
Saludos y felices fiestas
Gracias por compartir su opinión, José M.
En cuanto a Londres, las dos mejores tiendas son las de HMV de Oxford Street y la de Harold Moores Records. Aquí tiene un poco más de información:
http://flvargasmachuca.blogspot.com.es/2014/09/londres-ciudad-sin-discos.html
¡Disfrute de esa ciudad maravillosa!
@ José M. López:
Si se refiere Vd. al Bernstein de 1986, a mi personalmente me parecen tan excéntricos el uno como el otro.
Claro, estamos de acuerdo. Pero es mi versión favorita, y el impacto del climax del primer movimiento es acongojante.
La he disfrutado, sí, un viaje magnífico. Vengo enamorado de la capital inglesa.
Respecto a los discos me pasé por el HMV, no me impresionó demasiado la oferta de cds de clásica (supongo que hace años sería mayor). De todas formas encontré alguna oferta interesante, el Mesías primero de Davis en Philips (siento curiosidad tras sus elogios por el último, gracias a los cuales lo escuché y me encantó) y el ciclo de Glazunov de Svetlanov, al que quería echar el guante desde hace tiempo.
De viaje por el sur (En Christchurch y Southampton) hallé un LP con los Wesendonck de Flagstad y Knappertsbusch, el CD de la segunda de Sibelius por Rattle en Birmingham y el Belshazzar de Walton por Previn; todos ellos baratísimos. No he escuchado ninguno(en el caso del Walton ni siquiera la obra), ¿los conoce?.
Por cierto que quise ir a Harold Moores, pero cuando fui a buscar su ubicación en Google maps la señalaba como 'cerrada permanentemente'. No sé si estará cerrada de verdad, pero preferí ahorrarme el viaje en metro.
Lo dicho, un país y una ciudad fantástica (y no solo para los amantes de la música, ni mucho menos). Animo a cualquiera a ir.
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