Esta recibe una lectura objetiva, impregnada de un gran sentido del ritmo, que se encuentra magníficamente tensada en los movimientos extremos, poderosos y llenos de fuerza aunque desde luego más sombríos que vitalistas, para ofrecer en el segundo una espiritualidad muy interesante, nada naif ni romantizada. Gran interpretación, sin duda, aunque me quedo con las de Rattle y la Filarmónica de Berlín (una en audio y otra en vídeo).
Siguen los infrecuentes Cuatro Études, interesantísima obrita escrita en 1914, un año después de Le Sacre, que como indica el propio Boulez en la carpetilla nos muestra a un Stravinsky en proceso de búsqueda. El francés alcanza un acierto pleno no solo en estilo, sino también en el sentido rítmico del primer movimiento –de aroma claramente ruso–, la comicidad a lo Petrushka del segundo, el aroma a medio camino entre lo religioso y lo nocturnal del tercero y hasta en el sabor español del cuarto ("Madrid").
Para terminar, versión completa de Pulcinella. Aun faltándole un punto de picardía y sentido del humor, de nuevo Boulez triunfa ofreciendo una lectura en la que, además de hacer gala de su prodigiosa claridad, hace volar a las melodías con una mezcla de elegancia, cantabilidad y ternura que en principio jamás relacionaríamos con el veterano maestro, aquí acertadísimo al no confundir vivacidad –que en su recreación la hay a raudales– con nerviosismo, pero tampoco neoclasicismo con distanciamiento ni sosería, y dispuesto a dejar volar las melodías con una capacidad evocadora para derretirse. La CSO pone a su disposición un virtuosismo prodigioso. El problema está en las voces: ni la mezzo Roxana Constantinescu, ni el tenor Nicholas Phan ni el barítono Kyle Ketelsen, solventes en lo vocal, poseen en absoluto la italianitá que demanda la música.
Lo peor del CD, en cualquier caso, es la toma sonora, turbia y difusa, un mal trabajo del ingeniero de sonido Christopher Willis. ¿Merece la pena? Ustedes mismos.
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