Claudio Arrau y Daniel Barenboim son mis dos pianistas de cabecera. Del chileno me quedaría, sobre todo, con las dos últimas décadas de su trayectoria, algo así como una especie de Giulini al piano: puro humanismo, pura cantabilidad, belleza a manos llenas sin el menor resquicio de narcisismo, elegancia ajena a toda afectación, poesía de los más altos vuelos, pero sin miedo ninguno a encresparse o a resultar desgarrado cuando corresponde. Su Schumann, su Chopin y su Liszt, incluso su Brahms, son de ensueño, como lo es también su Debussy. Aunque la verdad es que en cualquier repertorio que se le escuche, siempre da la impresión de que "tiene que ser así", tal es la mezcla de naturalidad, sinceridad y despojo de cualquier artificio que preside su arte. Un músico genial, inconfundible y digno de la más rendida admiración.
En cuanto al de Buenos Aires, nos encontramos en un terreno distinto: más músculo que delicadeza, filosofía antes que delectación melódica, densidad tanto sonora como conceptual y una tendencia a poner de relieve los aspectos más visionarios de las partituras, aunque sea a costa de la heterodoxia estilística. Su arte no llega con tanta facilidad como el de Arrau, no seduce de manera tan inmediata. Hay que hacer un esfuerzo. Y también en él son las últimas décadas las más interesantes. Afirmar que está en decadencia me parece una muestra de ignorancia propia de los muy pedantes y malintencionados críticos dispuestos a machacarlo cada vez que viene a España. De hecho, pienso que su primera etapa, aquella de EMI en los años sesenta, es la que está un tanto sobrevalorada: cierto es que su manera de acercarse al hecho musical le sirvieron para ofrecer un Beethoven ya soberbio y para renovar de manera considerable el pianismo mozartiano, pero ni su sonido era tan variado, ni su fraseo tan flexible ni su imaginación tan desbordante como ahora, por no hablar de un temperamento en exceso monolítico que se ha ido atemperando para dar paso a esos otros aspectos en los que precisamente Arrau era el maestro: aunque menos bien de dedos que antes, en nuestros días Barenboim alcanza una perfecta síntesis entre dos maneras distintas de abordar la interpretación al piano. ¿Es casual que ahora interprete a Mozart, a Chopin y –sobre todo– a Schubert mucho mejor que antes? Desde luego que no.
Obviamente, hay muchos más genios del teclado a los que admiro. Gilels y Richter me gustan muchísimo: el primero poseía un sonido de una fuerza descomunal, pero sabía cómo desplegar sutilezas a la hora de ofrecer un enorme Beethoven, mientras que el segundo, pesimismo hecho música, ofrecía un Schubert acongojante y brillaba asimismo en otros repertorios siempre que fuera capaz de controlar su temperamento un tanto demoníaco, cosa que no siempre ocurría. Asimismo imposible no quitarse el sombrero ante la elegancia señorial de Rubinstein, los arrebatos felinos de Argerich, la pasión controlada de un Lupu o un Ashkenazy o la mezcla de belleza apolínea y garbo español de nuestra Alicia de Larrocha. Entre otras grandes figuras.
Pasando a generaciones más jóvenes, Zimerman posee una técnica descomunal, diríase que insuperable, pero anda demasiado mal de la cabeza y solo nos ha dejado unas cuantas grabaciones rematadamente geniales. Kissin es otro virtuoso que, con aproximaciones mucho más temperamentales, menos analíticas que las del polaco, han sabido poner su colosal destreza al servicio de la música, no del exhibicionismo barato: ¡qué manera de descubrirnos el lado más negro de Chopin!
¿Y los que menos me gustan? Aquellos que buscan el aplauso de la manera más fácil, bien sea demostrando que son capaces de correr más que nadie aun a costa de pasar por las notas como una apisonadora, bien sea ofreciendo dosis de azúcar en grado extremo, bien sea intentando epatar con más excentricidades que ningún otro. Prefiero no decir nombres, porque algunos de estos señores y señoras –solo algunos– han demostrado también ser grandes artistas cuando quieren, pero el lector más o menos informado imaginará a quiénes me estoy refiriendo. Y, por descontado, incluyo en la lista de “menos preferidos” a ciertas glorias de otras épocas a las que el paso del tiempo ha puesto en su sitio. Tampoco aquí hace falta decir nombres, me parece.
10 comentarios:
Escribí esta entrada con especial ilusión, pero lo cierto es que no parece haber gustado gran cosa. Quizá no me haya explicado bien, no sé. He recibido a través de Twitter y Whatsapp varias réplicas a las que quiero contestar aquí.
a) Sobra Argerich. Pues es posible, sí. No la considero imprescindible en una lista de favoritos, pero si nos ponemos así también podría prescindir de Ashkenazy si no fuera por su geniales Rachmaninov y Scriabin, por ejemplo. La lista de pianistas que no están entre mis tres o cuatro favoritos pero que sí admiro mucho es bien larga. Cité a esos dos como podría haber citado a otros.
b) Falta Leonskaja. Aplíquese lo dicho hace un momento: me parece una enorme pianista. En realidad, la georgiana está más cercana de mis gustos que la de Buenos Aires. No me crucifiquen por no haberla citado, por favor. Eso sí, también podría renunciar a ella. A los que no renuncio es a Zimerman ni a Kissin. A esos dos, en absoluto.
c) El Beethoven de Arrau es muy grande y no lo digo. ¡Pues claro que lo es! Simplemente quería especificar que encuentro que la personalidad del enorme maestro chileno se amolda muy especialmente a Chopin, a Schumann y a Liszt.
d) ¿Qué pasa con Perianes y Lang Lang? Pues que son muy jóvenes, hombre. Dejadles tiempo.
e) Me dicen que el artículo es muy blando, que necesita más carnaza y poner nombres a los pianistas que no me gustan. Pues nada, vamos a ello. El Beethoven de Backhaus y el de Kempff me parecen sobrevaloradísimos. Horowitz era mucho antes un virtuoso que buscaba el aplauso a base de fuegos artificiales que un gran artista. Gould, Gulda y Pogorelich me parecen tres gilipollas integrales, aunque hayan hecho algunas cosas importantes. Pires es una cursi insoportable, pese a cosas bellísimas en su legado. Pollini tiene interpretaciones maravillosas e interpretaciones horrendas. Brendel aburría a las ovejas. Y decir que Sokolov es el mejor pianista del mundo me parece una pedantería monumental. ¿He dado ya suficiente caña? Pues eso.
f) Esto último lo digo yo: se me olvidó por completo uno de mis pianistas favoritos, que son dos: las Hermanas Labèque.
En fin, contestado queda todo.
¡Se me olvidaba! Yundi Li y Yuha Wang me parecen dos monumentales camelos. Y entre los camelos del pasado, Weissenberg es uno de los más sonados.
Pues la verdad es que de estos tres últimos que nombras opino igual que tu. La Wang,que es una excelente mecanógrafa y que, por qué no decirlo, tiene muy buen tipo y le gusta enseñar, tiene, sin embargo, un éxito de aúpa. Saludos.
Tres pianistas que me encantan: Tureck (Bach), Gelber (Beethoven) y Rosen (Beethoven).
Tres pianistas que me encantan: Tureck (Bach), Gelber (Beethoven) y Rosen (Beethoven).
Extraordinaria reseña y muy pianística, por cierto.-
Bella lectura para un sábado, de una fría noche
-ya en pleno Otoño- en Buenos Aires.-
Sí, coincido con su opinión y gusto personal
-usted muy bien lo advierte desde un principio-
acerca los "pianistas-universales" de la aproximada
actualidad musical.-
Dos compatriotas míos, indica usted:
Marta Argerich y Daniel Barenboim
De la señora, algunas cosas me gustan más que otras
(obviamente) y del señor, he creído siempre que sus
"Romanzas sin palabras" -Mendelssohn- eran lo máximo,
hasta que las escuché por Javier Perianes y allí mi
banderita argentina, dejó de agitarse un tanto...
Absoluta razón lleva usted acerca de Yundi Li,
pero luego de tantas "seriedades" de Kempff y Richter,
sus Sonatas de Beethoven, terminan por divertirme.-
Muchas gracias por sus redacciones, hoy he aprendido
mucho más, sobre los pianistas y sus interpretaciones.-
Saludo cordial para usted y los que estas líneas, leen.-
Estoy de acuerdo en situar en la cima a Arrau, y es verdad que, aparte de los compositores que mencionas, sus sonatas de Beethoven o los conciertos me parecen geniales. Lo mismo digo del de Buenos Aires, aunque quizás me incline más por Richter. ¿ qué te parece Benedetti- Michelangeli? Los discos que tengo de él me fascinan, su Chopin, Beethoven o Debussy... A Gulda le tengo cariño por sus conciertos de Mozart con Abbado que fueron mis primeras escuchas. En cuanto a Brendel, es verdad que a veces es como muy ligero y aéreo, epidérmico, no sé, pero yo disfruto su Haydn, su Beethoven, Schubert, etc, aunque prefiera a Richter o a Leonskaja o a Lupu en el último. Ultimamente he descubierto a Tureck en Bach,me encanta, coincido con Nemo, aunque Schiff es mi preferido en Bach junto a Richtet otra vez...Antes me gustaba más Gould, quizás por snobismo... En fin, por lo demás coincido contigo. Saludos
Gracias a todos por compartir sus impresiones.
Carlos Alberto, a mí Benedetti-Michelangeli me gusta mucho en el poco repertorio que le conozco. Su Debussy o su Ravel me resultan fascinantes. O su concierto de Schumann con Barenboim. Pero tengo malas referencias de él en otros repertorios. Y tenía un serio problema: con frecuencia se hacía acompañar por batutas de segunda. Por si fuera poco, sus discos a veces suenan regular.
En los conciertos de Mozart de Gulda y Abbado hay cosas muy buenas: le puse nota muy alta a su nº 27. Pero le he escuchado algunas interpretaciones horrendas por ahí. Estaba como un cencerro y dependía todo de cómo se hubiera levantado ese día.
A Brendel le tengo respeto, y jamás negaré que sea un gran pianista. Solo digo que a mí me suele aburrir bastante, con la excepción hecha de su Bach. Por otra parte, mucho mejor el Brendel joven que el viejo. Le recuerdo un recital en el Maestranza poco antes de retirarse que fue realmente soporífero.
A la Tureck tuve la oportunidad de escucharla en directo cuando yo era muy joven, acompañada por Gómez Martínez. Me aburrí muchísimo, pero probablemente fue culpa mía, dicho sea sin la menor ironía.
Y a Schiff le tengo mucha sinmpatía porque una vez le pedí un autógrafó en los Proms y me pareció un tío encantador. Ya, ya sé que esa razón no es muy seria que digamos. Obviamente su Bach es grande y él es un pianista de fuste. Saludos cordiales.
Buenas noticias para los que gusten del arte de Kissin. Acaba de firma un nuevo contrato con Deutsche Grammophon. Después de bastante años sin grabar un disco en solitario, en agosto se publicarán las grabaciones en directo de las sonatas "Moonlight", "Appassionata" , "Les adieux" y la número 32 más las 30 variaciones en do menor WoO 80. Que yo sepa solo tenia grabado de este compositor, la referida sonata 14, los conciertos y la fantasia coral. Los resultados segun mi opinion habian sido variables. Veremos ahora. Solo pido que DG le haya grabado bien, no como algunas recientes grabaciones de piano del sello amarillo que dejaban bastante que desear.
Saludos
Muchas gracias por la información. En principio desconfío un poco, porque no es en Beethoven donde más suele brillar el arte de Kissin. Veremos. Un saludo.
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