miércoles, 3 de mayo de 2017

Concierto de Feria en Sevilla: la copla, con el mejor gusto posible

La mañana del pasado domingo 30 de abril la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla ofrecía un “Concierto de feria” ideado y dirigido por el joven maestro hispalense José Colomé. El programa giraba en torno a la copla y contaba con Erika Leiva como solista, añadiendo páginas de zarzuela, pasodobles y alguna que otra pieza orquestal entre las canciones. Todo ello poco cercano a mi sensibilidad musical, con la excepción de la Sevilla de Isaac Albéniz. Sin embargo, me lo pasé estupendamente.


Me pareció un completo acierto que Colomé se esforzara por ofrecer las orquestaciones originales de las coplas. Nada de batería más o menos pop, nada de piano en plan hortera, nada de sintetizadores. Es decir, ninguno de los horrores con que a veces se interpretan estas páginas. Y me pareció doble acierto ralentizar de manera muy considerable los tempi. Es verdad que con ello el maestro se arriesgaba a que alguna pieza sonada flácida y deslavazada, cosa que ocurrió con la citada Sevilla de Albéniz; y a perder chispa, nervio y espontaneidad, que es lo que pasó con el intermedio de La boda de Luis Alonso. Pero a cambio obtuvimos una extraordinaria clarificación del tejido orquestal y un vuelo melódico prodigioso. Y todo ello lo puso en práctica Colomé haciendo gala de una gran sensibilidad, apreciable atención al detalle y evidente renuncia al escándalo gratuito, mientras que la ROSS estuvo bajo su batuta dispuesta a sonar como en las mejores ocasiones. De este modo, La Giralda de Eduardo López Juarranz recordó a las marchas de la dinastía Strauss que hacían furor por la misma época, el intermedio de La leyenda del beso sonó más voluptuoso que nunca y las coplas perdieron vulgaridad –la vulgaridad con que a veces se las aborda, quiero decir– para ganar en costumbrismo bien entendido, sensualidad y vuelo lírico.

A Erika Leiva no la conocía. Estoy ahora escuchando a través de Spotify un par de discos que me parecen muy desafortunados, no por ella sino por las canciones y sus arreglos. Pero en el concierto me pareció admirable. Con un defecto: con frecuencia no se le entendía la letra, sobre todo en Suspiros de España, algo con lo que a lo mejor podría algo que ver el sonido amplificado. Lo demás, lo tiene todo: voz preciosa, estilo perfecto, exquisito gusto cantando –elegante pero sin renunciar a los arrebatos imprescindibles en este género– y un fiato extensísimo que le permitió no solo hacer frente a los tempi impuestos por la batuta, sino también ofrecer algunas de esas exhibiciones de cara a la galería que entusiasman al personal. Además, se mueve en escena sin divismo (¡qué diferencia con Estrella Morente, a la que tuvimos por aquí no hace mucho!) y luce de maravilla los numerosos vestidos que se trajo para la ocasión. Porque no es una señora precisamente fea.


Especificando un poco, me gustó en Cruz de Mayo y en La sombra vendo –chispa, salero, sevillanía bien entendida–, no tanto en Suspiros de España y muchísimo en Dime que me quieres, una maravilla del Maestro Quiroga que recreó de manera sublime. Estuvo también portentosa en otras dos joyas del mismo autor, el Romance de la otra y María de la O.

De propina, Un rojo clavel –lentísima y dicha por Leiva con un erotismo a flor de piel, aunque su voz no tenga la personalidad de la de “la más grande”– y el pasodoble Patio Banderas. El público del Teatro de la Maestranza deliraba. Yo mismo salí entusiasmado. Habría que grabar un disco de coplas con estos mismos artistas, de eso no me cabe la menor duda.

PS. Gracias a mis amigos V.A.M. y J.S.R. por sus consejos a la hora de adentrarne en este mundo de la copla.

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