sábado, 11 de marzo de 2017

La Salomé de Karajan, un portento

He decidido esta tarde volver a escuchar, después de muchos años, la Salomé de Richard Strauss que registró Herbert von Karajan frente a la Filarmónica de Viena en mayo de 1977 para el sello EMI, supongo que con el mismo elenco con que se iba a presentar en el siguiente Festival de Salzburgo. Siempre fue mi versión favorita –conozco un buen número de ellas–, y compruebo que lo sigue siendo. Con diferencia. Sobre todo por la labor del maestro salzburgués.


La verdad, no sabe uno si quedarse con la extremadamente clara y detallista ejecución orquestal, el desarrolladísimo sentido del color y de las texturas, la siempre certera matización expresiva de las intervenciones solistas o la manera de cantar las maravillosas melodías straussianas, aunque quizá lo que más resalta es la increíble planificación global de la arquitectura, pasando desde una atmósfera extremadamente sensual en el arranque hasta la extrema virulencia –ironía, sarcasmo, obsesión patológica, desgarro– que impera en la segunda mitad de la obra, sin olvidar los momentos llenos de grandeza ligados a Jochanaan y a la venida del Mesías. Y todo ello lo hace Karajan jugando de manera magistral con los inteligentes contrapuntos temáticos elaborados por el compositor y acumulando las tensiones en una progresión implacable hasta llegar a un final visionario a más no poder, rematado por una coda de peso implacable tras la que uno acaba hecho polvo. Eso sí, las sonoridades son más “románticas” que “expresionistas”, y no es difícil escuchar aquí anuncios de las texturas orquestales de la Sinfonía Alpina o del Rosenkavalier. En cualquier caso, un prodigio.

Hildegard Behrens es posiblemente la mejor intérprete de la princesa de la que hay testimonio en discos, por ser capaz de sintetizar la fuerza dramática de las cantantes de voces más pesadas que la suya con las aportaciones belcantistas de una Caballé, pero superando de manera considerable a la soprano catalana en temperamento teatral y convicción expresiva; su técnica, además, le permite ofrecer gran riqueza sutiles matices, incluyendo un uso muy inteligente de los reguladores y de las medias voces. ¡Qué lástima no poder verla en escena! Debió de ser de impresión.

José van Dam no posee la voz más robusta posible, pero canta con la suficiente autoridad expresiva y siempre haciendo gala de su contrastado buen gusto. Karl-Walter Böhm queda un poco desdibujado como Herodes, mientras que Agnes Balsta ofrece una Herodías bastante bien cantada, mas no de rompe y rasga. Muy lírico –como el resto del elenco, en realidad– el Narraboth de Wieslaw Ochman, a quien en su momento pudimos escuchar encarnando al tetrarca en el Teatro de la Maestranza. En el resto del elenco encontramos nombres muy de la época como pueden ser Heinz Zednik o Kurt Rydl.

La toma sonora fue siempre un portento, y ahora luce particularmente bien en el SACD japonés que circula por ahí, particularmente en lo que a las frecuencias graves se refiere. En los grandes tutti pierde un poco, pero aún así es todo un espectáculo disfrutar de la magia orquestal de Karajan recogida con tanta perfección. En fin, un clásico del disco al que ha sido un placer volver.

2 comentarios:

Nemo dijo...

¿Cómo se compara la versión de Karajan con la otra gran referencia de la discografía, la versión de Solti con Nilsson?

Tengo la de Leinsdrof con Caballé, muy buena, y escuché hace tiempo la de Sinopoli, que en su momento me gustó mucho. Por supuesto, coincido con la preferencia por Karajan.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Sé que en esta opinión soy minoría, Nemo, pero la dirección de Solti me parece un completo error: no se puede dirigir esta obra con semejante fiereza y visceralidad desde el compás número uno, hay que dejar a la música respirar, crear tensiones y distensiones, generar atmósferas... Solti pasa como una apisonadora.

La de Leinsdorf me gusta bastante, pero no me la acabo de creer: todo muy bien puesto en sonidos sin que termine de surgir el drama. Creo que a la Caballé le pasa algo parecido.

La dirección de Sinopoli me gusta muchísimo, pero suena considerablemente mejor en el CD con la Studer, línea Caballé, que en el DVD de 1990 con la soberbia puesta en escena de Weigel (que pude ver en Sevilla hace años) y una Malfiano espectacular actriz. Saludos.

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