miércoles, 6 de julio de 2016

Nelsons dirige Wagner y Bruckner

¡Menudo pájaro el señor Christian Thielemann! El año pasado los damnificados fueron Kirill Petrenko y su novia –Anja Kampe–, y esta año ha sido el otro director que se puso por delante del alemán en la competición por el trono de la Filarmónica de Berlín, Andris Nelsons, quien hace tan solo unos días renunciaba a dirigir la nueva producción de Parsifal en el Festival de Bayreuth en el que se ha hecho fuerte su colega. Pero no nos quedamos del todo sin hacernos una idea de cómo Nelsons aborda la obra postrera de Wagner, porque en la Digital Concert Hall de la formación berlinesa le podemos ver dirigiendo el Preludio y los Encantamientos del Viernes Santo.


Me ha gustado la interpretación. Me ha gustado bastante, aunque tampoco ha llegado a entusiasmarme: muy bella, refinada sin llegar a lo decadente –hay más de un portamento que no era necesario hacer, pero que tampoco molesta–, dicha con tanta fluidez como concentración, más terrenal que mística –lo que está muy bien– y por ello mismo impregnada de una muy atractiva desazón, pero sin toda la magia poética que puede ofrecer la partitura. Ya tendrá tiempo de profundizar en la obra.

La segunda parte del concierto, que corresponde al 29 de abril de este mismo año, ofrece nada menos que la Tercera sinfonía de Bruckner (versión de 1889). En ella Nelsons demuestra dos cosas. Primera, que posee una técnica de batuta sensacional: no solo el sonido es el ideal para el compositor –aunque con ello tiene mucho que ver la personalidad de la Berliner Philharmoniker, claro–, sino que la polifonía es perfecta y el trazo global un prodigio, con la arquitectura de tensiones admirablemente planificada –el fraseo es muy natural– y con unos crescendi calculados al milímetro, mas sin caer en el menor efectismo ni resultar hinchado en los clímax. Segundo, que es capaz de aportar una mirada personal sobre la obra: quien aquí busque espiritualidad o, al menos, poesía contemplativa, puede resultar decepcionado, porque el maestro letón ofrece una interpretación abiertamente dramática –que no escarpada, ni virulenta– que desprende un regusto particularmente amargo, sobre todo en el Adagio. El tercer movimiento es el único que no termina de convencerme: el Scherzo podría ser más visionario, y su trío resulta un punto más ligero en sonoridad y expresión de la que parece conveniente. En cualquier caso, confirmación de que Andris Nelsons también brilla en Anton Bruckner.

¿Queda alguna duda de que nos encontramos ante el mejor director "joven" del momento? ¡Ya le gustaría al envidioso Thielemann llegarle a la suela de los zapatos!

4 comentarios:

Ángel Carrascosa Almazán dijo...

Podrías haber explicado por qué Nelsons ha dado la espantada en Bayreuth. Según El País, porque Thielemann asistía a los ensayos y le decía a Nelsons: "esto así no; debería ser asá". ¿Quién con un poco de dignidad aguantaría eso? ¿Se cree el alemán que el letón es un jovenzuelo inexperto y sin ideas? Ángel Carrascosa.

Bruno dijo...

¿Qué ha pasado con Petrenko? ¿Y con su novia?

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Petrenko afirmó que no iba a volver nunca a Bayreuth aludiendo exceso de trabajo.
Anja Kampe fue rechadaza por el propio Thielemann con la excusa de que no podía con el papel de Isolda.

En cuanto a Nelsons, la cosa va más allá de que Thielemann le dijera cómo debía dirigir Parsifal, según Beckmesser:

http://www.beckmesser.com/nelsons-contra-thielemann/

Bruno dijo...

Me dió la impresión de que Petrenko no iba a Berlín. Eso que cuentan es kafkiano. Cualquier director debe de saber que la interpretación real de una partitura es múltiple. Ellos deben de saberlo mejor que nadie porque a cada paso deben de elegir su camino. Y dar consejos al titular de Boston parece ridículo. Además, si no hubiera muchos caminos se les acabó la carrera a cada uno.
Ya lo decía Karajan, algo parecido a esto: Hubiera "matado" por llegar a...
En la música la competencia inter personal debe de ser tremenda. Con todo lo que conlleva.
Gracias por la aclaración.

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