lunes, 13 de junio de 2016

Tilson Thomas nos explica la Quinta de Shostakovich

Antes de comentar el concierto que escuché el sábado a la Orquesta Nacional de España, y como necesaria justificación de lo que voy a escribir, tengo que dejar claro qué piensa un servidor sobre la polémica Shostakovich-Volkov en general y sobre la Quinta sinfonía del compositor ruso en particular. Mi idea coincide en buena medida con lo que declaró Mstislav Rostropovich a Justo Romero en una entrevista de hace ya bastantes años. Por un lado, las presuntas memorias relatadas a Volkov parecen ser una falsificación: los argumentos que he podido leer defendiendo esta postura me han convencido plenamente, y a ellos hay que sumar las declaraciones del enorme violonchelista y director afirmando que el autor de La nariz no confiaba en el periodista ruso. Pero por otro lado, y aquí está la enorme paradoja, la idea que se encuentra detrás de Testimonio parece ser verdadera: en la creación shostakoviana posterior a a la censura stalinista de su ópera Lady Macbeth hay, además de obras malas escritas exclusivamente para complacer al régimen, mucho de ambigüedad y de dobles lecturas, incluyendo desafíos y hasta burlas más o menos veladas a la autoridad que no escapan en absoluto a quien quiera verlas.


La cuestión es: ¿cómo demostrar algo tan extremadamente resbaladizo como eso de las segundas lecturas, es decir, que la música no quiere decir lo que parece querer decir sino justamente lo opuesto? Concretando en el tema que nos ocupa: ¿dónde se evidencia que la Quinta sinfonía es todo lo contrario a “la respuesta de un artista soviético a unas críticas justas"? La solución nos la da Michael Tilson Thomas en el capitulo dedicado a dicha partitura dentro de la excelente serie Keeping Score que protagoniza frente a su San Francisco Symphony: en la partitura está todo. Si están ustedes interesados en la música del autor, les recomiendo que vean este Blu-ray de soberbia calidad de imagen –de momento, además, lo pueden encontrar en YouTube– en el que se realiza un análisis admirable que concluye con sólidas pruebas sonoras de que el final de la partitura, ese mismo que suele despertar aullidos de entusiasmo entre el respetable, fue escrito precisamente con ese carácter opresivo, trágico y antirretórico –pese al monumental despliegue decibélico– con que han sabido interpretarlo los grandes traductores de la pieza, que a mi entender son  –por orden alfabético, pues las preferencias no las tengo del todo claras– Bernstein, Haitink, Jansons, Petrenko, Previn, Rozhdestvensky y Sanderling. No, Rostropovich no está en mi lista. Y menos aún Mravinsky, quien precisamente se encargó de estrenar la obra haciéndola digerible a las autoridades.


Como en el resto de esta serie documental, al final del capítulo se incluye la interpretación de la obra completa. Y aquí ha venido una gran sorpresa para mí: no se trata esta vez de una grabación realizada en San Francisco, sino de la filmación de la BBC del Prom del 1 de septiembre de 2007, un concierto en el que estuve presente y en el que disfruté muchísimo. Pero bueno, dejando a un lado la cuestión personal, ¿qué tal está esta versión? Pues lo cierto es que, al contrario que otros maestros que dicen una cosa sobre la partitura para luego terminar haciendo otra muy distinta a la hora de ponerla en sonidos, Tilson Thomas lleva a la práctica el magistral análisis que realiza en el documental, es decir, apuesta por una lectura en la que los aspectos más sombríos, amargos y opresivos de la obra quedan en primer plano y subraya la ambigüedad expresiva que subyace en mucho de los pasajes, de manera muy particular en un Finale que es aquí una beligerante denuncia política cargada de negrura, más aún quizá que con los directores arriba citados.

Los otros tres movimientos son francamente buenos, destacando un primero cargado de poderoso dramatismo y un segundo no particularmente corrosivo ni sarcástico, pero dicho con saludable socarronería y magníficamente expuesto. En el tercero cosas aun más profundas y acongojantes se han escuchado, pero aun así Tilson Thomas, que en el documental relaciona el pasaje con la música litúrgica de la iglesia ortodoxa, logra convencer por su sabia mezcla de vuelo lírico e intensidad emocional. La orquesta, ni que decir tiene, funciona de maravilla y es tratada por la batuta con una claridad y una plasticidad admirables, bien recogida por una toma sonora en surround auténtico que supera las limitaciones propias de la acústica del Royal Albert Hall, aunque no del todo las del origen televisivo del producto: la gama dinámica no es todo lo amplia que podía haber sido.

4 comentarios:

Bruno dijo...

Es un asunto muy interesante. A mí me dió la sensación de que el relato de Volkov, si bien podía no estar respaldado directamente, era verosímil.
Luego ha sido muy atacado, en USA sobretodo, pero nunca he llegado a conocer* lo que pudiera haber de falso en ese libro. Por otra parte no me extraña que el compositor tuviera miedo de comprometerse por mucho deshielo que hubiera.
*Que yo no lo sepa no quiere decir que no conste en algún sitio. Ni siquiera sé la opinión actual de Arteaga sobre el asunto y que tradujo el libro y por aquellos tiempos lo defendía.
El final no es triunfalista efectivamente y se debe de necesitar mucha habilidad para dar esa imagen. Cuando compré la, creo, de las primeras versiones en España, la de Kondrashin en Vergara, ya me pareció aborrecible ese movimiento. Bastante hueco y falso.
Askenazi hizo una versión pesimista hace años en Valencia. Ya no la he vuelto a escuchar en directo.
Como anécdota les cuento que la OMV la interpretó con la dirección de García Asensio. Sobre el 64. Las maduras se levantaron y se fueron con el crescendo del primer tiempo. Menuda provocación. Éramos cuatro gatos de asistencia.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Perdón por el retraso en contestar, Bruno. Realmente heroico escuchar a Shostakovich en España en los sesenta. Incluso hasta hace pocos, muy pocos años, he podido escuchar a melómanos presuntamente bien informados que este señor componía "música rara". En fin.

Javier dijo...

Bernstein puede ser uno de los grandes interprétes de la sinfonía, conocí la obra con su quinta de Tokio, pero a mí particularmente no me convence para nada el tempo que usa al final del 4º movimiento. Por contra, creo que Sanderling acierta plenamente en el finale. Un saludo.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Estoy de acuerdo, Javier. Gracias por tu contribución.

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