Dos interpretaciones de la Primera sinfonía de Elgar: la de
Sakari Oramo al frente de la Real Filarmónica de Estocolmo registrada por el
sello BIS en 2013 y la de
Barenboim y Staatskapelle de Berlín grabada para Decca en septiembre de 2015. Esta última, obviamente, se parece mucho a la que le escuché dos meses antes en el Palau de la Música de Barcelona.
Aun a riesgo de repetir lo que escribí entonces, quiero señalar que esta interpretación es quizá
una de las más significativas muestras del estilo de Barenboim en fechas recientes. Por un lado, el ardor dramático, el sentido trágico y la fuerza visionaria
que le han caracterizado desde siempre. Por otro, ese lirismo voluptuoso –aunque
nada narcisista– y esa particular sensualidad impregnada al mismo tiempo de
ternura y espiritualidad que ha desarrollado a lo largo de estos últimos
años. Filtrados
todos estos ingredientes con un indisimulado espíritu germanófilo pero huyendo
como de la peste de lo excesivamente denso o pesado –como en su último Bruckner,
el maestro ha logrado alcanzar el perfecto punto de equilibrio entre músculo,
ligereza y transparencia–, y añadiendo además un fraseo de enorme flexibilidad
que es capaz de pasar del mayor arrebato a la concentración extrema, el de
Buenos Aires nos entrega una interpretación incandescente y profunda a partes
iguales que alcanza su punto álgido en un Adagio de un humanismo y una belleza conmovedoras. La toma es en vivo –público perfectamente audible
en el arranque del último movimiento– y se realizó en la Philharmonie berlinesa
en septiembre de 2015 con notabilísimos resultados.
La comparación con la nueva
interpretación de Barenboim no le sienta bien al registro de Sakari Oramo. Y eso
que se trata de una muy notable lectura: de pulso firme, muy bien expuesta,
dicha con convicción, por completo exenta de pesadez y de retórica vacua,
brillante cuando debe y muy emotiva en el maravilloso Adagio, no siendo difícil
encontrar –empezando por los redobles de timbal del arranque– detalles de gran
clase. Pero se echan de menos, insisto que cuando se realiza la pertinente
comparación, esa flexibilidad, esa imaginación, ese ardor visionario y, sobre
todo, esa poesía de altísimos vuelos de la interpretación del argentino, como
también verdadera grandeza en el final.
El disco de BIS, muy bien grabado pero no con la pericia del de Decca, se completa con una Obertura Cockaigne –grabada en 2012– vibrante, vitalista y llena de desparpajo, adecuadamente incisiva en la tímbrica
y de gran vigor rítmico, pero también un punto más nerviosa de la cuenta. Oramo debería haber estado más atento a la nobleza, la elegancia y el vuelo lírico que también pide la obra. La interpretaciones de Barbirolli y Tate me parecen claramente superiores. En cuanto a la sinfonía, lo de Barenboim parece difícil de igualar: a mi entender, uno de sus mejores discos en su faceta de director.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
El Trío de Tchaikovsky, entre colegas: Capuçon, Soltani y Shani
Si todo ha salido bien, cuando se publique esta entrada seguiré en Budapest y estaré escuchando el Trío con piano op. 50. Completada en ene...
-
Me permito rendir un pequeño homenaje a Beethoven en su 250 cumpleaños con esta breve comparativa de la Novena que he improvisado recogiendo...
-
ACTUALIZACIONES 2.IX.2024 Pasamos de 54 grabaciones a 76. 19.X.2022 Publiqué una cata de solo quince grabaciones en junio de 2019, pasé a cu...
-
Al hilo de la lujosa exposición que ofrece Murcia en torno a Alfonso X en la que se reúnen por vez primera los cuatro códices de las Cantiga...
No hay comentarios:
Publicar un comentario