miércoles, 25 de mayo de 2016

Juan Pérez Floristán: cantar desde el piano

Hacía años que tenía ganas de escuchar a Juan Pérez Floristán (Sevilla, 1993). Primero, porque es hijo del director de orquesta jerezano Juan Luis Pérez, una persona a la que admiro desde hace tiempo por su mezcla de honestidad, modestia, sabiduría y espíritu de trabajo. Segundo, porque las cosas que se venían diciendo del artista han sido siempre muy positivas. Por desgracia, los años en los que ha empezado a prodigarse en los escenarios han coincidido con los de mi exilio en la sierra segureña, así que me he quedado sin escucharle cosas que me apetecían una barbaridad por ser muy de mi gusto y, obviamente, del suyo propio, entre ellas conciertos de Prokofiev y Shostakovich.


Semanas atrás me telefonea mi amigo Ángel Carrascosa para alertarme de que ha quedado maravillado al ver por televisión el Concierto para piano nº 2 de Rachmaninov que Pérez Floristán había hecho con la Orquesta de la RTVE y Pablo González, justamente la misma obra con la que había recibido el máximo galardón del pasado Concurso Internacional de Piano Paloma O'Shea. Busco la webstream (también hay una filmación del evento santanderino) y, efectivamente, me encuentro con un solista de sonido musculado y poderoso –ideal para el autor– y un enorme virtuosismo que no se deja llevar por la mera exhibición de agilidad que tienta a tantos pianistas. Al contrario, en el fraseo se muestra siempre sensible y musical dentro de un enfoque, eso sí, donde priman los aspectos más combativos y apasionados de la obra frente a los evocadores y sensuales. Con el tiempo podrá, sin duda, profundizar en determinados aspectos expresivos de la partitura, sobre todo en un segundo movimiento en el que quizá guarda demasiado las distancias, pero aun así el solista sevillano, a sus veintitrés años, me gusta bastante más que unos cuantos nombres muy famosos de la lista que presenté en una discografía comparada de este mismo blog.

Así las cosas, acudí el pasado domingo con enorme expectación a escuchar por fin al joven artista en directo, concretamente dentro de la XXVIII edición del Festival Internacional de Música y Danza de Úbeda. Programa de altísima calidad musical y sin concesiones: transcripción realizada por Liszt de A la amada lejana, Sonata nº 18 "La caza" del propio Beethoven y la tremenda Fantasía en do mayor de Schumann. Y me gustó mucho lo que escuché, aunque reconozco que el Rachmaninov me hizo forjar en mi mente una imagen del intérprete bien distinta a la que me encontré. Esperaba un ciclón del piano, una exhibición de temperamento, de fuerza expresiva y de sentido dramático, y lo que me encontré fue un pianista mayormente apolíneo, altamente interesado en la belleza sonora, en la elegancia y, sobre todo, en la cantabilidad.

De hecho, si tuviera que resaltar una virtud de Pérez Floristán por encima de otras sería la de su capacidad para hacer cantar a piano: con su legato extraordinario, con su fraseo sutilmente flexible, con su sonido cálido pero no excesivamente delicado, pareciera que en la transcripción del ciclo de lieder beethoveniano estuviéramos escuchando la voz humana que en ella falta. Su lectura de A la amada lejana fue, además, muy recogida y serena, platónica si se quiere, aunque por eso mismo se pueden preferir enfoques que pongan de relieve los aspectos más punzantes de la escritura del autor.

Esta última circunstancia se hizo más patente en la Sonata nº 18 del sordo genial. Interpretación hermosísima, dicha con elegancia y nobleza en el fraseo, sensualidad muy desarrollada y, de nuevo, enorme cantabilidad, como también con la agilidad y el entusiasmo que necesita esa especia de tarantella del movimiento final. Pero interpretación realizada desde una óptica que quien firma estas líneas, como mero aficionado, no termina de compartir. A mí me parece que, aun escribiendo aquí una obra más clásica que algunas de las sonatas que la preceden, Beethoven en esta época –1802, con la Heróica a punto de llegar– se encuentra ya en su primera madurez, y que por ello necesita una sonoridad más musculada, contrastes más marcados y picos de tensión más valientes. Cuestión de gustos, claro: igual que hay melómanos que toman como modelo el Beethoven de Backhaus o de Kempff, hay quienes preferimos -con mucho- el de Gilels y, sobre todo, el de Barenboim.

Pensé que el pianista digamos demoníaco, o al menos tempestuoso, que escuché en Rachmaninov, iba a aparecer en la Fantasía schumanniana de la segunda parte. Pues no: fue de nuevo una interpretación apolínea, lo que quiere decir que eché de menos tensión interna, fuego y carácter visionario en una obra que demanda en buena medida estos componentes. Lo que ocurre es que aquí, a cambio, el artista alcanzó una inspiración poética excelsa, rozando la genialidad, en los momentos más introspectivos de la partitura, que también son muchos. ¡Qué manera de frasear, tan lírica y natural! ¡Qué derroche de belleza en el sonido pianístico! ¡Qué manera de otorgar peso expresivo a los silencios! ¡Y qué embriagadora mezcla de sensualidad y elevación espiritual! Estuve escuchando en los días previos lo que con esta partitura hacen gente como Barenboim, Achúcarro y Kissin –este último en una de las más descomunales creaciones de su carrera, dicho sea de paso–, y puedo asegurar que Pérez Floristán logró descubrirme cosas nuevas en muchos pasajes. Además su Schumann sonó a eso, a Schumann, aunque más a Eusebio que a Florestán.

Como primera primera propina ofreció una transcripción propia de una bulería de Ricardo Núñez. Demostró con ella andar sobrado de dedos, cosa que después de tocar lo que había tocado no necesitaba en absoluto; pero también que posee esa cosa extraña llamada duende que todos sabemos lo que es y nadie logra definir. La segunda no fue menos interesante: un Gershwin sensual y curvilíneo que dejó bien claro que sus afinidades interpretativas no se limitan al repertorio más tradicional. Estoy deseando escucharle otros autores para confirmar mis primeras impresiones: nos hallamos ante un artista que va a dar muchísimo que hablar.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

El sábado 4 toca en Badajoz en el XXXIII Festival Ibérico de Música. Y hace la sonata de Liszt!. Gracias por sus interesantísimos posts y un saludo!!

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Gracias mil por la información. La tremenda Sonata de Liszt también la hará en enero en el Maestranza. Creo que podré ir. ¿Alguien tiene información sobre cómo ha ido en Badajoz?

¡Menos chichi y más chicha!

Perdón por el chiste malo y ordinario, pero tenía que hacerlo. Acabo de salir del Ateneu Ruman (sí, estoy en Bucarest) de escuchar el Concie...