Como es de esperar, el trabajo de Chéreau es muy notable, por sensato, honesto e irreprochablemente realizado, pero tampoco me parece que sea uno de sus mejores logros en este campo, entre los que se cuentan títulos como Lulu, Wozzeck o De la casa de los muertos. Lo más logrado en la obra de Strauss se encuentra en la escena entre la protagonista y su madre, siendo asimismo muy convincente el asesinato de Egisto. El final, sin embargo, no me convence en absoluto, dejando a Elektra tranquilamente sentada, absorta en sus pensamientos, mientras Chrysostemis aclama a su hermano en lugar de pedirle auxilio. La escenografía de Richard Peduzzi, siempre en sus habituales tonos entre azulados y grisáceos, está francamente bien, aunque se parece demasiado a su Tristán de La Scala.
Esa-Pekka Salonen se encuentra en el foso en ambos casos, en Aix dirigiendo a la Orquesta de París –estupenda, aunque algo corta en los metales– y en Nueva York frente a la espléndida Orquesta del Met. Su dirección me ha gustado mucho: brillantísima pero de trazo fino, rica en el colorido y en las texturas, admirablente desmenuzada y muy bien planificada en su discurso horizontal hasta alcanzar picos de una enorme fuerza, ofreciendo además detalles de enorme categoría. Ahora bien, encuentro su visión un poco unitaleral, en exceso centrada en las grandes explosiones sonoras y no del todo atenta a aspectos como la sensualidad, la ternura, la atmósfera ominosa o la fuerza opresiva; aunque es verdad que hay pasajes líricos muy bien paladeados, el maestro finlandés a veces resulta en exceso premioso y desasosegante, no tanto en Aix como en Nueva York, donde me ha parecido más descentrado. Mi impresión puede deberse, claro está, a los problemas de la toma ya comentados: habría que rastrear en la red una copia en condiciones de la transmisión para valorar con más justicia su trabajo. En cualquier caso, altísimo nivel el de su Elektra.
También repite Adriane Pieczonka. La soprano canadiense no será la cantante ni la actriz más expresiva posible, pero resulta un gustazo escuchar una Chrysostemis de voz plena y con gran fuerza interior, nada de una mosquita muerta al lado de su hermana. Como Orestes, sin embargo, no entusiasma ninguno de los dos cantantes. En Aix está Mihkail Petrenko, a quien le he escuchado cosas mejores: su instrumento resulta en exceso lírico para el papel, que no logra redondear. En el Met ha cantado una voz de la casa, Eric Owens, típico bajo cavernoso de sonoridades no muy agradables, voluntarioso pero no muy variado en la expresión. Su tremenda corpulencia tampoco le ayuda precisamente en su faceta escénica.
Tom Randle se limita a cumplir como Egisto; en Nueva York, Burkhard Fritz –Parsifal con Barenboim en Sevilla hace años– convence mucho más. Los secundarios están bien, resultando conmovedores los cameos en Aix de dos artistas muy vinculados a las más famosas producciones operísticas de Chéreau, los mismísimos Donald Mcintyre y Franz Mazura, 78 y 89 añitos de edad respectivamente (!!!). Y otro cameo de lujo: Roberta Alexander (¿la recuerdan como Jenufa en Glyndebourne?) hace la Quinta doncella en ambas filmaciones.
¿En conclusión? Notable alto para las dos funciones. Pese a sus desigualdades, yo no me perdería ninguno de estos vídeos. El de Aix se puede encontrar con cierta facilidad en las tiendas de la red. El de Nueva York quizá se pueda obtener de manera más o menos corsaria dentro de algún tiempo, aunque lo ideal sería que también conociese circulación comercial.
1 comentario:
Un lujo y poco de todo en ambos elencos. Seguro y llega a youtube la del met, que la de aix tambien estuvo por ahi en su momento (ahi la llegue a ver a los pocos dias de esa transmision). Quien sabe si la editen en dvd pero no estaria mal. Se disfruta mas tomando en cuenta las imperfecciones de las transmisiones: En el Devereux del pasado abril comenzo a fallar el audio y tan pronto en la escena final. Cosas del livestream.
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