Se trata de una interpretación vistosa, comunicativa y de excelente pulso: en modo alguno se aburre uno escuchándola. La sonoridad es la correcta, sin pretensiones historicistas por ningún lado –conociendo al maestro británico se podía haber esperado algo así– y haciendo sonar a la orquesta con la densidad suficiente, lo que no le impide que en el fraseo primen la agilidad y el impulso rítmico frente a los valores melódicos.
Desde el punto de vista expresivo, y esto es lo más importante, Harding parece más o menos centrado, aun siempre en una óptica antes extrovertida que lírica o sensual. El movimiento inicial, dicho con vehemencia admirablemente controlada, ofrece el adecuado carácter épico y combativo, aunque para mi gusto sobran los portamenti del celebérrimo tema lírico, que me irritan sobremanera. El Largo está francamente bien, desolado y con regusto amargo mucho antes que meramente nostálgico o contemplativo. El Scherzo funciona de manera muy satisfactoria, aunque su Trío resulta en exceso paisajístico, por decirlo de algún modo. En el cuarto, finalmente, hay fuego y brillantez en grandes dosis, esto último quizá demasiado: me da la impresión de que Harding, que no duda en destacar determinadas líneas de las trompetas pero descuida un tanto los valores más poéticos de la página, se queda un tanto en la superficie.
¿Y qué más hace en la gira española? Pues el Concierto para piano º 2 de Chopin con la Pires. Habida cuenta de que esta posiblemente sea la página del compositor polaco que mejor le sale a la artista (¡sensacional grabación con André Previn!), las expectativas son bien altas. Claro que nunca se sabe cuándo la pianista lisbooeta se va a poner en ese plan meloso que tantas veces la hace insoportable.
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