La interpretación es bien conocida por todo mahleriano que se precie: una muy emocionante y extraordinariamente sincera lectura en la que la planificación, la claridad y el análisis quedan arrinconados por la espontaneidad de los sentimientos, la comunicatividad más inmediata, un muy evidente goce de los aspectos puramente sensoriales de la música y un temperamento volcánico que, sin llegar al descontrol, alcanza elevadísimas cotas de intensidad.
Ahora bien, el conjunto va de menos a más, y sobre ello he tomado esta vez algunas notas. El primer movimiento arranca con excesiva dulzura y algún que otro narcisismo marca de la casa; poco a poco se va centrando y la concentración con que la batuta encauza sus propios sentimientos termina ganando la partida, si bien se echa de menos el humanismo profundísimo de Guilini en su referencial grabación con la Sinfónica de Chicago. Los dos centrales están francamente bien, aunque desde luego en una línea dionisíaca, no carente de atención a los aspectos más lúdicos y extrovertidos de la escritura, que se aleja mucho de la visión sarcástica y amarga de un Klemperer, como también de la increíble capacidad de clarificar texturas y matizar cada una de las intervenciones solistas de éste; el final del Rondo, increíblemente arrebatado.
El Adagio conclusivo es sencillamente sensacional: sin necesidad de llegar al nihilismo, pocas veces, o nunca, se habrá escuchado con mayor intensidad, sinceridad y fuerza expresiva. Una interpretación a conocer, sin duda superior a la oficial del propio Bernstein para DG con la Orquesta del Concertgebouw.
1 comentario:
Yo no tengo tan claro la posible enemistad de Karajan y Bernstein. Éste dijo muchas estupideces sobre los alemanes, y sobre Karajan, y que no quería dirigir en Alemania aunque acabó entre las piernas de Viena.
Recuerdo de un concierto que en Viena dirigía Karajan y que retrasó su comienzo hasta que Bernstein llegó, saludando a diestro y siniestro. Como le era habitual. Muy inhabitual cortesía.
Realmente sobre todo eso sólo leo rumores. Como con Solti o Baremboin. Como que tampoco le gustaba Abbado.
Luego, cuando murió, casi todos hablaban bien. Excepto Lebrecht y Berganza. Otra cosa es que Karajan evitaba, o no mantenía, el trato directo con directores de su edad. Pero se le suele retratar afable y paciente... cuando no tenía mas remedio.
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