viernes, 20 de noviembre de 2015

Christie con la Nacional: Barroco con instrumentos modernos, ¡claro que sí!

Magnífico y modélico programa el del pasado fin de semana de la Orquesta Nacional de España, que pude disfrutar en la función del domingo 15 por la mañana: sendas selecciones de dos óperas de otros tantos compositores señeros del barroco francés a cargo del mayor especialista mundial en el género, un William Christie dispuesto a demostrar que con instrumentos modernos este repertorio se puede hacer maravillosamente bien siempre que se conjuguen conocimiento del estilo, mente abierta por parte de todos los participantes y, por descontado, flexibilidad para llegar a puntos de encuentro entre las cuestiones organológicas y las expresivas. Y dispuesto también a dejar claro que formaciones que no son de primera fila suenan muchísimo mejor cuando se pone a su frente un director de primera.

William Christie Madrid 2015

Me surgieron dudas, eso sí, sobre la calidad de la música. La selección de una hora de la Médée de Marc-Antoine Charpentier se hace un poquito larga, y aunque se trata de una partitura de incuestionable interés, solo la gran escena de Medea del acto III, imponente, ofrece una fuerza expresiva equiparable a la gran música vocal de este mismo periodo barroco. En la segunda parte, la selección casi igual de extensa de Les Boréades –pasamos de Luis XIV a Luis XV– me plantea menos interrogantes: la escritura vocal de Jean-Philippe Rameau no posee mucho atractivo, pero su tratamiento de la orquesta es alucinante: ¡qué sentido del ritmo, qué inspiración melódica, qué colorido, qué imaginación!

Hubo voces, de esas no grandes pero sí flexibles de las que demanda este repertorio. Sobresalió la soprano Katherine Watson, musicalísima, sensual y expresiva en grado sumo. La mezzo Karine Deshayes fue una Medea irreprochable. Muy bien el tenor Reinoud Van Mechelen. Marc Mauillon jugó con  los colores de su voz, a veces no agradables, para caracterizar a los cinco personajes diferentes que interpretó a lo largo de la función.

La Nacional, ya lo dije antes, funcionó en general de maravilla, bien reforzada por el clave de Beatrice Martin y la tiorba de Pablo Zapico. En cuanto a Christie, estuvo espléndido en Charpentier y tan soberbio en Les Boréades como en su filmación de la ópera completa que ya comenté aquí hace tiempo. Cierto es que no posee al abordar a Rameau la genialidad de un Teodor Currentzis en su reciente disco dedicado al compositor francés, pero también es verdad que el griego se mueve en la cuerda floja y su propuesta, por momentos, resulta no ya extremadamente personal, sino bastante discutible. El norteamericano, menos arriesgado, mucho más ortodoxo y sensato, no solo resulta estilísticamente irreprochable, sino que dirige de tal modo que puede gustar a todo el mundo, desde los talibanes del historicismo hasta quienes echan de menos a Raymond Leppard. Y lo hace, además, con una excelsa inspiración.

Enorme concierto, en definitiva, en el que solo se pudo reprochar la escasez de público en el Auditorio Nacional. Por cierto, ya dejan hacer fotos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Habria que citar tambien al concertino invitado, collaborador de Christie en alguna grabacion, y seguramente resposable en buena medida del buen comportamiento de las cuerdas.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Pues tiene usted toda la razón. La verdad es que me sorprendió encontrarme con un concertino desconocido, pero no me fijé en el programa de mano, donde aparece Hiro Hurosaki como concertino invitado. Muchísimas gracias por el dato, muy relevante. Saludos.

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