viernes, 9 de octubre de 2015

Valses de Chopin por Lipatti

Me surge la oportunidad de escuchar, en un nuevo reprocesado –año 2011– y en formato HQ 96/24, esta grabación de los catorce Valses de Chopin registrada por Dinu Lipatti en Ginebra entre los días 3 y 12 de julio de 1950, tan solo unos meses antes del muy prematuro fallecimiento del pianista rumano –treinta y tres años–, para el sello EMI. Le pregunto a mi amigo Ángel Carrascosa si merece la pena y me contesta que a él le hace poca gracia. Rebusco por internet y encuentro a quienes afirman que es poco menos que la mejor interpretación de una obra de Chopin jamás llevada al disco. Al final me he puesto a escucharla: aunque hay aquí cosas muy apreciables, me encuentro más cerca de Ángel que de los entusiastas de Lipatti.

Chopin Waltzes 2011 Remaster

¿Virtudes de este Chopin? Primero, un sonido muy hermoso pero que mantiene la densidad y la fuerza viril que esta música necesita, y por ende sin caer en la tentación de la blandura o el preciosismo. Segundo, una técnica impecable que se traduce en una apreciable agilidad digital, una buena amplitud en la gama dinámica y gran riqueza de colores y texturas. Tercero, un fraseo flexible y variado, atento a los matices y a los aquí imprescindibles rubatos, en el que no faltan detalles de buena sensibilidad. Cuarto, un manifiesto entusiasmo a la hora de tocar: escuchando esta grabación no hay quien se aburra.

¿Limitaciones? En los valses más íntimos, Lipatti se muestra muy sensible y musical, y termina convenciendo con la elegancia de su fraseo, por mucho que entienda esta música desde un ángulo algo salonesco y cosas más interesantes –léase profundas, incluso dolientes– se hayan escuchado, pero en los más extrovertidos confunde brillantez y arrebato con precipitación, con falta de cantabilidad e incluso con machaconería.

Así las cosas, en valses como los nº 9 y 12, por ejemplo, las cosas funcionan de manera muy satisfactoria,  Por el contrario, piezas como los nº  4 y 5 –los que abren el disco, Lipatti los ordena a su gusto–, o también el nº 1, llegan a irritar por su precipitación y carácter trivial. Finalmente hay otros, como el nº 7 o el nº 10, que aun conociendo interpretaciones apreciables hubieran ganado con un poco más de reposo, de sensualidad y de ese abandono no amanerado, sino profundamente emotivo, que caracteriza la música chopiniana.

La toma sonora es francamente buena teniendo en cuenta la fecha de grabación. Recomiendo la audición, por lo bueno y por lo menos bueno. Conviene conocer la herencia del pasado, por mucho que a algunos nos parezca que algunos presuntos tesoros no son para tanto.

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