El registro más antiguo se remonta a 1973: Don Juan con la Sinfónica de Chicago. Los resultados fueron sensacionales: una recreación de referencia marcada por su electricidad, su brillantez incisiva –nada de opulencia de cara a la galería– y, sobre todo, su altísima temperatura dramática. Todo aquí se desarrolla con un ardor que abrasa –siempre controlado mediante una planificación perfecta–, con una vehemencia desesperada que, pasando por una sección de amor central que mezcla sabiamente erotismo y sabor amargo, conduce al protagonista a una carrera autodestructiva que termina inevitablemente en la aniquilación total: los compases finales, secos y tajantes, no pueden resultar más significativos. Ni que decir tiene que la Sinfónica de Chicago, trabajada siempre con trazo fino desde el podio, responde a las tremendas demandas de la batuta con virtuosismo supremo.
Algo parecido se puede decir del Till Eulenspiegel de 1975 con la misma formación norteamericana: el colmo del virtuosismo orquestal y la claridad en una fogosísima, intensa e imaginativa pero nunca descontrolada versión que sabe ser dramática sin perder la chispa ni el desparpajo juvenil. Hay interpretaciones de similar nivel –pienso ahora en la reciente de Andris Nelsons–, pero no mejores.
Las cosas no funcionan también con el Also sprach Zarathustra grabado el mismo año, asimismo en Chicago. Como era de esperar, se trata una interpretación más terrenal que filosófica, pero en el buen sentido, de tal modo que Solti realiza su habitual exhibición de músculo, brío bien controlado, electricidad y sentido de los contrastes, entregándonos una interpretación vehemente, escarpada y no poco dramática, brillante en el tratamiento de la orquesta, riquísima –y adecuadamente incisiva– en el color, y siempre de claridad admirable. ¿El problema? Que no solo no está bien descuidar los aspectos más reflexivos y espirituales de esta música, sino que en “Das Tanzlied” el maestro no logra destilar la sensualidad, la magia sonora y –por qué no– el perfume vienés que demanda esta música, y a partir de ahí llega a precipitarse un poco. Una lástima, porque hasta ahí se había tratado de una interpretación, aun con los reparos expuestos, de muy alto nivel.
Entre 1977 y 1978 registró Ein Heldenleben, esta vez con la orquesta más straussiana del mundo, la Filarmónica de Viena. Ya la comenté en la discografía comparada que hice de este poema sinfónico. No me convenció:
“Ni que decir tiene que Solti, enorme straussiano, ofrece una recreación extrovertida, brillante, incisiva y con extraordinaria garra dramática, así como ajena a cualquier tipo de devaneo sonoro. Lo que ocurre es que en esta ocasión el maestro se muestra un tanto escaso de inspiración, sobrando nervio en el primer número y echándose de menos sensualidad en el segundo, vuelo poético en el cuarto y concentración, profundidad y grandeza en el quinto. Bellísima, eso sí, la sonoridad tanto de la orquesta como de su concertino, Rainer Küchl. La toma sonora no recoge bien la brillantez del campo de batalla.”Queda la Sinfonía alpina, de 1979, curiosamente grabada con la Sinfónica de la Radio Bávara. Solti vuelve aquí a ofrecer un increíble dominio de las texturas, brillantez a raudales y una vitalidad portentosa, pero lo cierto es que, tras un amanecer muy conseguido, el maestro da una de cal y una de arena alternando pasajes de enorme garra con otros lastrados por la precipitación –le dura solo 44’19’’– en los que las melodías no se desarrollan con la cantabilidad, la grandeza ni la emotividad que la partitura demanda. La orquesta, soberbiamente grabada, funciona a pleno rendimiento bajo la batuta de un maestro que extrae de la misma unos colores más incisivos de lo que en ella es habitual.
Pues eso, apreciables irregularidades siempre dentro de un alto nivel. Heldenleben y Alpina son lo menos bueno. Zaratustra interesa pese a sus altibajos. Las interpretaciones de Till y Don Juan son de referencia y hay que reservarles un lugar de privilegio en nuestra estantería. Si usted nunca las ha escuchado, corra a por ellas.
5 comentarios:
Me hice con estas grabaciones animado por sus comentarios detallados.
Coincido en todo lo que dice.
Si acaso, creo que el Zarathustra es mejor de lo que apunta, y el Heldenleben y la Alpina muestran, de forma muy marcada, las características específicas de Solti: energía y claridad polifónica, además de un acentuado sentido del color instrumental. A diferencia de Karajan, por poner un caso, quien tiene un sonido más empastado, y por lo general más oscuro, Solti es más brillante y consigue, a pesar de la velocidad, gran claridad y separación de instrumentos, grupos, timbres y por supuesto, motivos y líneas melódicas concurrentes. Ninguno lo logra como él, apoyado en la orquesta de Chicago y la técnica de grabación de Decca. A veces, en cambio, aunque matiza siempre la polifonía, no lo hace tanto con las melodías, las transiciones, los desarrollos o las acumulaciones progresivas de tensión, y puede resultar a veces un poco mecánico y expeditivo.
Creo que Solti acusó un poco el ser la estrella de Decca, y aunque esta le apoyó en un gran número de proyectos, muchos arriesgados, invirtiendo muchos recursos para dotar bien grandes producciones discográficas (a veces fallidas por un reparto, en ópera, que pinchaban en papeles clave), probablemente la discográfica le presionó también para que cerrara ciclos con obras con las que no tenía afinidad, o para abordar repertorios que no le motivaban demasiado. En sus ciclos Bruckner y Mahler hay sinfonías abordadas un poco más de pasada. Eso sí, las grabaciones son técnicamente magníficas, deslumbrantes, y la calidad musical siempre es altísima.
Strauss es sin embargo un músico afín a Solti, y este repertorio debía estar en atriles frecuentemente en los conciertos de Solti, quien no volvió a grabar estas obras, salvo el Zarathustra, del que hay una grabación de 1996, con la Filarmónica de Berlín, creo recordar. Grabó mucho, y al final mantuvo el ritmo tirando de grabaciones en vivo y óperas "en concierto".
En suma, creo que los dos discos son muy recomendables, sin reservas. Espectaculares, impresionantes técnicamente, trufados de grandes momentos, aunque si comparamos con la discografía existente, amplísima, destacan especialmente el Don Juan, el Till y creo que el Zarathustra. Las otras dos obras (Heldenleben y Alpina), son características del director, pero quizás no todo lo matizadas y paladeadas que podrían en algunas de sus partes.
Muchas gracias, Nemo, creo que estos estupendos comentarios, que comparto plenamente, resultan muy útiles para comprender en qué consistió el arte directorial de Sir Georg.
Solo quería añadir que la gran virtud de Solti, para mi, es su capacidad para mantener la claridad polifónica a pesar de la velocidad (como todos los objetivistas, no se volvía letárgico con la edad). Con Solti se escuchan muchas veces cosas nuevas.
Su principal defecto es que a veces parece faltar un concepto de la obra, un sometimiento de las partes a un todo, un arco que lo integre todo. Parece dividir la obra en trozos, radiografiados con gran precisión y yuxtapuestos. Esto no le pasa, por ejemplo, a Szell.
Lo anterior se aplica a las óperas y a la música sinfónica por igual, pero depende de las obras concretas, y de su relación con ellas. En estas de Strauss que comentamos se ven claramente las características mencionadas. Las más cortas están trazadas de una pieza, pero las más largas (y fragmentarias) evidencian esa falta de organización interna.
Hola Fernando:
Disculpa la sugerencia, pero, ¿podrías hacer un post con la discografía comparada de Also sprach Zarathustra de Richard Strauss y del hermoso concierto para piano de Robert Schumann? Muchas gracias.
Pues verá usted, Zaratustra es una obra que, aun gustándome, no me termina de entrar, así que no creo que haga ninguna comparativa. Del Schumann sí la tengo hecha, pero aún no me he atrevido a publicarla. A ver si por fin me animo. Gracias por la sugerencia.
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