miércoles, 12 de agosto de 2015

Grosvenor toca (pero no interpreta) Chopin, Liszt y Ravel

Aunque creo haber  dicho algo por encima de él, merece la pena hacer un breve repaso por este recital con obras de Chopin, Liszt y Ravel grabado por Benjamin Grosvenor en Londres entre los días 23 y 26 de abril de 2011 para Decca, sello que se luce con una espléndida toma que adquiere especial presencia si se escucha, como yo he hecho, no en CD sino en descarga digital a 96/24. Interpretativamente, eso sí, se confirma que este señor, aun haciendo gala de una agilidad digital asombrosa, en el terreno expresivo –una cosa es tocar y otra interpretar– no vale tanto como algunos pretenden hacernos creer.

Grosvenor Chopin Liszt Ravel

La cosa queda clara en los cuatro Scherzi de Chopin: pianista de agilidad y limpieza asombrosas, capaz de regular el volumen con la mayor amplitud posible, pero muy despistado desde el punto de vista expresivo al confundir vivacidad con nerviosismo, e intensidad dramática con tendencia a lo convulso e incluso lo histérico. Además resulta cuadriculado en no pocas frases y escaso de emotividad, calidez y verdadero aliento poético en los pasajes más recogidos. Que se encuentren aquí y allá algunos de gran hermosura –más que de inspiración poética– sirve de poco.

En los dos Nocturnos chopinianos y en el par de canciones del autor –extraídas de los Seis cantos polacos– transcritas por Liszt se puede admirar un sonido pianístico muy bello y de gran delicadeza, pero la poesía de que hace gala Grosvenor resulta indolente y preciosista, escasa de emotividad, de profundidad humanística e incluso de concentración. Hay muchos detalles hermosos, pero todo suena en exceso liviano y superficial. Lo mismo se puede decir del nocturno En Reve, del propio Franz Liszt.

Quedan Ravel y su genial Gaspard de la Nuit. En el primer movimiento, Ondine, la pasmosa agilidad digital de Grosvenor le permite desplegar asombrosas irisaciones y sonidos "espumosos", aunque a la postre haya mayor fascinación sonora que poesía. A Le Gibet le falta un poco de atmósfera y de carácter siniestro. Scarbo, muy nervioso y de nuevo asombrosamente ágil, suena antes virtuosístico que amenazador, mientras que algunas frases no terminan de estar aprovechadas: faltan imaginación y compromiso. Se echa de menos, en definitiva, interpretación.

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