viernes, 24 de julio de 2015

Ravel con Abbado y la London Symphony: irregularidad

Como hace poco comenté el disco Ravel de Barenboim en Chicago, me parece oportuno decir algo sobre este otro compacto dedicado al compositor francés que en su momento debió de conocer bastante circulación. Lo protagonizan Claudio Abbado y la Sinfónica de Londres, que lo registraron entre octubre y noviembre de 1985 en el Watford Town Hall contando con una toma sonora a cargo de Klaus Hiemann que, la verdad sea dicha, deja un tanto que desear.

Abbado Rabel Bolero

Protagonista de la portada, como no podía ser menos, es el Bolero. Esta interpretación, que también ha circulado en algún que otro sampler, transmite entusiasmo, vigor y luminosidad –vamos, que resulta emocionante, si es que tal calificativo se puede aplicar a una partitura como ésta–, pero la planificación parece un tanto tosca, con ascensos algo bruscos, y al final Abbado se desmadra y recurre al puro efectismo. ¿Y la orquesta? Pues tampoco muy allá: algunas intervenciones solistas no resultan sensuales, e incluso están fuera de estilo.

Francamente mediocre la Rapsodia Española: vistosa pero muy superficial, dicha de pasada, poco raveliana, carente tanto de sensualidad como de misterio, y dicha sin todo el refinamiento deseable. Solo se salva Feria, con las mismas insuficiencias pero luciendo al menos brillantez y entusiasmo, aunque estos terminan convirtiéndose (¿otra vez, Claudio?) en ruido y efectismo en el final.

La segunda parte del disco sí que está a la altura del gran talento del maestro. Es el caso de la entusiasta, cálida, espléndidamente trazada y muy hermosa interpretación del ballet Mi madre la oca. Eso sí, su enfoque es ante todo narrativo, más extrovertido que meditativo o sensual, por lo que habrá muchos que echen de menos la magia de Giulini (quien por otra parte solo grabó la suite, no el ballet).

Como en su anterior grabación con la Sinfónica de Boston, el maestro ofrece una notabilísima recreación de la Pavana para una infanta difunta: más extrovertida y menos ensimismada de la cuenta, cálida pero nada blanda, quizá no del todo raveliana, pero estupendamente conducida hacia una sección final muy emocionante.

En definitiva, un disco que con sus evidentes desequilibrios es buen testimonio de ese punto de inflexión, a mediados de los ochenta, en que un director lleno de talento decidió dar un giro a peor en sus maneras de hacer. Interesante para comprender a Abbado.

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