Ninguna orquesta sobresalió tanto en los años setenta y ochenta sobre las demás en lo que a brillantez de los metales y potencia sonora se refiere como la Sinfónica de Chicago. Estas cualidades la hacían ideal para llevar al disco una obra como la Primera Sinfonía de Gustav Mahler, lo que explica que en un plazo de tan solo dieciséis años registrara la partitura nada menos que cuatro veces: con Carlo Maria Giulini en 1974 para EMI, con Claudio Abbado en 1981 para DG, con su titular Sir Georg Solti en 1983 para Decca y con ese peculiar maestro que fue Klaus Tennstedt para EMI en 1990, esta última una toma en vivo que ha sido editada tanto en CD como en DVD. Existen aún dos más con la misma formación, la de Boulez de 1998 y la de Haitink de 2007. Estas no he tenido la oportunidad de escucharlas, pero las cuatro antes citadas, todas ellas magníficas, nos permiten hacer una pequeña comparativa.
Giulini hace de sí mismo, y aunque se encuentre ante una partitura como esta y tenga a su disposición un instrumento que permite el mayor despliegue de brillantez imaginable, nos ofrece una lectura presidida por el buen gusto, por la total ausencia tanto de efectismo como de cursilería y por el profundo sentido lírico y humanista esperable en el de Barletta. Se puede preferir una versión más ácida, con más nervio y con más sentido del humor, pero la propuesta es coherente y sincera, y está fabulosamente planificada desde la batuta. De la ejecución, ni hablemos. Gran Primera, pues, creo que el maestro se superaría a sí mismo dos años más tarde con la Filarmónica de Berlín, una toma en vivo editada no hace mucho por Testament.
El enfoque del aún joven Abbado es muy distinto. No esperemos encontrar aquí la cantabilidad, la ternura ni la efusividad del de Barletta. La del milanés es una lectura mucho menos profunda y reflexiva, más a flor de piel, más vistosa e inmediata, llena de color, de frescura, de sentido del humor –desenfadado, sin mucha retranca– y de brillantez venturosamente ajena al exceso y al efectismo. Solo algún detalle cursi en el trío del segundo movimiento –no obstante delicioso– anuncia la lamentable posterior evolución de Abbado en este título, interpretaciones para mí olvidables en Berlín y en Lucerna.
La gran aportación del registro de Solti es una toma sonora sensacional, claramente superior a la ya muy buena conseguida por Deutsche Grammophn dos años antes con Abbado. Claro que no es solo por la soberbia labor de los ingenieros de Decca por lo que la CSO suena aquí con mayor virtuosismo, redondez, riqueza tímbrica y depuración sonora, sino también por la perfección maestra con la que la trata su titular, un Solti en el momento más equilibrado de su carrera que sabe ofrecer no solo su habitual dosis de extroversión, brillantez, incisividad y sentido teatral, sino también delectación melódica –los tempi son muy deliberados–, sensualidad, atmósfera y sentido del misterio, todo ello sin la menor concesión de cara a la galería. Un poco más de frescura y de imaginación no le hubiera venido mal, en cualquier caso.
La formación norteamericana vuelve a estar sensacional con Tennstedt, por descontado, pero esta vez no luce como en las dos ocasiones anteriores su potencial para lo espectacular porque el maestro alemán construye una interpretación decididamente antirretórica, diríase que dispuesta a borrar lo menos interesante de la obra mahleriana para quedarse con la belleza de sus melodías, paladeadas con delectación sin caer apenas –hay un punto más de dulzura de la cuenta cuando se incorpora el lied Die zwei blauen Augen– en el narcisismo, y afirmando con rotundidad que en esta música hay mucho de mensaje humanista que es necesario rescatar. En este sentido, es esta una versión muy “de anciano director”, serena y trascendida, dicha con tanto lógica como naturalidad, ricamente matizada sin que la flexibilidad apenas se note y dispuesta a llegar mucho antes al corazón que a los sentidos. Poco que ver con Solti y Abbado, pues, y sí mucho con Giulini. Lástima que la toma sonora del DVD, aun siendo muy buena, no ofrezca toda la gama dinámica posible.
¿Mi preferida de las cuatro? No sabría decir. De las “juveniles”, quizá me quedo con Abbado antes que con Solti, y de las “trascendidas” prefiero a Giulini frente a Tennstedt. ¿Y mi preferida de todas las que conozco? Podría ser la de Giulini en Berlín antes citada, aunque la de Chailly en Ámsterdam también me gusta muchísimo.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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2 comentarios:
Recuerdo que hace unos años Barenboim tocó con el Divan la Titan en Sevilla...es una de esas obras que nunca ha vuelto a dirigir en vivo que yo sepa.¿crees que de la etapa de chicago dejó algo el argentino?
Ninguna grabación oficial de Barenboim con Chicago, Vicente, aunque tengo pasada a CD, con muy mal sonido, una toma radiofónica del Festival de Lucerna de 2011. Recuerdo que me gustó bastante, aunque me molestaron unos ritenuti en el segundo movimiento que suprimió posteriormente en sus interpretaciones frente a la Staatskapelle Berlín y la WEDO. Saludos.
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