El del martes 24 se iniciaba con la Octava del sordo de Bonn. Interpretación muy parecida a la de Colonia el año anterior: sabe ofrecer el músculo, la tensión sonora y la grandeza que tanto identificamos con el universo beethoveniano, pero aunando estos elementos con sensualidad, cantabilidad y hasta ternura (maravilloso el trío del Menuetto), siempre haciendo gala de un fraseo noble, natural y cálido a más no poder. Hay incluso, aun tratándose de una recreación que mira más al futuro que al pasado, una buena dosis de coquetería galante como guiño al mundo dieciochesco; en este sentido, algún portamento del segundo movimiento sigue sobrando.
A continuación, el Royal Albert Hall se queda casi completamente a oscuras para la interpretación de Anthèmes 2, página de unos veinte minutos de duración escrita por Boulez en 1997 para violín solo y dispositivo electrónico. Michael Barenboim ofrece una interpretación irreprochable, aunque a mi entender no tan excepcional como la que bajo la supervisión del propio compositor realizó Hae-Sun Kang en 1999 para Deutsche Grammophon.
La Séptima recibe una interpretación dionisíaca pero también muy atenta a la vertiente humanística de Beethoven. Barenboim controla a la perfección la arquitectura para ofrecer la mayor tensión interna posible sin caer en lo precipitado y ofreciendo una amplia gama de sutiles matices en el fraseo, lleno de plasticidad. Quizá los dos primeros movimientos no sean tan inspirados como en Colonia. Arrollador el cuarto, más rápido e impetuoso que antes, aunque no necesariamente mejor. Admirables las maderas de la orquesta, cuya musicalidad contribuye de manera decisiva al éxito de la interpretación, acogida con el desbordado entusiasmo esperable en los prommers.
El viernes 27 de julio no hay Boulez. Con la Novena beethoveniana basta y sobra. No es esta, como tampoco lo era la grabación en Colonia, la interpretación más genial de Barenboim. Ese puesto queda reservado para su registro en Erato, trágico y desgarrado a más no poder, y por ende no apta para todos los paladares. Lo que aquí nos encontramos es una modélica interpretación “de síntesis”: épica y trágica, contemplativa y apasionada, interrogante y afirmativa, lírica y exultante, humanística y religiosa… Todo ello al mismo tiempo, en perfecto equilibrio de los ingredientes y materializándose con un fraseo de enorme cantabilidad, un empaste al mismo tiempo cálido y transparente, una gran variedad en las dinámicas y, sobre todo, un portentoso sentido orgánico de la arquitectura, de tal modo que desde la misteriosa célula inicial –aquí particularmente difuminada–, las tensiones van desarrollándose con una naturalidad aplastante, sin dejar espacio para el mecanicismo ni para la precipitación, tampoco sin dar la apariencia –como sí ocurría con el enorme Klemperer– de que la escuadra y el cartabón se ponen por delante del contenido expresivo, pero acumulando fuerza hasta alcanzar unos clímax realmente abrumadores.
El Scherzo me ha impresionado menos, por no estar aquí tan combativo como se podía esperar; en contrapartida, el trío es un prodigio de humanismo, sensualidad y sentido cantable. El Adagio, de conmovedora belleza, modera los molestos portamenti de la interpretación de Colonia, pero su clímax no resulta menos visionario.
El último movimiento se abre con una cuerda grave trabajada con asombrosa plasticidad y un altísimo sentido comunicativo para luego cantar el Himno a la Alegría con una mezcla de ternura y espiritualidad como pocas veces se ha escuchado. La doble fuga vuelve a ser apasionadísima, los remansos espirituales alcanzan una trascendencia desmaterializada realmente mágica y el final resulta desbordante sin que se llegue a perder el control.
Hay desigualdades en el cuarteto: Anna Samuil molesta por la aspereza de su zona aguda, a la enorme Waltraud Meier la edad le pasa factura, Michael König está mejor de lo que en él pudiera esperarse y René Pape convence como nadie en lo expresivo, pero sufre algún apuro. El National Youth Choir of Great Britain, superior al Coro de la Catedral de Colonia, canta con tanta perfección técnica como entrega expresiva, convirtiéndose en una de las grandes bazas de esta interpretación.
Se me olvidaba añadir, en lo que a la edición en DVD se refiere, que los ingenieros de Decca logran soslayar la problemática acústica del Royal Albert Hall y obtienen una toma sonora magnífica, modélica además en multicanal al recoger con naturalidad la reverberación de la sala y los ruidos del público. Y que el documental sobre Beethoven –no sobre Barenboim y su orquesta multicultural– realizado por la BBC que completa el lanzamiento es fantástico, pero carece de subtítulos en castellano.
Sea como fuere, a mi modo de ver está muy claro: junto con el ciclo de Colonia en audio –ligeramente inferior a este, aunque con una Heroica aún más impresionante–, esta es la integral de Beethoven más recomendable del mercado, muy especialmente para quienes se inician en este repertorio. Compra obligatoria. Y ahora, a ver si los señores de Decca se acuerdan de Boulez.
2 comentarios:
Hasta ayer no conocía este blog. Tienes un nuevo seguidor.
Gracias por tu labor.
Gracias!!!
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