He invertido un dinero muy considerable para acudir este próximo fin de semana a Madrid y escuchar a Daniel Barenboim al frente de su Staatskapelle de Berlín en el ciclo de Ibermúsica. Entre las obras en los atriles, una partitura que quien esto firma tenía muy olvidada, la Segunda Sinfonía de Sir Edward Elgar, obra escrita en 1911 que por su larga duración y opulenta orquestación puede resultar más bien pesada si no se cuenta con una interpretación de categoría. Ocasión propicia, pues, para escuchar algunas recreaciones discográficas de la partitura, entre ellas la que el maestro de Buenos Aires y su formación berlinesa han publicado hace pocas semanas.
Comencé por la de Jeffrey Tate y la Sinfónica de Londres, registrada por el sello EMI en 1990: gran versión, pero muy discutible. A mí desde luego me interesa mucho este Elgar, en absoluto retórico o hinchado, nada aparatoso ni preocupado por la “pompa británica”. Hay grandeza cuando debe, sí, pero la interpretación resulta ante todo tensa, dramática y escarpada, de clímax tan encendidos como controlados –impresionante el del tercer movimiento, ayudado por una toma sonora de amplísima gama dinámica– y marcada por una enorme hondura trágica. Todo ello lo consigue Tate, además, con un perfecto idioma elgariano y sin merma alguna de la belleza sonora, que es grande tanto en el tratamiento de la orquesta –que está soberbia– como en la manera, concentrada y llena de naturalidad, de cantar las melodías con esa elocuencia y esa distinción tan propias del autor, aunque probablemente se podría profundizar más en lo que a sensualidad se refiere.
Proseguí luego con el registro en vivo realizado en 2001 de Colin Davis, de nuevo con la Sinfónica de Londres, publicado por el sello de la propia orquesta (LSO Live). Como era de esperar, la interpretación de Sir Colin es mucho más ortodoxa que la de Tate. Poco queda aquí del carácter escarpado y del amargor de la recreación de su colega. Al contrario, esta es una interpretación ante todo épica y afirmativa, no grandilocuente pero sí llena de esa distinción británica tan característica, dicha además con una mezcla de nobleza lírica y vigor que tanto le conviene a Elgar. Ahora bien, además de perderse todos esos pliegues expresivos en los que sí indagaba Tate –el final, por ejemplo, carece de capacidad sugestiva–, da la impresión de que el desaparecido maestro no termina de frasear con toda la emotividad en él esperable, ni de planificar una arquitectura global de tensiones y distensiones que dé unidad a la obra; ni siquiera de matizar mucho la gama dinámica. Parece confiar más en su instinto musical y en la contrastada calidad de la orquesta londinense, que en unos ensayos pacientes y creativos. Extraño, la verdad. La toma sonora tampoco es muy allá.
Vino seguidamente un clásico, Sir John Barbirolli con su Hallé Orchestra en registro de muy notable calidad sonora realizado por EMI en 1964. Esta interpretación anticipa sin duda la garra dramática y el lirismo de sabor amargo de la interpretación de Tate, aunque sin llegar a semejantes extremos. Comparte asimismo, faltaría más, la elocuencia, la cantabilidad y el sentido de la “grandeza británica” de un Colin Davis. Pero lo que caracteriza la labor de Sir John, además de su excelente pulso, inmediatez comunicativa y absoluta sinceridad expresiva, es el asombroso trabajo de planificación orquestal que realiza, tanto a la hora de trabajar dinámicas y tensiones como, sobre todo, en lo que a la claridad se refiere. Es difícil, realmente, que con una orquestación tan exuberante se escuchen tantas cosas, y que lo hagan además con la tímbrica adecuada, incisiva solo en su punto justo, sin renunciar a la opulencia bien entendida ni, desde luego, a cantar las melodías con conmovedora belleza.
Llega por fin Barenboim, pero primero con su recreación grabada por CBS en 1972 frente a la Filarmónica de Londres. De entrada, llama la atención la pobre toma sonora. Ni siquiera con la reciente remasterización de Sony Classical logra soslayar su tímbrica algo distorsionada y su carácter opaco, aunque al menos la gama dinámica es muy considerable. Pero una vez acostumbrados a esta circunstancia, uno descubre una recreación inflamada a más no poder, escarpadísima, de una sinceridad desbordante pero con un control siempre perfecto de los medios frente a tanta emoción. ¿Parecida a la de Jeffrey Tate, pues? Ciertamente, aunque la sonoridad de Barenboim es más oscura y musculada, más germánica si se quiere, quizá por ello menos adecuada para el compositor, aunque en contrapartida el último movimiento posee más vuelo lírico, mayor profundidad e incluso más magia sonora, especialmente en su fascinante final. La orquesta responde de maravilla.
La más reciente de maestro porteño, recogida por los micrófonos de Decca en 2013, es la que más he disfrutado de las comentadas. Bien es verdad que no se puede decir que haya una gran diferencia con la anterior del propio Barenboim, excepción hecha de una toma excepcional, sin duda la mejor de todas, lo que tiene mucho que ver con el referido disfrute. Pero intentando hacer abstracción de semejante cuestión técnica, da la impresión de que esta nueva recreación del genial artista, siendo ante todo vehemente y dramática, es un poco menos escarpada que la anterior –y que la de Tate, desde luego–; también parece algo más rica en calidez, en voluptuosidad incluso, quizá también en matices expresivos; en cualquier caso, el fraseo alcanza en los momentos líricos una sensualidad embriagadora no exenta de un apreciable sabor amargo. Todo el final vuelve a alcanzar auténticas cimas de inspiración.
La orquesta está técnicamente soberbia, y sorprende que suene menos oscura que la Filarmónica de Londres; en parte esto se debe a que, aun siendo Alemania de pura cepa, la Staatskapelle de Berlín posee una luz muy particular, pero también a que el maestro en estos últimos años está restando radicalidad a sus planteamientos tanto sonoros como expresivos: no olvidemos que era él mismo quien hacía sonar oscura y poderosísima a la en principio más idiomática London Philharmonic.
Claro que, si de orquestas hablamos, ninguna de las citadas comparable a la Filarmónica de Berlín, que sonó tan maravillosamente como siempre –no me refiero solo al conjunto, sino también a las intervenciones de sus increíbles solistas– en la filmación recogida en la Digital Concert Hall perteneciente a un concierto del 10 de mayo de 2009. El problema en esta interpretación, que he escuchado como postre antes de preparar las maletas, es Kirill Petrenko: este señor carece de una idea interpretativa propia, dista mucho en inspiración comparado con cualquiera de los colegas arriba citados, no trabaja con pinceles finos y tampoco es capaz de dotar de unidad a la partitura. Esto queda bien claro en el primer movimiento, que con el maestro ruso queda reducido a una yuxtaposición de secciones dichas con empuje más bien vulgar con otras de carácter lírico en las que tiende a la blandura, incluso a la ingravidez sonora. El segundo es muy correcto, pero la poesía no termina de remontar el vuelo. El tercero está bien, y el cuarto defrauda seriamente: nervioso, cuadriculado y dicho completamente de pasada.
Muy en resumen, para quienes se hayan saltado –resulta comprensible– esta larga parrafada: Tate resulta apasionante, tal vez genial en los dos movimientos centrales, pero su enfoque no es para toda las sensibilidades; Sir Colin Davis defrauda relativamente; Barbirolli y Barenboim triunfan sin reparos –su enfoque es más plural que el de Tate–; Petrenko solo interesa por la increíble orquesta que tiene a su disposición.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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3 comentarios:
A mi como aficionado a Bruckner las sinfonias de Elgar me atraen muchisimo, y hay una version que suele ser bastante vituperada que es la de Sinopoli para la orquesta Philarmonia (DG) que ademas de lentisima y muy paladeada ofrece detalles que aquí y allá nos recuerdan a los modos de un Celibidache. En todo caso la de Barbirolli y una que grabara Boult para el sello Lyrita son las que mas oigo, a la espera de comprarme el disco de barenboim.
Fernando ¿ por qué no has puesto puntuaciones como otras veces?. A mí me gustaban.AMC Sánchez.
Lo de las puntuaciones me parece un poco tontorrón por mi parte, pero también es verdad que me divierte, así que ahí van, querido A.M.C.
Tate: 9
Colin Davis:8
Barbirolli: 9,5
Barenboim I: 9,5
Barenboim II: 10
Petrenko: 7
Vicente, gracias por los comentarios. ¡A ver si pronto nos vemos en persona!
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