Sigo muy bajo de ánimo y, por ende, escuchando música ominosas. Vuelvo a la Décima de Mahler: tras la de Rattle con la Filarmónica de Berlín que comenté la semana pasada, ahora la de David Zinman con la mítica Tonhalle de Zúrich, registrada por los ingenieros de la RCA en 2010. La he podido escuchar, por cierto, en formato SACD: las frecuencias graves suenan gracia a éste con enorme relieve, pero la toma sonora dista de convencer, por resultar distante y extraña. En cualquier caso, ni sonido ni batuta me interesaban tanto como la edición que realizó musicólogo norteamericano Clinton Carpenter (1921-2005) en 1949, con revisión de 1966, a ver cuál era su propuesta para reconstruir la fascinante partitura inacabada mahleriana.
Pues bien, debo decir que no me ha convencido en absoluto, no solo por el modo aparatoso, decibélico e insincero de rellenar las partes que faltan, sino también por las innecesarias –incluso vulgares– aportaciones que realiza a las que fueron completadas por el propio Mahler. Eso sí, resulta curioso escuchar un cuarto movimiento –el segundo Scherzo– muy distinto de lo habitual.
Se da la coincidencia de que este movimiento es el único que se salva desde el punto de vista interpretativo, porque los dos extremos están dirigidos por Zinman de manera deslavazada –por momentos llegan a sonar canijos–, el segundo resulta de una blandura por completo inaceptable y en el tercero (“Purgatorio”) hace el ridículo con su fraseo trivial, cursi y saltarín. A todas luces, una mala dirección, y probablemente una de las más desafortunadas interpretaciones mahlerianas que he escuchado en mi vida. Tiempo perdido, disco a olvidar.
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