domingo, 18 de mayo de 2014

Rattle aborda a Rachmaninov y Stravinsky bajo el prisma de la sensualidad

Precioso programa ruso el ofrecido el 9 de noviembre de 2012 por la Filarmónica de  Berlin y el Coro de la Radio de Berlín bajo la dirección de los dos Simon, Rattle y Halsey respectivamente, en la Philharmonie de la capital alemana, y filmado por las cámaras del Digital Concert Hall. Programa además muy bien pensado, porque se unen dos piezas sinfónico-corales de dos enormes compositores, en principio antitéticos entre ellos, escritas por las mismas fechas y relacionadas en cierto modo por la importancia que se concede a las campanas, tal y como nos cuenta el propio Rattle en el vídeo introductorio: Las campanas de Rachmaninov y El rey de las estrellas de Stravinsky. Como plato fuerte, y ya sin voces, La consagración de la primavera en su versión revisada de 1947, aunque la obra se escribió más o menos en el mismo momento que las anteriores

El programa se abre con una espléndida recreación de la obra sobre poemas de Edgar Allan Poe. Desde luego no es este un Rachmaninov propiamente ruso, esto es, no muy rústico, ni bronco, ni antes fogoso que meditativo, sino más bien occidentalizado y visto desde ojos antes románticos más que expresionistas, por lo que priman la sensualidad (¡asombrosa!), la calidez, la opulencia sonora y el refinamiento, lo que tiene mucho que ver tanto con la batuta de un Rattle detallista, concentrado y soberbio planificador que parece aquí retomar un tanto el espíritu de Karajan (del mejor Karajan, aunque este apenas dirigiera la música de este autor) como de la sonoridad de una orquesta de sonoridad fascinante, ora poderosa, ora de texturas que rozan el impresionismo, cuajada de solistas que tocan con la expresividad a flor de piel.

En las voces hay algunas desigualdades. El joven tenor Dmitry Popov realiza una buena labor en el primer movimiento, aunque el tremebundo (casi disparatado) despliegue sinfónico-coral diseñado por Rachmaninov termina aplastándole. A Luba Orgonásová ya se le nota la edad, sobre todo en la tirantez del agudo. Admirable por su parte el bajo Mikhail Petrenko en el escalofriante cuarto movimiento. Un diez para el coro.

El rey de las estrellas (Santiago Martín prefiere utilizar en su monografía sobre el compositor el nombre original, Zvezdóliki, que traduce como Rostro de estrella) es una obra corta pero de extrema dificultad –no lo digo yo, lo dijo el compositor– que requiere fuerzas orquestales y corales de gran tamaño virtuosismo extremo. Aquí las hay, obviamente, pero además Rattle y Halsey aciertan por completo a la hora de recrear la atmósfera sacra, estática y visionaria de esta pieza que (lo explica admirablemente Martín en su referido trabajo) apunta por un lado a Debussy y por otro al Stravinsky neoclásico. Sir Simon, que dirige de manera lenta y concentrada, prefiere en cualquier caso atender antes a la sensualidad del primero que a la adustez del segundo, lo que le permite a su vez mirar con el rabillo del ojo a Olivier Messiaen.

La sensualidad vuelve a ser el rasgo distintivo en La consagración de la primavera. Esto no significa, en modo alguno, que Rattle ablande la pieza o que cometa ningún disparate estilístico: el maestro británico también ofrece una buena dosis de incisividad, desasosiego y tensión dramática (algo menos que en su filmación de 2003 para Esto es ritmo y la del Waldbühne de 2009), que llega a ser verdaderamente paroxística en los finales de cada una de las dos partes. Pero lo que llama la atención es la atmósfera embriagadora, cálida, evanescente y por momentos muy erótica que su batuta consigue con su fraseo lleno de naturalidad –nada aquí de sequedad o de intelectualidad stravinskiana– y una batuta que sabe extraer mil colores, de los más suaves a los más ásperos, de una orquesta que parece superarse a sí misma cada día. Cierto es que algunos pasajes concretos podrían alcanzar mayor fiereza o, por el contrario, estar mejor paladeados, pero en contrapartida Sir Simon nos desvela algunas líneas que generalmente pasan desapercibidas y realiza algún que otro considerable hallazgo (impagables las “exhalaciones” de la orquesta al arrancar la segunda parte, que ya estaban en sus anteriores recreaciones pero ahora le salen aún mejor).

El concierto fue en su día transmitido a cines de toda Europa, y hoy puede verse en la Digital Concert Hall de la orquesta. Además, dos de las interpretaciones han sido editadas en compacto (no son exactamente las mismas tomas, porque para el disco se mezclaron tres conciertos) por Warner Classics: Las campanas viene con las Danzas Sinfónicas (las mismas ya comentadas aquí) y Le sacre con la Sinfonía para instrumentos de viento y Apolo y las musas. Ignoro si los CDs suenan con mayor calidad que las filmaciones de la DCH, que lo hacen muy bien pero sin especial relieve ni gama dinámica. A pesar de esta relativa limitación, se disfrutan muchísimo.

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