jueves, 8 de mayo de 2014

Pagliacci por Karajan, por partida doble

Esta semana he tenido la oportunidad de disfrutar las dos grabaciones que realizó Herbert von Karajan de Pagliacci, en ambos casos poniéndose al frente a las huestes de La Scala de Milán. La primera es el audio registrado en 1965 por Deutsche Grammophon con Carlo Bergonzi, Joan Carlyle y Giuseppe Taddei como trío protagonista. La segunda es la película –rodada en celuloide, con el colorido conservado admirablemente– realizada tres años más tarde para Unitel y en la actualidad editada en DVD por el sello amarillo junto a Cavalleria Rusticana; Jon Vickers, Raina Kabaivanska y Peter Glossop son los protagonistas de la obra de Leoncavallo.

Pagliacci Karajan

La labor de la batuta me ha encantado. Desde luego Karajan evidencia ansias de protagonismo –la toma sonora lo deja bien claro en el CD, mientras que en la filmación el narcisismo con que sale el salzburgués resulta inaguantable–, pero si hacemos caso omiso de semejante circunstancia lo que nos encontramos es una dirección cantable a más no poder, muy clarificadora –los tempi tienden a la lentitud–, refinada o rústica cuando debe, colorista y con encanto en los momentos oportunos, fraseada con acentuaciones llenas de teatralidad, pero también poseedora de una enorme carga trágica en la que los no muy brillantes de la orquesta suenan con opulencia y rotundidad germánicas; asombroso, por otro lado, el partido que el mítico maestro le saca a la cuerda grave milanesa. Una maravilla, en definitiva, aunque debo puntualizar que en la filmación Karajan va con más prisas y parece deleitarse menos en los mil detalles que hacía aparecer en el disco; los ingenieros de Unitel, además, recogen a la orquesta de La Scala con una toma metálica y reverberante que convence menos que la de Deutsche Grammophon para el vinilo.

Carlo Bergonzi lleva el personaje a su terreno y convence con maravillosa musicalidad, capacidad para el matiz, cantabilidad y perfecta dicción, pero hemos de reconocer que no tiene la voz robusta y squillante necesaria, tampoco temperamento verista, por lo que la vertiente más desaforada del personaje resulta algo impostada. Todo lo contrario Jon Vickers. Este sí, independientemente de sus peculiares y bien conocidas características tímbricas, posee el instrumento y el estilo adecuados, pero sobre todo encarna con mucha más propiedad a su personaje. El tenor canadiense ofrece el Canio más certero, es decir, un verdadero animal de emociones primarias y extremas; un animal herido y rabioso que es capaz de llegar al asesinato –por partida doble– delante de todo el mundo. Su “Vesti la giubba” resulta acongojante desde el punto de vista expresivo.

Joan Carlyle no tiene una voz personal ni resulta muy creativa, y además su dicción italiana es muy mejorable, pero canta con irreprochable línea y sabe ser expresiva, más en el aria y el dúo que en el teatro final, donde necesita más dobleces. Kabaivanska, con su timbre metálico y afilado temperamento, resulta más emotiva, además de muy guapa en escena, pero su visión del personaje parece algo desenfocada, en parte debido a la regie: a veces parece que estamos oyendo y viendo antes a Floria Tosca que a una pobre cómico ambulante.

Espléndido Giuseppe Taddei, lírico cuando debe y malévolo después, pero sin truculencias, si bien su voz no es especialmente poderosa. En cualquier caso, muy preferible a Peter Glossop, mediocre cantante y exagerado actor. En ambas grabaciones Silvio es Rolando Panerai, quizá más satisfactorio en lo vocal en el vídeo que en el audio. Muy lírica, bella y ensoñada antes que pícara, la serenata de Arlequín por Ugo Benelli; en la película, Sergio Lorenzi ofrece menos belleza canora pero más intensidad.

La producción de La Scala estuvo dirigida en su momento por Paul Hager sobre escenografía detallista y un punto hortera de Georges Wakhevitch, pero lo que aquí se ve es una dramatización supervisada por Karajan siguiendo unos parámetros teatrales que nada tienen que ver, por la ubicación de personajes y cámaras, con lo que se debió de ver desde el patio de butacas; los resultados son desiguales, porque ni todos los cantantes son buenos actores ni el teatrillo de Colombina y Arlequín está bien resuelto. Además, el playback resulta molestísimo.

En cuanto a los aspectos puramente cinematográficos, no hay por donde coger los resultados: Karajan no tiene ni puñetera idea de cómo narrar visualmente una historia, planifica de manera deficiente, monta mal y comete muy obvios errores de raccord. Aun así, merece la pena: lo de Vickers ni se ve ni se escucha todos los días. Aprovechen que la filmación está en YouTube, antes de que la quiten.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La dirección cinematográfica, visual o lo que demonios sea, de Karajan es BOCHORNOSA. Al igual que las que hizo de Otello o Carmen en aquellos tiempos. Ese mismo "concepto visual" suyo arruina también muchas tomas de vídeo de conciertos dirigidos por él, por no decir todas, siempre iguales de estáticas y pretenciosas. J. S. R.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Me temo que estoy completamente de acuerdo. ¡Esos planos del maestro visto desde detrá del arpa, utilizando las cuerdas como filtro! Inenarrable. Y menos mal que aquí no tiene la oportunidad de ofrecer esos planos de los metales, todos perfectamente alineados uno al lado del otro, como en un desfile militar...

Bruno dijo...

Es curioso las vueltas que le dió a la filmación de sus conciertos. Y las chorradas que hizo sobre un problema que ahora está resuelto de una forma muy estándar. Todo por hacer girar todo alrededor de su imagen. Resultados de mal gusto de una persona que no lo debía tener malo. ¿Cómo es que careció para eso de sentido del ridículo? Ha estropeado la labor de su vida: la filmación de su discografía.

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