lunes, 20 de enero de 2014

Tristán con Barenboim y la WEDO en Sevilla: sencillamente redondo

Aún triste por el fallecimiento de Claudio Abbado, cuyas realizaciones de los años sesenta y setenta le colocan en el podio de lo más grandes directores de la era del disco, me toca escribir sobre el segundo acto de Tristán e Isolda que en versión de concierto ofrecieron ayer domingo 19 en el Teatro de la Maestranza Daniel Barenboim y sus chicos de la West-Eastern Divan. Diciéndolo alto y claro, el nivel fue aún superior al esperado, porque además de una batuta excelsa en este repertorio y de una orquesta cada día mejor y más entregada, había sobre el escenario algo que es muy difícil de reunir para la interpretación wagneriana, incluyendo los mejores teatros del mundo y las producciones discográficas de los sellos más prestigiosos: un equipo canoro de altísimo nivel y de enorme solidez, con algún inevitable desequilibrio pero sin ningún lunar de importancia. Ni uno solo.

Barenboim WEDO 2014 Maestranza Tristan

Iréne Theorin es una de las Isoldas más apreciadas de la actualidad. No me extraña. La voz es de soprano dramática wagneriana cien por cien, robusta, esmaltada, homogénea en toda su extensión, de amplio pero bien controlado vibrato, poderosa en los agudos –todos ellos afrontados a tumba abierta– y de irreprochable proyección por la sala incluso en los momentos en los que la orquesta (no se olvide: sobre el escenario y no en el foso) sonaba con mayor potencia. Como intérprete la sueca no alcanza ni muchísimo menos el grado de sutileza, sensualidad y elevación espiritual de la inigualable Waltraud Meier –que ya no está para muchos trotes–, pero no es en absoluto una artista plana o vulgar: canta con musicalidad y atención al matiz, además de con estilo y un alto voltaje pasional.

Gratísima sorpresa –por no decir una revelación– Andreas Schager. Desde luego no es un heldentenor, sino un lírico. Pero un lírico de voz hermosa dotada de metal, excelentes agudos y gran maleabilidad, permitiéndole matizadas y sensibles medias voces en los momentos más delicados del dúo. Me recordó a Jerusalem –también físicamente– y, sobre todo, al joven Kollo. Ahora bien, de tanto poner la carne en el asador llegó un momento en el que Schager soltó un “gallo”; a partir de ahí se puso nervioso, sucediéndose algunos roces que afearon un tanto su interpretación, que se hizo más prudente y escamoteó alguna nota en los fortísimos. ¿Cómo abordará este joven el terrible tercer acto en una función completa? No lo sé, aunque de momento también anda cantando Sigfrido, que no es precisamente moco de pavo. En cualquier caso, en Sevilla estuvo admirable, desde luego muy por encima de los tristanes oficiales que hay por ahí, entre ellos Robert Dean Smith, que lo hizo precisamente en el Maestranza y lo anda haciendo ahora en Madrid, por no hablar del mediocre Jay Hunter Morris que vimos en Valencia y del literalmente inaudible Ian Storey con el propio Barenboim en La Scala.

El problema de Lioba Braun es que no es tanto mezzo como soprano corta; de hecho, actualmente suele hacer de Isolda, aunque en su momento cantara Brangania con Barenboim en Bayreuth. Al lado de Theorin, le faltaron diferenciación vocal y potencia canora, pero hubo mucho estilo y apreciable sensibilidad. Bien.

Sensacional Falk Struckmann, que pensé que iba a estrellarse contra el Rey Marke por su condición no de bajo, sino de barítono-bajo. Pues bien, es cierto que las notas más graves las tiene que trampear y que las características de su instrumento le impiden ofrecer ese particular toque de calidez que es propio del rol, pero a cambio ofreció, además de un volumen canoro de impresión, una recreación psicológica de una intensidad dramática comparable a la de los más grandes recreadores más o menos recientes del personaje, Kurt Moll y Matti Salminen. ¿Y Pape? Sin duda magnífico, pero Struckmann me parece aún más intenso y veraz. De libro.

El papel de Melot tiene dos frases, así que fue todo un lujo contar con una personalidad de la talla del ya veterano Graham Clark, al que los operófilos conocemos bien como actor-cantante en papeles de “tenor graznante” tipo Mime. Voz fea y con punta, perfecta en estilo y certera en la expresión. Lo dicho, de lujo.

De la dirección de Daniel Barenboim no voy a decir nada, porque unánimemente está reconocido como el más grande director de Tristán e Isolda de los últimos cuarenta años. Bueno, sí, debo apuntar que a tenor de su evolución en la interpretación de la sublime partitura esperaba en Sevilla una visión aún más lírica, sensual y amorosa que la suya de La Scala. Pues no: hubo concentración y elevación espiritual en grado sumo, desde luego, pero en el Maestranza tocó una de esas noches de “Barenboim ardiente” con momentos –entrada de Tristán, clímax antes de la irrupción de Marke– tan arrebatados que hubieran podido conocer un considerable descontrol de no ser porque los chicos de la West-Eastern Divan (¿alguien se atreve a repetir a estas alturas eso de “orquesta de bolos”, aunque hayan ensayado tan solo unos días?) demostraron una técnica y una entrega portentosas. Lo hicieron, claro, guiados por una batuta que les exigió en grado extremo y que la modeló con una plasticidad, un sentido del color, un equilibrio de la polifonía (¡increíble tratamiento de las texturas, con plena atención a todas las líneas intermedias!) y un estilo wagneriano como hoy ningún otro director –con la excepción de Thielemann, en cualquier caso muy inferior a Barenboim en esta partitura– puede conseguir.

En suma, una interpretación de primera magnitud y todo  un hito en la interpretación wagneriana en Sevilla. Dice mi amigo Juan José Roldán en su crónica que “llegará el día, y no será muy lejano, que recordemos este paso periódico del gran y genial maestro con su espléndida formación, crecida a nuestro amparo, con tanta nostalgia como orgullo”. Estoy de acuerdo, y añadiría que sentiremos bochorno al recordar como cada vez que llegaba esta cita anual, los de siempre andaban tergiversando la información (¡qué demagogia hacer creer a los menos informados que el dinero de la Fundación sirve tan solo para sufragar dos conciertos!) y pidiendo que Barenboim se vaya con la música a otra parte. Ya lo verán: el tiempo pondrá a cada uno en su lugar. Mientras tanto, quede esta velada para el recuerdo.

10 comentarios:

Bruno dijo...

¿Se refiere a ésta:
https://www.youtube.com/watch?v=cFt1appXgMI?

Agustín dijo...

Tener a Baremboim en España es un lujo no suficientemente valorado.
Él declaró hace poco: "Amo a España pero no sé si España me quiere a mí".
Yo le contestaría que muchos sí le queremos y admiramos y muchos más no saben ni quien es. Es lo de siempre.
Es un director tan extraordinario o más de lo que lo fué como pianista.
El binomio Baremboim-Wagner es único.
Tiene un ciclo de las sinfonías de Beethoven con la Staatskapelle de Berlín que es impresionante.
Si España no le valora como se merece (que creo que no) será uno más de los genios despreciados por este país de asnos.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Agustín, completamente de acuerdo.

Bruno, ese vídeo de la suite del Mandarín, que hace mucho tiempo grabé en VHS de ese mismo canal, Muzzik, es una de las cosas más absolutamente descomunales que le he escuchado a Abbado, y quizá la mejor interpretación orquestal de Bartók que he escuchado en mi vida. Me alegra muchísimo que usted la haya encontrado en YouTube y que la pueden disfrutar quienes se pasen por aquí. Lo curioso es que es ya de la época en la que el italiano había comenzado su giro artístico que tan poca gracia a mí me hace.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Me he equivocado, Bruno. La Suite a la que me refería, si no recuerdo mal, es del 87 y está filmada en la Musikverein vienesa. Esta es del 80 y en el Concertgebouw. En cualquier caso, a tenor de lo que estoy escuchando, es igual de descomunal.

Villiers dijo...

Don Fernando, Christian Thielemann no dirige Tristan und Isolde desde el año 2013 (editado en CD, Wiener Staatsoper) y no volverá a hacerlo hasta el año 2015 en el Festspielhaus de Bayreuth, según declaración propia. Será entonces el momento de comprobar si supera o no al señor Barenboim en esta obra como lo hace en las otras.

Villiers dijo...

Perdón por el lapsus, quería decir que no dirige Tristan desde el año 2003, es decir, desde hace diez años.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Obviamente, cuando se habla de cómo un director interpreta tal obra se habla de grabaciones o audiciones en vivo, no de futuribles. En principio, no hay que suponer que Thielemann vaya a cambiar en 2015 de manera radical su visión de Tristán del registro de 2003, del que en su momento tomé las siguientes notas:

"La dirección es muy sólida e idiomática, espléndida en el primer movimiento a pesar de resultar más vistosa que profunda, pues Thielemann busca adrede la espectacularidad y la acentuación de los contrastes. Muy bien el segundo, aunque el monólogo de Marke es algo lento. El tercero es flojo, bastante plano y prosaico, con un liebestod que termina de manera algo dulzona."

Con respecto al resto de las óperas wagnerianas, hay quienes piensan, como usted, que el alemán ha superado al de Buenos Aires, y otros que opinan todo lo contrario. Yo no puedo decir más porque no conozco su Wagner lo suficientemente bien. Solo tengo reciente su Parsifal, que me parece puro sonido sin sustancia dramática. Tannhäuser y Maestros se los escuché hace demasiado tiempo y no tomé notas, mientras que la Tetralogía no se la conozco.

Gracias por compartir sus opiniones.

Anónimo dijo...

"Este país de asnos". Como bien demuestra este blog de exquisitos.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

El último mensaje lo he publicado para que el personal vea lo que suele hacer la gente amparándose en el anonimato. Normalmente no publico mensajes que no aportan nada salvo insultos.

Por cierto, según mis rastreadores el comentario en cuestión llega desde Asturias.

vicents dijo...

A ver el señor Barenboim tiene un posicionamiento ideologico (y etico) muy determinado, y es normal que haya españoles,primero, que no lo conozcan, y luego, que no esten de acuerdo con su forma de actuar. En Andalucia los 12 millones de euros que cuesta en Divan siempre se atiza con este tema a los que lo vemos como una inversion bien realizada aunque haya otros que mejor se lo gastarian en un plan Romero para llevar seudo catolicos a una romeria que no es sino una bacanal.Lo que pasa es que no hay artistas que sean manifiestamente de derechas y entonces serian fustigados por los de izquierdas como pasaba hace 20 o 30 años con el caso de karajan o cantantes como la señora de Walter Legge, o el propio Furtwangler que lo machacaron despues de la segunda guerra mundial sin venir muy a cuento. y en cuanto a los insultos, retratan muy bien a quien los hace.

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