Pude asistir –después de un muy molesto viaje en coche desde la sierra de Segura que terminó con la intervención de la grúa por avería– a la última de las ocho funciones que el Teatro de la Maestranza ha ofrecido de Rigoletto. Segundo reparto: Nucci, Pratt, Albelo. Mucho público foráneo que venía a escuchar al barítono boloñés. Ambiente de fans predispuestos a montar una fiesta. ¡Y bien que la hubo! El resultado fue una función en la que hubo insuficiencias más o menos claras en cada uno de los artistas congregados, pero que funcionó exactamente como cabía esperar y que nos hizo disfrutar de lo lindo a la mayoría de los que allí nos encontrábamos, entre otras cosas porque sabíamos bien a lo que íbamos.
Fue una función de ópera “a la antigua usanza” en el sentido más manido del término, con todo lo que ello implica: la música como vehículo de lucimiento para los cantantes, empeñados mucho antes en realizar proezas canoras –las que cada uno puede– que en poner su técnica al servicio de la historia que se está desarrollando, acompañados todos ellos por un foso convertido en colchón y dentro de una propuesta escénica pensada para deslumbrar visualmente al público menos cultivado, pero sin una verdadera idea teatral detrás. Y todo ello con un divo, en este caso Leo Nucci, dispuesto a dejarse querer sabiendo desde el primer momento que es el rey de la función. Vamos, una velada operística de esas en las que se disfruta de manera digamos “primaria”, dejando a un lado la reflexión y permitiéndose uno gozar del espectáculo en el sentido más estricto del término. Si se consigue entrar en el juego, se lo pasa uno en grande, incluso aunque no se sea fan de la estrella de turno.
Es el caso: a mí jamás me ha entusiasmado Leo Nucci, ni en disco ni en vivo. En Sevilla le pude ver hace ya años el Fígaro del Barbero y, precisamente, Rigoletto, y me aburrió de manera soberana. ¿Sigue siendo el mismo? Desde luego su canto es igual de monocorde, siempre en forte y sin el menor matiz canoro (¡ni un puñetero regulador!). La voz está ahora peor, lógicamente, aunque conserva un volumen muy considerable y un fiato sorprendente que le permite realizar unos cuantos alardes. Pero, a pesar de lo dicho, resulta ahora más convincente, por momentos muy emocionante, sobre todo en el segundo acto: su “Cortigiani”, rudezas y vulgaridades incluidas, estuvo dicho con la convicción de una figura que lleva toda su vida haciendo ópera y se mete en la piel del personaje al ciento veinte por cien. Incluso su sobreactuación escénica, que funciona regular en los primeros planos de una filmación, resulta eficaz vista desde el patio de butacas. Como además dejó la prudencia a un lado y decidió exhibir lo que le queda de voz, que no es poco para su edad, el impacto estuvo garantizado. Por supuesto que se bisó la “Vendetta”, por cierto bastante mejor que la horrenda que ofreció en 2009 en Madrid. Montó además el numerito de pedir aplausos –en medio de la función– para sus compañeros, para la batuta y para los solistas de la orquesta. El público, delirando.
La australiana Jessica Pratt, de voz no grande pero maravillosamente timbrada y con cuerpo suficiente, me deslumbró por su asombroso dominio de trinos y reguladores, que utiliza con claro afán exhibicionista (“Caro nome” de antología) pero sin caer en el cursi narcisimo de, por poner un ejemplo vistoso, una Gruberova. Solo en el tercer acto se quedó un tanto corta tanto en voz como en expresión, aunque siempre dentro de un buen nivel. Su buen gusto cantando parece indiscutible, a la espera de ir adquiriendo una mayor personalidad.
Al tinerfeño Celso Albelo es la primera vez que le escucho. Me lo esperaba más claramente belcantista: el bloguero Atticus (uno de los más de veinte aficionados que habían venido desde Valencia) me comentaba en el intermedio que le recordaba muchísimo a Alfredo Kraus, pero el recuerdo que yo tengo del Duca que ofreció el gran maestro en el mismo Maestranza en 1991 no es exactamente ese. Su discípulo matiza mucho menos –su técnica también resulta muy inferior– y está por completo alejado del carácter aristocrático que Kraus imprimía al personaje, pero por eso mismo resulta más “echado pa’lante”, más fresco e inmediato, y quizá en mejor sintonía con el personaje. La primera escena la resolvió con corrección (alguien que estuvo en todas sus funciones me confirmó que esa noche obtuvo ahí mejores resultados); funcionó muy bien en el dúo y en “Parmi veder le lagrime” hizo una maravillosa exhibición de canto ligado. Me gustó menos en la cabaletta, dudosamente rematada, cosa que compensó con un brillantísimo final de “La donna è mobile”, por lo demás cantada con cierta tosquedad. Muy digno en el cuarteto, y en conjunto notable encarnación del antipático personaje.
Mi admirada María José Montiel derrochó clase, pero no fue su noche. Mejor dicho, Maddalena no es su personaje: la mezzo madrileña resulta demasiado lírica. Por cierto, vaya piernas más espectaculares que tiene esta señora. Sí que es perfecta la voz –impresionante– de Dmitri Ulyanov para Sparafucile, mejor aquí que en su reciente Banquo en el Real. Muy bien el Monterone de Miguel Ángel Arias, y buen nivel en los comprimarios.
La dirección musical de Pedro Halffter se quedó a medio camino, pero desde luego resultó aplastantemente superior a algunos mamarrachos que en el mismo Maestranza hemos escuchado en Verdi, como el Trovatore de Maurizio Arena o el Macbeth de Daniel Lipton. De hecho, en cuanto concepto fue todo lo contrario: si los batuteros citados fueron deprisa y corriendo, siempre con rigidez marcial, sin dejar a la música (¡y a los cantantes!) respirar, metiendo además decibelios a discreción y aplicando el concepto de "ópera italiana igual a chimpún”, el madrileño moderó las dinámicas –a mi entender en exceso–, fraseó con amplitud melódica, fue flexible en el discurso e hizo uso de pinceles finos a la hora de tratar la sonoridad de la orquesta. El problema es que abordó la partitura más como una sinfonía que como ópera, por lo que se perdió algo tan importante en Verdi como es la capacidad para narrar, el sentido dramático, la teatralidad.
Así las cosas, Halffter resultó algo plano y mortecino en el primer acto, ofreció un segundo plausible y convenció por completo en el tercero gracias a su habitual sentido de la atmósfera –muy conseguida la tormenta– y a su cuidadoso tratamiento de colores y texturas, por momentos de fuerte carga sensual; logró así poner en evidencia la maravillosa imaginación de la escritura orquestal verdiana, sobre todo en un dúo final desgranado con calma y gran cantabilidad.
La producción escénica venía del Teatro Regio de Parma y se debía en origen a Stefano Vizioli. Yo ya la conocía por el DVD recientemente editado, precisamente con Nucci de protagonista. Su concepto se resume fácilmente: despliegue de hilos de oro en la corte ducal, mucho cartón piedra para el resto, dirección de actores pobretona, resoluciones poco imaginativas y escasez de auténtica vida teatral. No, no creo que el verdadero respeto a la obra sea precisamente esto, hacerla en plan función escolar de fin de curso. Pero también es verdad que, con las pedanterías que continuamente tenemos que soportar a algunos registas que pretender dejar su huella por encima de cualquier otra consideración, se agradece una propuesta así, sensata y respetuosa con las convenciones del melodrama. O al menos, muy en sintonía con el tipo de espectáculo “a la antigua” que se ofrecía.
Yo disfruté mucho de la función, para qué les voy a engañar. Y el teatro casi se viene abajo con la respuesta del público.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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6 comentarios:
Estuve en la misma función y coincido bastante con lo escrito. Sí me pareció muy clara la imitación que Albelo hace de Kraus. En cuanto a Nucci, está claro que no es la voz más bella del mundo ni la más matizada, y que hubo portamenti para reventar, pero el tipo se lo pasa en grande y hace que el público también. Me he enterado a través de un miembro del coro que Nucci dice que sigue cantando simple y llanamente porque se lo pasa muy bien. Y con las muchas pegas que se le puedan poner, no está la cosa muy sobrada de barítonos verdianos.
También es cierto que Halffter progresó en cada acto. En el segundo la orquesta sonaba hasta "cuca" cuando debía ser irónica y oscura (la escena de Sparafucile, por ejemplo), y las más de las veces, un tanto mecánica para mí. Es mi opinión.
Muy de acuerdo en lo de Halffter: a veces este Verdi le sonó demasiado "bonito", cuando la sonoridad en Verdi tiene que tener un punto de rusticidad, que no de tosquedad. La obsesión del madrileño por la belleza sonora en sí misma es quizá su aspecto más discutible como artista. Ya le pasó en Tristán e Isolda, aunque en esa ocasión creo que fui el único que realizó tal reproche. Pero vamos, en comparación con otros Verdi, no solo los citados en del Maestranza sino otros muchos que he escuchado en Jerez o en Madrid, su Rigoletto no me parece en absoluto desdeñable.
En cuanto a Albelo/Kraus, tampoco me sé de memoria el Duca del maestro. Creo que tengo solo dos grabaciones suyas, la de EMI de toda la vida con Rudel y un DVD que circula por ahí, más lo que conservo en la memoria de 1991; recuerdo de entonces, entre otras cosas, un constante exhibicionismo en los agudos, incluyendo los compases de despedida del personaje en la lejanía. La verdad es que nunca me ha parecido referencial su visión del Duca.
Muy interesante lo de Nucci. Creo que le pasa algo parecido a lo de Plácido: lo que "le pone" es estar en todas partes, cantarlo todo y ser admirado por la gente. Desde luego, muy preferible Nucci a Vratogna y otros animales de corral que circulan por ahí. Me gustaría mucho que algún día pudiéramos volver a escuchar al bufón de Carlos Álvarez, aunque me temo que eso tendría su contrapartioda: el malagueño impondría en el foso a Daniel Lipton o Miquel Ortega, directores extremadamente impresentables.
Una pena no haberte podido conocer en persona, Pablo... Gracias por las aportaciones.
Ah, pues Kraus es mi Ducca claramente. Tiene otras dos grabaciones "oficiales" de estudio al margen de la de Rudel. Una con Solti y la otra con Gavazzeni.
Una chorrada grande: anoche, viendo el partido pensé en el aire que se le da Jesús Navas a Kraus en sus años mozos. O eso o eran las dos de la mañana y estaba dormido...
La versión de Solti sabía que existia -se me había olvidado-, pero no la conozco. De la de Gavazzeni confieso no haber tenido noticias.
De fútbol no sé nada: no conozco a Jesús Navas, ni menos aún sabía que anoche había un partido importante. Mi ignorancia balompédica es total y absoluta. Sorry.
El Kraus de la grabación de Rudel palidece ante la creación de la grabación de 1960, con un timbre fresco, lozano, y un Duca exultante, de una altiveza arrebatadora. Ocurre que en esa hay un Bastianini tosco, pero una Scotto deliciosa. Muy recomendable frente a la de Rudel, con un Milnes pasadísimo de rosca y una Sills con un vibrato insoportable. Tardísimo para su Gilda.
La opción B es el DVD de la función de Parma, la que parece que es a oscuras. Nucci, Kraus, Anderson. Tela.
Por otro lado, concuerdo con las impresiones del dueño del blog respecto a la función. Se sabía a lo que se iba, nadie salió engañado y salvo un puñadito de puristas, la inmensa mayoría disfrutó muchísimo.
Si malos fueron algunos batuteros que han dirigido Verdi, no mejor fue Pedro. Sigue sin oler a Verdi. Le es ajeno el lenguaje musical de la ópera romántica italiana. Lo mejor que se puede decir de su batuta es que, al menos, no molestó a los cantantes. Los intérpretes del "Don Carlo" de hace dos temporadas no pueden decir lo mismo.
Gracias por la recomendación, Mitchum. Procuraré escuchar ese Rigoletto, pese a que "Bastonini" no es precisamente santo de mi devoción. Es verdad que la Sills grabó todo muy tarde, qué pena. La función de Parma sí que la conozo, aunque no sé si decir que la he "visto", porque verse no se ve gran cosa con esa filmación...
Desde luego, si disfruté mucho es porque me preparé mentalmente para entrar en el juego. No es el tipo de velada operística que a mí me apasione (Rigoletto sí, la adoro, me refiero al concepto), pero sabiendo a lo que voy me lo paso en grande como el que más.
Sobre Halffter, es un señor al que creo haber escuchado lo suficiente en directo como para tener una idea más o menos clara de sus virtudes, que a mi entender son muy importantes, y de sus limitaciones, que también son considerables. Me parece un director muy irregular, pero desde luego superior a un López Cobos o a un Josep Pons. Superior como artista con personalidad y creativo, claro, que una cosa es eso y otra ser maestro de foso. Desde luego, este Verdi suyo, que no suena en absoluto a Verdi pero al menos es musical, no me parece inferior a los del maestro de Toro, y por descontado lo prefiero al de los batuteros presuntamente expertos en este repertorio como el citado Arena, que destrozó aquel Trovatore de hace años.
Por otra parte, ¡qué difícil es dirigir bien a Verdi! ¡Y qué zoquete aquel director de cierto teatro andaluz que me dijo una vez que para dirigir Trovatore solo hacía falta una batuta que hiciera, literalmente "tachán-tachán"! Un saludo.
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