Esta entrada fue publicada originalmente el 17 de julio de 2013.
He vuelto a escuchar las interpretaciones de Gould/Bernstein, Rubinstein/Barenboim y de Barenboim 2010, renovando sustancialmente los comentarios. Se han añadido reseñas de las interpretaciones de Kempff/Leitner, Zimerman/Bernstein, Aimard/Harnoncourt, Grimaud/Gergiev y Willens/Brautigam, así como de las tres en audio que tiene Ashkenazy.
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Aunque de manera un tanto improvisada, sin tiempo para escuchar todas las interpretaciones que hubiera deseado, respondo al reto que me planteaban tras mi discografía sobre el Concierto para piano nº 2 de Beethoven: hacer lo propio sobre el nº 4, no sé si el mejor de la serie pero sí el que más me gusta. Más incluso que el nº 5, pues me siento más atraído por el dramatismo introvertido de esta obra que por la grandeza épica del Emperador.
Conviene recordar que el estreno público de este Cuarto concierto se realizó en 1808 junto con las sinfonías Quinta y Sexta, nada menos: Beethoven de plena madurez, pues, rompiendo los moldes del clasicismo en busca de nuevos lenguajes que den paso a un mundo expresivo que se aparta del siglo XVIII para mirar decididamente a lo que está por venir. Por eso mismo una interpretación anclada en el pasado difícilmente logrará poner de relieve la modernidad de la escritura de esta pieza. A destacar en este sentido el breve pero absolutamente genial movimiento central, con frecuencia asociado (¿es necesario hacerlo?) con la imagen de Orfeo dialogando con las Furias.
Como es habitual, la discografía la he realizado partiendo de las anotaciones por mí realizadas de mis audiciones de los últimos años y añadiendo otras nuevas realizadas exprofeso para la ocasión. Intentando aprender cosas nuevas con respecto a mi pequeño trabajo sobre el Concierto para piano nº 2, esta vez he procurado dejar aparte las interpretaciones más o menos historicistas –esta otra partitura es mucho más avanzada en lo estilístico que la citada– y me he dedicado a escuchar registros que den entrada a importantes pianistas que la otra vez se habían quedado fuera; otra cosa es que estén a la altura de las circunstancia, como veremos.
En cualquier caso, el lector podrá comprobar en seguida que Barenboim sigue siendo el gran protagonista de la discografía: me parece completamente justificado, no solo porque cada día parece más claro –yo nunca lo he dudado– que el de Buenos Aires sea el mayor beethoveniano de la era discográfica, sino también porque sus diversas aproximaciones resultan lo suficientemente distintas entre sí como para ser recogidas todas ellas. También me parece justo que Arrau aparezca tres veces: sin ser Beethoven el compositor con el que mejor se identificada, difícil resulta discutir que Don Claudio fue el más grande pianista del siglo XX.
Comprendo que algunos lectores se sientan decepcionados al haberse quedado fuera algunas de sus versiones favoritas. A ellos les ruego que comprendan que mi tiempo es limitado y que tampoco me resulta fácil acceder a todas las interpretaciones que deseo. Probablemente en el futuro amplíe este pequeño trabajo, pero de momento lo dejamos aquí.
Son los movimientos de este Concierto nº 4 en Sol mayor, op. 58:
- Allegro moderato
- Andante con moto
- Rondo (Vivace)
DISCOGRAFÍA
1. Rubinstein. Beecham/Royal Philharmonic (EMI-RCA-Testament, 1947). Aunque ha cumplido ya los sesenta cuando realiza la primera de sus cuatro grabaciones del concierto beethoveniano que más ama, lo cierto es que Rubinstein manifiesta una total inmadurez artística en esta interpretación: no solo se muestra por completo ajeno al lenguaje beethoveniano, sino que aborda la obra desde el punto de vista meramente virtuosístico, seduciendo con su agilidad digital pero cayendo por completo en lo mecánico, por no decir en lo rutinario y lo cuadriculado, sin apenas espacio para la poesía ni la reflexión. Solo se salva el segundo movimiento. Beecham, por su parte, dirige con empuje y entrega, también con prisas, haciendo sonar a su orquesta de manera poderosa pero sin detenerse precisamente en sutilezas. Detalle curioso: las cadenzas pianísticas son las de Saint-Saëns. (6)
2. Curzon. Knappertsbusch/Filarmónica de Viena (Decca, 1954). Nobleza apolínea, equilibrio y una cierta espiritualidad contemplativa caracterizan a esta interpretación hermosa, fraseada con naturalidad y ajena al exhibicionismo virtuosístico, pero un tanto unilateral en lo expresivo, falta de garra y de empuje, tanto por parte del pianista inglés, algo soso, como por la del maestro alemán, cuyo habitual interés por el sonido aterciopelado sintoniza muy bien con las características de la Filarmónica de Viena pero aquí, a decir verdad, de batuta un tanto flácida. Muy buena la toma monofónica. (7)
3. Fischer/Philharmonia (EMI, 1954). Edwin Fischer no solo anticipó a su discípulo Barenboim en la iniciativa de tocar y dirigir al mismo tiempo en los conciertos beethovenianos, sino también en el concepto: he aquí un Beethoven que tanto en el piano como en la orquesta sabe ser al mismo tiempo –eso es lo difícil– musculado y ágil, denso y fluido, dramático y lírico, rebelde y lleno de encanto… Lleno de claroscuros sonoros y expresivos, pues, mirando frente a frente a otras obras del autor de la misma etapa pero sin renunciar al componente clasicista de la partitura. Y todo ello lo hace apartándose por completo de lo mecánico (¡qué enorme diferencia con el Rubinstein de aquellos tiempos!), fraseando con una amplitud y una naturalidad pasmosas, matizando ricamente sin caer en el menor narcisismo y llenando a las notas de reflexión humanística. Importa poco que al ya artista suizo le queden algunos pasajes emborronados en el piano y que algunas líneas del entramado orquesta no se le escuchen del todo bien: hacer música de verdad no consiste en dar las notas con la mayor perfección técnica posible. Curiosas las cadenzas: del propio Fischer en el primer movimiento y de d’Albert en el tercero. (9)
4. Arrau. Galliera/Orquesta Philharmonia (EMI, 1955). Fraseo cantable, flexible y de extraordinaria naturalidad, belleza sonora en absoluto amanerada, alejamiento del exhibicionismo vacuo, elegancia más sencilla que refinada, profundo sentido humanístico… Son tópicos ciertos a la hora de hablar de Arrau –como también de Rostropovich, o de Giulini– que están presentes con claridad en este su primer registro de la op. 58 beethoveniana, pero también es verdad que los resultados no acaban de ser redondos: junto a frases que respiran sinceridad –maravilloso el Andante con moto– y más de un detalle absolutamente magistral, hay pasajes sin toda la variedad expresiva esperable y que incluso resultan un tanto asépticos, por no decir cuadriculados, particularmente en el primer movimiento. La Philharmonia, portentosa aunque sin la sonoridad rocosa de su titular, responde de maravilla a un infravalorado director que demuestra conocer muy bien el lenguaje beethoveniano y sintoniza a la perfección con el concepto expresivo del solista. Buen sonido monofónico. (8)
5. Gould. Bernstein/Filarmónica de Nueva York (Sony, 1961). Solo han pasado cuatro años desde el primer encuentro discográfico entre el maestro estadounidense y el pianista de Canadá, precisamente con el Segundo de Beethoven, pero las cosas funcionan ahora muchísimo mejor. Sobre todo por parte de un Bernstein más maduro como director que ahora logra encauzar su temperamento fogoso, inmediato y comunicativo con un mejor control de los medios, empezando por un fraseo mejor planificado, más natural, más atento a paladear las melodías y a ofrecer la cantabilidad, la nobleza y la hondura que esta música demanda; tanto es así, que ni siquiera en el tercer movimiento se deja llevar por lo dionisíaco. ¿Y Gould? Pues haciendo gala de su sonido voluntariamente seco y recortado, intentando alejarse de la tradición digamos “romántica”, pero mucho más dispuesto a sintonizar con la batuta y a hacer música, sobre todo en un Andante con moto ambiguo, distanciado y lleno de interrogantes: ahí está fenomenal, aun enfrentándose a unas intervenciones orquestales algo más pesadotas de la cuenta. Solo en la cadenza del primer movimiento, pimpante, precipitada y por momentos muy clavecinística, Gould se deja llevar –es de suponer que para la irritación de Bernstein– por su tendencia a ser iconoclasta de cara a la galería: de lo genial a lo genialoide parece haber solo un paso. Espléndido el reprocesado en alta definición. (8)
6. Kempff. Leitner/Filarmónica de Berlín (DG, 1961). Nunca he comprendido el enorme prestigio del Beethoven de Wilhelm Kempff. Quizá porque es muy hermoso. Mejor dicho: bonito. En el menos bueno de los sentidos. Al menos en esta recreación de la op. 58 fraseada con holgura y cantabilidad, sonada con un toque suave y seductor, ajena a todo mecanicismo; pero también sumamente descafeinada, ajena a las tensiones internas y a los claroscuros propios de la música beethoveniana… Por no decir sosa y desganada, cuando no blanda. La dirección del berlinés Ferdinand Leitner es la de un buen kapellmeister, poco más: sabe lo que se hace sin aportar nada personal, y en más de un momento –lamentable el arranque del tercer movimiento– se deja llevar por la blandura del solista. A la postre, lo único verdaderamente beethoveniano que hay aquí es la formidable orquesta. La toma suena de manera muy aceptable en la reciente recuperación en HD. (7)
7. Backhaus. Böhm/Sinfónica de Viena (DVD Euroarts, 1967). El maestro de Gratz no había llegado aún a su punto más alto de inspiración, que sería la segunda mitad de los setenta, pero aun así ofrece en esta filmación “de estudio” una dirección noble, idiomática y sensible, falta quizá de un último punto de inspiración que encontrará en su realización posterior para DG. El problema aquí es Backhaus: sobrio y concentrado, desde luego, pero bastante plano en lo expresivo, apenas emocionante y muy escorado a lo mecánico en pasajes clave como la cadenza del primer movimiento. Además no está muy bien de dedos, algo perfectamente comprensible en alguien que cargaba ya con ochenta y tres años a sus espaldas. (6)
8. Barenboim. Klemperer/New Philharmonia (EMI, 1967). Dicen que Klemperer no quiso grabar los conciertos de Beethoven hasta encontrar a un pianista que le convenciera lo suficiente. Lo encontró en un Barenboim que, aunque con el tiempo ganaría en riqueza de matices, realiza ya una labor excepcional, de sonido perfecto para el compositor, fraseo concentradísimo lleno de inflexiones, gran humanismo y un fuerte sabor amargo que sintoniza por completo con el enfoque de la batuta, si bien queda delimitada con nitidez la posición más lírica del solista frente a la dramática de la orquesta. Klemperer, como no podía ser menos,ofrece una dirección lenta, clarísima, rocosa y llena de fuerza, con un primer movimiento cantado con delectación sin renunciar al trasfondo trágico, un segundo que empieza con un tremendo pathos dramático y continua con gran negrura, y un tercero más escarpado que jubiloso, todo ello bajo un férreo control donde no hay lugar para la flexibilidad romántica en el fraseo ni para la delectación tímbrica; en este sentido predominan las ásperas y maravillosas maderas de la Philharmonia. Discutible pero genial. (10)
9. Ashkenazy. Solti/Sinfónica de Chicago (Decca, 1972). La dirección es magnífica en el primer movimiento, en el punto justo entre calidez, nobleza y tensión dramática. El segundo es muy concentrado, pero las irrupciones de la orquesta suenan un tanto infladas, exageradas, en parte por la rotundidad de la cuerda grave de Chicago. En el tercero hay efervescencia y teatralidad a tope, como también cierta tendencia al nerviosismo. Ashkenazy toca de maravilla, sabe ofrecer picos valientes de tensión y también detalles de exquisita concentración, como el arranque de la obra o el final del Andante con moto, pero también es cierto que su estilo no es del todo beethoveniano y que, en general, se encuentra un poco ausente en la expresión. Toma de mucha calidad en su reciente rescate en HD, que otorga gran relieve a la cuerda. (8)
10. Weissenberg. Karajan/Filarmónica de Berlín (EMI, 1974). Toda una decepción la labor del pianista de origen búlgaro, quien armado de un sonido en exceso delicado y desde luego poco beethoveniano, parece interesarse tan solo por la delicadeza y la belleza superficial: no hay por su parte tensión interna ni contrastes sonoros y expresivos. Karajan, como era de esperar, ofrece una dirección de sonoridad opulenta y refinada al mismo tiempo, hermosísima, impresionante y dulce a la vez, pero falta de una idea expresiva, además de excesivamente distendida y por completo desatenta a los conflictos de la partitura. Aburre. (6)
11. Rubinstein. Barenboim/Filarmónica de Londres (RCA, 1975). Si cuando realizó su primera grabación de la obra con Beecham contaba ya Rubinstein sesenta años, cuando realizó esta última alcanzaba la escandalosa edad de los ochenta y ocho. Independientemente de que su agilidad digital sea ahora menor (¡faltaría más!), nuestra impresión es la de encontrarnos ante un pianista completamente distinto. En parte puede deberse a que la batuta de su joven protegido se toma la cosas con bastante más calma que la de Sir Thomas (37’29 frente a 30’24’’), pero desde luego el mítico pianista polaco se muestra ahora muchísimo más maduro que entonces: su fraseo es mucho más flexible y cantable, su variedad expresiva mayor y más evidente esa elegancia digamos que viril y aristocrática que le caracterizaban. Todavía se le escapan algunos de los pliegues expresivos de la partitura, e incluso alguna frase de los movimientos extremos resulta un tanto mecánica, pero a la postre nos encontramos ante la recreación propia de un gran artista. Barenboim, manifiestamente influido por su experiencia con Klemperer aunque aportando una cantabilidad que es cosecha propia, dirige con sobriedad y marcados acentos dramáticos, enfrentando su batuta fogosa al enfoque más bien apolíneo del mítico pianista con resultados absolutamente excepcionales en un Andante con moto en el que resulta escalofriante, como en pocas interpretaciones se ha escuchado, ver cómo el piano se va encrespando tras las primeras acometidas de la orquesta para luego alcanzarse el equilibrio entre las dos partes. En el Rondó conclusivo el de Buenos Aires sabe ofrecer no solo efervescencia y humor con un punto de picardía sino también sentido dramático, pero todavía tendrá en el futuro que decir más cosas al respecto. Recientemente Dutton ha recuperado en SACD la imagen sonora cuadrafónica original, con excelentes resultados. (9)
12. Arrau. Bernstein/Sinfónica de la Radio Bávara (DG y YouTube, 1976). Era de esperar que en este encuentro entre dos gigantes con motivo de un concierto para Amnistía Internacional alcanzara extraordinarios resultados. O, por lo menos, que ambos mejoraran los resultados de sus anteriores grabaciones de la obra en compañía de otros. No es así: extrañamente ni Bernstein ni –menos aún– Arrau, logran profundizar del todo en la partitura, ni obtener un sonido puramente beethoveniano ni extraer toda la debida gama de matices expresivos. Todo ello, por descontado, dentro de un alto nivel que da buena cuenta de la excelsa musicalidad y el buen hacer de los dos artistas. Lo mejor es el segundo movimiento, muy dramático, y lo menos bueno el primero. Deutsche Grammophon editó el vinilo y pasó el audio recientemente a compacto, pero el vídeo sigue estando únicamente en YouTube. (8)
13. Pollini. Böhn/Filarmónica de Viena (DG, 1976). Una marcada objetividad, por no decir sobriedad o distanciamiento, singulariza a esta espléndidamente grabada recreación. ¡Qué distinta, sin embargo, la objetividad del maestro que había sido simpatizante de los nazis de la del joven comunista! La del primero sabe, desde su renuncia a las señas de identidad digamos “románticas”, destilar todo el profundo humanismo de la partitura con un fraseo tan amplio como natural, una arquitectura de absoluta lógica y una densidad tanto sonora como expresiva maravillosamente aunada con la limpieza de líneas y la elegancia marmórea de la Filarmónica de Viena. La del segundo se mantiene venturosamente alejada de la mera búsqueda de la belleza en sí misma, pero no se da de la mano con una sonoridad beethoveniana ni con una indagación en los múltiples pliegues expresivos de la obra. En cualquier caso, ofreciendo una musicalidad que en otras ocasiones el propio Pollini no exhibe en sus muy irregulares acercamientos a la música del autor, y deslumbrando –eso por descontado– con una agilidad digital impresionante, sobre todo en la cadenza del primer movimiento. (9)
14. Lupu. Mehta/Filarmónica de Israel (Decca, 1977). Sensatez, naturalidad, irreprochable gusto y –para lo bueno y lo no tan bueno– más ganas de ofrecer ortodoxia que creatividad o una visión más o menos personal de la obra, presiden esta realización de corte digamos clásico, apolíneo y equilibrado, podríamos incluso decir que mozartiano, independientemente de que Mehta obtenga de la voluntariosa orquesta un sonido muy apropiado para el de Bonn y de que el joven solista –treinta y dos años contaba por aquel entonces el rumano– a veces ofrezca acentos muy incisivos. Menor mecanicismo en algunas frases por su parte y mayor variedad de acentos y garra dramática por la de la batuta serían bienvenidas para poner a esta en cualquier caso espléndida interpretación entre las mejores. (9)
15. Serkin. Ozawa/Sinfónica de Boston (Telarc, 1981). El primer movimiento de esta no muy bien grabada interpretación –toma sonora algo difusa– es un verdadero disparate estilístico y una muestra de mal gusto en lo expresivo, tanto por parte de un piano excesivamente delicado y sin carácter como, sobre todo, por la de una batuta que hace sonar a la fabulosa orquesta norteamericana de manera difuminada, blanda y evanescente, ocupándose solo de la belleza sonora –belleza a la manera impresionista, habría que especificar– y relegando los aspectos expresivos. El resultado de semejante conjunción entra de lleno en el más irritante narcisismo y amaneramiento. El Andante con moto funciona mejor: Ozawa hace sonar a la cuerda con robustez –más que con verdadera garra dramática– y Serkin, aun en una línea en exceso dulce y contemplativa, frasea con gran naturalidad y belleza. El maestro oriental se mantiene aceptablemente entonado en el Rondo final, pero el pianista sigue empeñado en convertir a la obra beethoeviana en la propia de una cajita de música. Un fiasco. (5)
16. Ashkenazy. Mehta/Filarmónica de Viena (Decca, 1983). Frente a la grabación que realizó en Chicago con Solti, el pianista ruso parece sentirse más cómodo e inspirado dialogando con una orquesta que, manejada no con particular inspiración pero sí con sensibilidad por Mehta, impone un especial sentido de la elegancia, del equilibrio y de la belleza sonora en una interpretación lírica y apolínea ante todo, muy alejada tanto de los claroscuros teatrales como del frenesí dionisíaco de otras versiones, que se escucha con sumo placer aun dejándonos la sensación de no terminar de profundizar en los pentagramas. Puro Beethoven vienés, en el mejor de los sentidos. De apreciable naturalidad la toma realizada en la Sofiensaal. (9)
17. Arrau. Colin Davis/Staatskapelle Dresden (Philips, 1984). Sir Colin ofrece la dirección apolínea, de honda nobleza y asombrosa belleza sonora en él esperable, pero también carece de la suficiente dosis de rebeldía, de contrastes y, en el tercer movimiento, del adecuado carácter dionisíaco. Tales insuficiencias las minimiza un Arrau por fin excelso que, sin ser tampoco el colmo el fuego y la chispa, hace exhibición de una pulsación varidísima y llena de matices, de un fraseo lleno de cantabilidad y hondura, y de un sentido del silencio realmente admirable. El segundo movimiento se eleva así a lo absolutamente genial. (9)
18. Barenboim/Filarmónica de Berlín (EMI, 1985). Nuestro artista ha evolucionado desde la grabación con Klemperer y ofrece un pianismo igualmente natural, cálido y flexible, pero ahora más rico en concepto, muy matizado en momentos clave como el inicio del primer movimiento o la transición al tercero, siempre lleno de concentración, pero también con enorme desazón en la sección central del Andante con moto y un embriagador lirismo cuando debe. Dirigiéndose a sí mismo ofrece un espléndido vuelo poético y cantable en el primer movimiento, un carácter muy amargo y esencial –antes que contemplativo– en el segundo y una gran fogosidad en el tercero, perfectamente compatible esta última con el vuelo lírico y hasta la delicadeza que obviamente con el de Breslau no hacían acto de presencia. En este sentido, la orquesta se muestra muy flexible, menos masiva de lo esperado en su sonoridad y de enorme musicalidad en las intervenciones de los solistas. El resultado, la versión que con mayor equilibrio, sinceridad y belleza sintetiza todas las facetas posibles de la partitura. La referencia. (10)
19. Zimerman. Bernstein/Filarmónica de Viena (DVD DG, 1989). He aquí una visión apolínea, luminosa, risueña y con desparpajo, ajena a los aspectos filosóficos de la obra y a la densidad dramática, incluso por momentos un tanto coqueta y hasta frívola -cadenda del primer movimiento-, lo que sería muy censurable si no fuese porque Bernstein dirige con altas dosis de plasticidad, convicción y entusiasmo, sin dejarse llevar por el temperamento y trabajando a la orquesta con absoluta extrema sonora y Zimerman, sin un sonido ni un fraseo del todo beethovenianos, luce la más increíble perfección técnica, expone la música con irreprochable lógica, aporta ricos matices y en el segundo movimiento, ya que no está por la labor de poner el dedo en la llaga, al menos destila una sensibilidad lírica de la mejor ley. (8)
20. Lubin. Hogwood/Academy of Ancient Music (Decca, 1987?). Más centrado aquí que en otras partituras del autor, Howgood ofrece una dirección sin duda correcta en lo expresivo, pero superficial y poco poética, con algún exceso hacia el final de la partitura. El solista se muestra muy voluntarioso, fraseando con naturalidad y cierta musicalidad, pero ni él –excesivamente escorado hacia lo coqueto– ni el fortepiano de 1824 dan mucho de sí en una partitura tan visionaria como esta. (6)
21. Ashkenazy/Orquesta de Cleveland (Decca, 1987). El de Gorki ofrece aquí su interpretación definitiva de la obra, noble y serena, magníficamente cantada, de extraordinaria depuración sonora, aunque siga sin sintonizar del todo con el estilo y sin terminar de indagar en los pliegues expresivos de la partitura. Lástima que los mimbres de la excelente formación norteamericana no sean los de Viena, y que la dirección del propio pianista carezca de la garra de Mehta: frente a un notabilísimo tercer movimiento y un segundo muy bien planteado, queda un primero sin toda la tensión interna necesaria, por momentos más suave de la cuenta. Sensacional la toma. (8)
22. Uchida. Sanderling/Concertgebouw (Philips, 1994). Admirable la dirección del veterano maestro prusiano: corpulenta, sanguínea y dramática, incluso hosca en el segundo movimiento, aunque quizá sin todo el vuelo lírico posible. La pianista se mueve en la misma línea y hace gala de un sonido muy adecuado, pero a ratos resulta algo lineal y tendente a lo cuadriculado, como en la cadenza del primer movimiento. Lástima: podía haber estado mejor. (8)
23. Grimaud. Eschenbach/Orquesta de París (YouTube, BBC Proms 2001). Grimaud ofrece un pianismo aéreo y ágil pero no liviano, muy sensible y matizado, pero también un tanto nervioso, sobre todo en el primer movimiento. El segundo, por el contrario, le sale estupendamente. Años más tarde tendrá la oportunidad de aquilatar su concepto. Eschenbach acompaña con calidez y musicalidad, salvo en un segundo movimiento algo cuadriculado. Bien. (7)
24. Aimard. Harnoncourt/Orquesta de Cámara de Europa (Teldec, 2002). Lejos de ofrecer ese Beethoven áspero, contrastado y altamente combativo por el que suele optar, Harnoncourt nos sorprende con un primer movimiento llevado con cierta lentitud, moderado en la expresión bastante escaso de electricidad. La articulación será “históricamente informada”, pero la expresión no: es más bien la de un kapellmeister aburrido. Claro que eso no es nada en comparación con un Aimard ciertamente admirable por su depuración sonora, pero tímido, anémico y suavón a más no poder. No se puede decir que por su parte haya intención alguna de imitar al fortepiano ni, menos aún, de ofrecer una recreación analítica y alejada de “densidades germánicas”: lo que hay es un piano tradicional a más no poder interpretando con irritante blandura. Harnoncourt sí que opta por los ataques feroces en el segundo movimiento, pero el solista no se asusta en absoluto: nada aquí de diálogos con la orquesta, de intercambios expresivos. En el tercer movimiento Herr Nikolaus sí está más en su salsa, pero Aimard solo se despierta a ratos. Siete para el primero, cinco para el segundo en esta soporífera interpretación. (6)
25. Kissin. Colin Davis/Sinfónica de Londres (EMI, 2007). De nuevo el maestro británico se muestra como una batuta clásica, noble, equilibrada y elegante, falta quizá de un último punto de implicación emocional y desde luego sin la riqueza de concepto de otras realizaciones, pero en cualquier caso muy notable. El pianista, que siempre acentúa con enorme riqueza y se muestra absolutamente espectacular en la digitación, no termina de calar hondo en el primer movimiento. Mágico el segundo, en una línea abstracta, distanciada y llena de concentración. El tercero resulta espléndido dentro de su ortodoxia. (9)
26. Barenboim/Staatskapelle Berlin (DVD y Blu-Ray Euroarts, y CD Decca, 2007). Independientemente de que el estilo, la belleza, la sinceridad y musicalidad sean las mismas que las presentes en el resto de esta última integral a cargo de Barenboim, en el Cuarto el maestro aporta una visión un tanto atípica de la partitura, mostrándose algo menos concentrado y más nervioso que de costumbre en el primer movimiento, ofreciendo un segundo especialmente amargo, dramático y siniestro, y desbordándose en una vitalidad escarpada, más dramática y salvaje que jubilosa en el tercero. Impresionante la toma sonora surround del Blu-ray, que recoge de maravilla a una orquesta de perfecta sonoridad beethoveniana (10)
27. Perahia. Mehta/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2009). Interpretación muy notable, más lírica que dramática, muy bella en cualquier caso, en manos de un Mehta muy profesional que domina sin problemas el lenguaje beethoveniano y de un Murray Perahia de sonido rico, fraseo flexible y admirable cantabilidad, pero por momentos algo nervioso y no sintonizando del todo con la profundidad filosófica de la partitura. (8)
28. Barenboim/Filarmónica de Viena (DVD y Bluray Cmajor, 2010). En parte por la personalidad apolínea de una orquesta muy alejada del músculo y la densidad de la Filarmónica y la Staatskapelle de Berlín, en parte por la propia evolución artística de Barenboim, aquí el maestro ofrece una interpretación menos dramática y contrastada que en otras ocasiones; más lírica, más luminosa y más espiritual, aunque no precisamente menos concentrada, honda y reflexiva, dialogando con asombrosa naturalidad desde un piano para el que ya no cuenta con los dedos más ágiles posibles, pero sí con un sonido riquísimo y un pleno dominio de todos los recursos expresivos. En cualquier caso, el vigor, el gozo e incluso cierto frenesí están garantizados en un tercer movimiento pleno de compromiso en el que los profesores de la orquesta intervienen con asombrosa musicalidad y a veces con un carácter risueño digamos que “vienés” de los más conveniente. (10)
29. Pires. Harding/Sinfónica de la Radio Sueca (Onyx, 2013). En la misma línea que el Tercero que se incluye en el mismo disco, Harding se pone en modo historicista y Pires en el de cajita de música. La dirección resulta anémica en el primer movimiento, insulsa en el segundo y más bien nerviosa, por momentos saltarina, en el tercero. La pianista hace gala de un sonido tímido y delicado, de un fraseo insulso y de su habitual tendencia a la coquetería, aunque de vez en cuando –final del segundo movimiento– ofrezca detalles de enorme clase. Toma sonora excepcional. (6)
30. Grimaud. Gergiev/Filarmónica de Berlín (Digital Concert Hall, 2015). Hay que discutir que el sonido de la Grimaud, de enorme belleza, sea el denso, poderoso y al mismo tiempo cálido que necesita Beethoven. Más aún que su fraseo responda a la mezcla de tensión interna, nobleza, cantabilidad y humanismo que habitualmente asociamos con el compositor. Hay que olvidarse, desde luego, de las interpretaciones geniales de Barenboim. Y también hay que aceptar las muchísimas libertades que se toma la pianista francesa en cuestiones de fraseo y acentuación. Hecho todo esto, se estará en disposición de disfrutar de este acercamiento atrevido, lleno de creatividad, en el que pasajes asombrosamente concentrados se alternan con otros de excesivo nervio o incluso –en la cadencia del primer movimiento– cercanos a lo pimpante; se cantan algunas frases con una poesía de tan grande belleza que por momentos se roza lo amanerado; se ofrecen retenciones de tiempo absolutamente mágicas hasta acercarse al mundo chopiniano; y en el que, finalmente se extraen mil colores de un instrumento que sabe sonar con cuerpo pero también recogerse en minuciosas filigranas… Todo ello, por descontado, con un fraseo de pleno virtuosismo, tan limpio como ágil y de absoluta flexibilidad agógica, el que es propio de una enorme artista del piano. Gergiev, en contra de lo que se podía esperar, no mete la pata: se limita a poner el piloto automático y –olvidémonos de matices– deja a la orquesta más beethoveniana del mundo tocar sola. (8)
21 comentarios:
Tengo varios ciclos completos y discos sueltos aquí y alla, pero echo de menos a Brendel, que yo sepa tiene cuatro integrales, Yefim Brofman (no me disgusta)y me gusta bastante el ciclo para decca de Gulda con Stein, y Ashkenazy con Solti, con toma sonora muy buena.
Estoy contigo con el ciclo Karajan-Weissemberg, a tí el cuarto no te gustó mucho. Aunque fué el primero que tuve en cd, hacia 1990 me costó dos mil pesetillas (precio barato por aquel entonces)después ya me hice con otros mejores
Sería muy interesante don Fernando, que pudiera escuchar una versión y nos contara sus impresiones, la de Ensayo con Esteban Sánchez y Antoni Ros Marbá.
Alberto Ayas Linde
La interpretación de barenboim que da como referencia me parece inatacable, uno de los mayores logros de Don Daniel. Por otra parte, echo en falta en su estudio a K. Zimerman: no me termina de convencer Bernstein en esta ocasión pero lo de Zimerman es de aurora boreal: su introducción al primer movimiento me parece insuperada hasta ahora. En todo caso, Fernando, gracias por su blog; hace años que lo sigo y lo disfruto muchísimo.
Luis, Brendel es una de las ausencias más clamorosas en las dos comparativas, pero no he logrado hacerme con ninguna de sus grabaciones.
Alberto, yo también tengo muchas ganas de escuchar lo de Esteban Sánchez, enorme pianista.
Anónimo, gracias mil. La interpretación de Zimerman/Bernstein la tenía escuchada y comentada. Lo que ocurre es que mientras "maquetaba" el texto se me ocurrió poner el YouTube para repasarla. Mientras la escuchaba, me iba dando cuenta de que mis apreciaciones actuales no coincidían con lo que yo había escrito en mi "cuaderno de notas" la primera vez que la escuché, así que decidí a ultimísima hora suprimir ese comentario a la espera de volver a disfrutarla otra vez, con la atención suficiente, y así ofrecer una valoración más exacta de la misma.
Como retador, no me queda otra que felicitarle por la comparativa, estimado Fernando.
Yo echo en falta otra y que no es nada menor, la de Gilels con la Philarmonia y Ludwig a la batuta.
Muchas gracias, Mitchum. Es un placer compartir las opiniones, siempre con la esperanza de que otros también compartan las suyas.
No sabía que Gilels -pianista cuyas sonatas de Beethoven me gustan muchísimo- tuviera una integral con Ludwig. Tomo nota.
Si, ya sé que no están todos los que son, pero seguramente en una comparativa de conciertos de Beethoven no pueden quedar fuera nunca (bajo ningún concepto)Kempf y Gilels. Otros imprescindibles(Arrau, Backhaus, Barenboim)ya veo que están, alguno por triplicado.
Posible referencia: Gilels/Leopold Ludwig/Philharmonia (Testament-SBT 1095),1957 -Stereo ADD- que viene con un también excepcional "Emperador", ambos grabados en los estudios Abbey Road. Estoy escuchando el que nos ocupa (nº 4) y la belleza, precisión y acoplamiento entre los intérpretes es única. Todo está cantado y expuesto con auténtica delectación, fluyendo todo con una naturalidad asombrosa. Tal vez, para mi gusto, preferiría algo más de drama. En cualquier caso es una apreciación que tendría que ratificar con más escuchas.
Para finalizar, agradecer una vez más este trabajo bien hecho. Da la impresión de que no te dedicas a otra cosa.
"...seguramente en una comparativa de conciertos de Beethoven no pueden quedar fuera nunca..."
A ver, me explico por enésima vez.
Estas comparativas que hago en mi blog no son trabajos "profesionales" como los que aparecen en las revistas especializadas. Yo entiendo que la persona que recibe el encargo de realizar una comparativa de una de esas publicaciones (y, por tanto, le pagan por ello) tiene una doble obligación: escuchar la mayoría de las interpretaciones comunmente ensalzadas por la crítica y ofrecer una selección más o menos equilibrada en cuando a periodos históricos y enfoques interpretativos.
Estas otras comparativas de mi blog, por el contrario, y como he repetido muchas veces, solo consisten en ordenar las notas que yo ya tenía tomadas de antes y añadir unas cuantas nuevas versiones escuchadas para la ocasión, a veces pocas, a veces muchas. Depende del tiempo que tenga y de las grabaciones que logre localizar sin que me cueste mucho dinero.
¿Objetivos? Primero, aprender yo mismo, que tengo aún mucho camino por delante. Segundo, exponer las opiniones para que los demás se pueden enriquecer con ellas (que no para que les hagan caso). Si además logro esbozar algunos aspectos interesantes sobre la evolución interpretativa de la partitura en cuestión y sobre las diferentes opciones a las que se enfrenta el artista, pues mejor. Pero creo que queda claro desde el principio que no hay intención de que estén representados todas las de relieve, así que puede sentir engañado o manipulado.
Y yo estoy aprendiendo también un montón...
Sobre la aclaración de que comparas sólo algunas versiones, las que tienes o las que puedes conseguir, ya lo has explicado muchas veces. Pero si se trata de que los demás podamos decir algo y que ese algo pueda ser, en cierto modo, crítico, pues te señalo lo que me parece sin más importancia tampoco. Porqué de lo contrario te escribo dos líneas conformistas , por ejemplo: ¡Perfecto Fernando!, ¡Totalmente de acuerdo!, mis gustos y los tuyos son los mismos.
Bueno. En fin, sin acritud.
Volviendo a los conciertos de Beethoven, en general: Estoy escuchando la integral de Zinmann/Bronfman/Tonhalle de Zúrich (Arte Nova), y, salvando las distancias de conocimiento, opino exactamente lo mismo que David Hurwitch en classicstoday, junto con la de Fleiher/Szell de las mejores. Me quedo con la primera por la superior calidad del sonido, por la humanidad y por los colores que desprende el piano de Bronfman, así como por los acentos y matices del acompañamiento de Zinamnn. Ocurre a veces que entre los más grandes se pueden colar otros que en principio no lo son tanto, o no lo parecen...
Que recuerde lo de Ludwig y Gilels no era una integral sino sólo 4º y 5º. Era un disco EMI de la primera época de la Philarmonía. Está el Testament, pero no sé si son el mismo. Siempre han tenido excelente prensa.
El disco al que se refiere es el que cito más atrás. Le repito los datos:
Beethoven-Piano concertos nº 4 & 5-Emil Gilels/Philharmonia/Leopold Ludwig- Testament, Ref. SBT 1095, ADD Stereo. Grabación de estudio (Abbey Road). Nº 4: 26-27/4/1957 y 1/5/1957. Nº 5: 30/4/1957 y 1/5/1957. Producido en 1996 por Testament, con licencia EMI.
Lo comentaba porque FLVM hablaba de integral. Como los Testament suelen ser grabaciones en vivo pensé que no era seguro que fueran los mismas en EMI y en Testament. Gracias por la aclaración.
Ya. Se impone entonces una aclaración que, sin duda, se debe a un malentendido:
Gilels tiene su integral en EMI con Szell/Cleveland. Hasta donde conozco, los conciertos del 1-4 editados en una caja doble de la serie DOUBLE FORTE, Ref. 5 69506 2. El 5º está editado a parte (creo que viene o venía con una 8ª de Dvorak, también por Szell/Cleveland).
Lo que ocurre (y aquí hablo de oídas) es que la mayoría de la crítica no eleva esta integral a las ALTURAS (donde sí está la de Szell/Cleveland, en este caso con Leon Fleisher,piano)debido a que considera superiores, a los de la integral con Szell, los referenciados más atrás (4º y 5º) con Leopold Ludwig/Philharmonía (Testament).
Por consiguiente, el disco Testament citado es considerado una auténtica joya, toda vez que no sólo el 4º sino también el 5º son considerados entre las referencias más nombradas.
En resumen, volviendo a Gilels, quien quiera escuchar su integral debe acudir, efectivamente, a EMI, donde los tiene grabados (los 5) con Szell/Cleveland. Sin embargo no debe perderse de vista el 4º y 5º citado (Testament, Ludwig), toda vez que parece...(yo no los he comparado) que son superiores a los de Emi con Szell.
Los de Szell han salido en variados formatos en vinilo, pero creo que, hasta los Cd que cita, no aparecieron por España.
Sólo difiero en que las dos series, como las dos de Brahms, y las sueltas del 1º de éste, siempre han sido muy apreciadas hasta los nuevos tiempos.Sin perjuicio de los elevados aprecios a Ludwig.
La serie con Fleisher de Beethoven y la de Serkin de Brahms, creo, han salido recientemente en las carpetas, parece como que póstumas, de CBS en la FNAC. Pero no duran.
Ahondando más en Brahms, hay que recordar igualmente que en los conciertos de Brahms, Szell los tiene grabados también con Fleisher (Sony), a parte de Serkin, y (hablo de oídas) parece ser que el más relevante es el nº 2con Serkin, a parte del famosísimo nº 1 con Curzon (con este no tiene el segundo)
Buenos días.
Me sorprende no ver mencionada una de mis preferencias absoluta para este concierto y, de paso, para toda la integral de Beethoven.
He de admitir que tal vez haya mejores grabaciones, pero confieso que siento una predilección especial Stephen Kovacevich: en su lectura volcánica, casi percusiva, pero a la vez llena de humanismo parece transfigurarse el mismísimo Genio de Bonn... y su sordera. Dirige Colin Davis.
¿Qué os parece a vosotros?
En todo caso, como en el arte las apreciaciones son necesariamente subjetivas, me atrevo a apostar que la interpretación de Kovacevich-Davis continuará siendo una de mis favoritas durante mucho tiempo.
Les saluda cordialmente,
Antonio
Gracias por la aportación, Antonio. La verdad es que no conozco el Beethoven de Kovacevich, así que si alguien puede decir algo más al respecto, será bienvenido. Saludos.
Me gusta muchísimo su blog pero una comparativa del Cuartos concierto de Beethoven sin mencionar a Gilels,Fleisher o Haaser me parece no sé cómo hablar de Beethoven y no mencionar a Fürtwangler.
El disco de Gilels es muchísimo más fácil de conseguir que el de Barenboim de 1985.
Me llama en cualquier caso la atención que no se mencione ni a Brendel ni a Perahia.
Un saludo
estimado Wink55, esto no es una tesis doctoral ni una revista de musicología, sino un blog. Del ciclo de conciertos por Gilels ya he hablado en otras comparativas: me decepciona para tratarse de quien se trata. Los demás es muy posible que entren si amplío la discografía, pero ahora mismo estoy más centrado en la música de cámara de Beethoven que en sus conciertos.
Apreciado Fernando, me gustaría saber tu opinion respecto de la integral de Backhaus con la dirección de Schmidt-Isserstedt. De este último me gusta mucho su lectura de la novena con Viena; es cero pretensiosa y muy bien lograda, con el plus del delicioso sonido muy bien registrado, de esa gran orquesta.
Saludo Cordial
Estoy escuchando esa interpretación de Backhaus con la dirección de Schmidt-Isserstedt y me parece muy buena. En mi modesta opinión, las de Gilels con L Ludwig - Rubinstein con J. Krips y Arrau con C. David, son mis preferidas. Saludos
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