Dirección de actores magnífica. Vistosa escenografía. Sugerente iluminación. Sólido diseño de los personajes. Buen ritmo escénico, pese a las continuas caídas de telón. Ideas imaginativas resueltas de manera admirable. Momentos de gran emoción. Gran teatro, en definitiva. Pero teatro al servicio de una idea escénica que no solo no tiene nada que ver con lo imaginado por Da Ponte, sino que no guarda relación alguna con la genial partitura de Mozart, en la que hay una serie de códigos melódicos, armónicos, orquestales y estructurales que narran una historia muy concreta. ¿Se enriquecen mutuamente esa historia y la otra muy distinta que nos cuenta el regista ruso? No. ¿El choque entre ambas y las subsiguientes contradicciones revela cosas nuevas, o al menos aporta ideas intelectualmente estimulantes? Tampoco. Por eso me ha parecido una mala puesta en escena de Don Giovanni, amén de un monumento a la soberbia de ese señor con enorme talento llamado Dmitri Tcherniakov. Que la acción transcurra en la Sevilla del XVIII o en la mansión de una familia rica y pija de la actualidad es lo de menos.
Alejo Pérez en el foso. Dirección liviana, delicada, alejada de densidades sonoras e intelectuales, elegante y por momentos muy sensible, pero carente de tensión interna, y no digamos de pathos. De este modo, funcionó muy bien en momentos como las dos arias de Zerlina, dichas con gran cantabilidad, resultó aseada en las escenas más o menos dinámicas y se quedó cortísima en las dramáticas. La escena final de la estatua (aquí un actor contratado por los personajes para matar de un susto, literalmente, a Don Giovanni) estuvo rematadamente mal dirigida. En la Sinfónica de Madrid sobresalieron las maderas y se quedaron cortos la cuerda y los metales. Muy correcto continuo a base de fortepiano.
Los cantantes hicieron todos una realmente impresionante labor escénica que debió de fatigarles de manera muy considerable. Entiéndase por tanto que lo que a continuación voy a escribir se refiere a unos señores que tuvieron que cantar altamente condicionados por duras exigencias escénicas, a veces en posturas tan incómodas como antimusicales.
El disoluto fue Russel Braun: bajo mínimos. Bastante bien Kyle Ketelsen como Leporello; ya lo estaba en la filmación del Covent Garden con Mackerras, donde por cierto llevaba una peluca que le hacía parecer el feo de los Hermanos Calatrava. Muy digno el Masetto de David Bizic. Sonoro más que otra cosa el Comendador de Anatoli Kotscherga, ridículamente amplificado en sus dos apariciones “fantasmagóricas”.
Paul Groves merece párrafo aparte. En la filmación del Met de hace años (con Terfel y Fleming) ya evidenciaba tanto su buena línea mozartiana como un técnica mejorable. En Madrid ha hecho un “Dalla sua pace” afalsetada pero sensual y de exquisito gusto, más un “Il mio tesoro” con agilidades de vergüenza ajena. Me dio mucha pena verle salir de los camerinos cabizbajo y sin saludar a nadie. Por lo visto en otras funciones fue duramente abucheado.
Las chicas. Pues digna la Elvira de Ainhoa Arteta, no del todo bien cantada pero bastante emotiva (sí, a mí también me ha costado creerlo) y con detalles de gran clase. Seriamente deteriorada Christine Schäfer, una señora a la que adoro por su Lulu pero que aquí no ha dado en absoluto la talla; mejor el agudo que el grave, por cierto.
Y curioso el caso de Mojca Erdmann, que precisamente ha hecho Lulu con Barenboim: esta chica ha grabado Zerlina para DG (con Nézet-Séguin) y lo ha filmado en el Met (con Luisi), y en ambos casos está más pizpireta de la cuenta. Pues bueno, en Madrid no lo ha estado, y además ha cantado bien. Otra cosa es que su voz no parezca para tirar cohetes.
Aplausos, poquitos. Abucheos solo aislados: nada que ver con la función que escuché por la radio. Hubo abundante público rancio, estiradísimo en las butacas y en los pasillos, que parecía más enfadado por no ver las calles de Sevilla y la estatua del Comendador que por otra cosa. Lo mejor de la noche, la conferencia de José Luis Téllez. Lo demás, a olvidar.
4 comentarios:
A mi me gustó reguleras. Tengo mi modesta croniquilla en mi blog
http://mas-vale-tarde.blogspot.com.es/2013/04/minvitasti-e-son-venuto.html
Anda, no conocía su blog. ¡Muchas gracias por la aportación! Yo tampoco llegué a aburrirme, porque había buen teatro sobre la escena, pero el resultado no me convenció. Eso sí, reconozco que hubo momentos del primer acto en los qe me lo pasé bien con la propuesta de Tcherniakov; en el segundo acto, a mi entender, la cosa se viene abajo. Un saludo.
Coincido en casi todo. Lo peor, Braun, un DG de vergüenza para función escolar a lo sumo, con todos mis respetos por ese segmento de la población. Mojca me encantó, pero como mujer, no como cantante. Arteta gritona, Chaffer si me gustó. El Leporello de nombre impronunciable, debería controlar más la potencia de su instrumento. Buen actor, no obstante. El comendador amplificado horrible. A Paul Groves, le cayó un terrible "qué horror" desde arriba en il mio tesoro, que lo descentró un poco más si cabe (vaya mesecito que ha tenido que pasar el pobre no sé si querrá venir la próxima temporada al Alceste que tiene firmado).
La regia del ruso, me gustó mucho en el primer acto (no me importa que no salga Sevilla ni gente con peluca). Me metí en la obra y me gustó (salvo los telonazos atronadores). pero en el segundo acto, todo se fue al garete. Todos tirados por la alfombra entre aria y aria, sin saber resolver lo inteligentemente propuesto en el primer acto. Un apena. Mucha tensión, mucha bronca al final, y los más integristas por fín han podido saldar cuentas con Mortier.
A mi me encantó. Me pareció un planteamiento inteligentísimo.
Es muy difícil hacer un Don Juan distinto, que aporte algo nuevo, y la ideal del final (que todo es un montaje-venganza para asustar y dar una lección a Don Juan) me pareció genial.
Otra cosa es que algún cantante fuera flojo (Braun), que hubiera detalles que se podrían haber resuelto mejor, etc.
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