Cierto es que Jordi Savall es un director de orquesta irregular, pero aquí –como en todo el repertorio del país vecino– da la campanada, ofreciendo interpretaciones fulgurantes por su fuerza y brillantez, pero también por su sensualidad, refinamiento y sentido del humor, sabiendo ofrecer todas las características del rococó, entre otras la coquetería, la delicadeza y el carácter grácil, sin caída alguna en lo amanerado. La brillantez y la pompa digamos que versallescas, por su parte, no poseen retórica excesiva ni pesadez: estamos en el mundo rococó de Luis XV, no en la época de su antecesor. Y cuando de electricidad se trata, sabe no ser –defecto de otros intérpretes– excesivamente precipitado o seco; de hecho, los músicos parecen tocar con una libertad, una espontaneidad y una frescura diríamos que camerística. El bajo continuo, tan rico e imaginativo como debe ser. La orquesta se encuentra llena de nombres propios, liderados por el violín de Manfredo Kraemer (salvo en los fragmentos de Las Indias registrados un año antes que el resto, en los que Enrico Onofri hace de concertino).
¿Dónde está, en cualquier caso, ese algo especial que hace que este Rameau de Savall me parezca igual de bueno e incluso mejor aún que el de la referencia en este repertorio, William Christie? Pues aparte de cuestiones como el entusiasmo y la imaginación, creo que hay el de Igualada ofrece mejor que nadie esa cosa tan difícil de definir y al mismo tiempo tan inconfundible que conocemos como “toque francés”: una distinción y una elegancia un punto indolente, algo frívola si se quiere pero llena de encanto, que el de Igualada consigue como nadie. Les recomiendo encarecidamente que vean este vídeo y que, si les gusta, se compren la edición en audio, que además de estar tan bien presentada como acostumbra este sello, suena maravillosamente, sobre todo en un reproductor de SACD.
5 comentarios:
Tengo el doble cedé, y en efecto es buenísimo, aunque por ejemplo Savall mete quizá demasiado el acelerador en la contradanza final de Les Boreades, que el público palmea en el video como si estuviera en el Musikvererin. Pero Savall es bueno en el barroco francés. Su Lully, por ejemplo, es igualmente interesante.
Sí, lo de la participación del público en esa propina también lo hace en un vídeo que tengo filmado en Corea, que por cierto he puesto a los alumnos más de una vez en clase para que toquen las palmas. ¡Les encanta!
Curiosamente, hay otro vídeo en Youtube donde las figuras de la percusión que hace el genial Pedro Estevan en esta pieza son muy diferentes.
El disco de Lully, "La orquesta de Luis XIV", también me parece a mí otra maravilla de Savall. Gracias por la aportación.
No soy demasiado objetivo con Savall, porque puede decirse que empecé a aficionarme a la música clasica con él, pero efectivamente esto me parece magnífico.
El primer comentario lo puse cuando sólo había escuchado un rato, ahora después de haberlo oído entero añado que me parece fastuoso. Es de esas veves que Savall parece jugar con la música, que se divierte.
¿A que sí? En estas interpraciones se respiran una alegría, una naturalidad, unas ganas de hacer música... Ganas de vivir, incluso.
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