Diferencia sustancial, solo una y muy a peor: el lamentable estado vocal de Violeta Urmana, chillando por arriba, cambiando de color en el grave, menos carnosa de lo que suele en el centro y con serios problemas con las agilidades. Nada que ver con el increíble debut de este mismo papel hace ocho años en Sevilla. Todo un jarro de agua fría para un servidor, que la ha admirado mucho. ¿Qué le ha pasado a esta señora desde su estupenda Medea de Cherubini en Valencia el pasado junio?
Magnífica la dirección de Currentzis, muy verdiano y muy inspirado, y siempre muy controlado salvo en el primer coro de brujas, donde se precipitó de manera evidente haciendo que se perdiera el coro femenino; por cierto, el director griego moderó de manera considerable el vibrato en la cuerda en lo que parecía un guiño claro al historicismo. Y pedante, pretenciosa, irrespetuosa (también con el público: la visión de gran parte de las escenas debía de ser nula en los laterales) la dirección escénica del cretino Tcherniakov, al que me hubiera gustado abuchear por hacerle esto a semejante obra maestra.
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