domingo, 30 de diciembre de 2012

Diferencias entre Abbado y Muti

Me pide un lector que le diga cuáles son a mi entender las diferencias entre Claudio Abbado (Milán, 1933) y Riccardo Muti (Nápoles, 1941). Intentaré responder a la interesante cuestión, no sin antes advertir de una importante similitud entre ambos: los dos directores entroncan con la tradición que podríamos denominar “de objetividad toscaniniana”, y por ende se encuentran alejados de la “subjetividad furtwaengleriana”. Aunque mucho ojo, que cuando digo objetividad no me refiero en absoluto a escasez de ideas, a falta de flexibilidad –bueno, en el propio Toscanini sí, no en los maestros de los que hablamos– ni menos aun a inexistencia de compromiso expresivo, sino más bien a la intención de que el “alma” del intérprete, su manera de entender no ya el fenómeno musical sino al ser humano, o el estado de ánimo de un momento concreto, no influyan en absoluto en la idea expresiva que resulte de su labor de batuta, cosa que sí pasaba con Furt entonces y con Barenboim ahora, y que también podía pasar –en otros sentidos distintos– con un Klemperer o un Bernstein, por ejemplo. Pero volvamos a los italianos, empezando por el más joven.


Riccardo Muti tiene un sonido caracterizado por el músculo, la rotundidad y el empaste prieto; la brillantez que obtiene de los metales es grande pero se encuentra equilibrada por la densidad de los sonidos graves, y no solo cuando tiene delante a su querida Orquesta de Filadelfia, verdaderamente la horma de su zapato. Es por otra parte el de Muti un sonido que se amolda con facilidad, ofreciendo terciopelo en Mozart, rusticidad en Verdi y carnosidad en Prokofiev sin perder nunca las características antedichas. El fraseo es vigoroso, enérgico, no particularmente incisivo pero lleno de tensión interna, deudor en buena medida de Toscanini por su interés por el empuje rítmico, pero con mucha más flexibilidad y sentido cantable.


Por otra parte, Muti es un maestro que –sin ser en modo alguno tosco o rutinario– antepone la idea global al detalle; rara vez atiende a un elemento primoroso, ni resulta rebuscado ni pretende hacer exhibición de técnica, sino que va directamente “al mensaje” preocupándose de desarrollar con energía, coherencia y convicción expresiva la estructura global, mostrándose a veces muy vehemente, pero controlando al cien por cien el fraseo y el equilibrio de planos sonoros. Y todo ello adoptando un espíritu digamos que decidido, afirmativo incluso, en el que el vuelo lírico y la poesía íntima se plantean sin espacio para la blandura, la fragilidad o lo meramente contemplativo.

 
En cuanto a Claudio Abbado, estoy de acuerdo con los críticos de Ritmo que llevan tiempo afirmando que existen en realidad dos Abbados: el de los sesenta, setenta y parte de los ochenta, y el que apareció poco antes de obtener a la titularidad de Berlín hasta ahora. El primero de ellos se parecía a Muti –basta con escuchar los Verdis que hacían ambos cuando eran jóvenes–, solo que el milanés adoptaba un sonido con menos músculo y más incisivo, un punto áspero, también más rico en el color y quizá más claro. En cualquier caso, el Abbado de aquellos tiempos se caracterizaba por ser todo fuego, ímpetu y pasión, un poco a la manera de Solti pero aún más creativo, más comprometido y dotado de una técnica aun más portentosa en lo que a concentración, autocontrol, flexibilidad y dominio de la orquesta se refiere. Vamos, un genio de la dirección.

En los ochenta la cosa empezó a cambiar. La sinceridad de los primeros tiempos empezó a verse sustituida por el rebuscamiento, la atención al detalle por encima de la estructura y hasta por lo amanerado. Su sonoridad fue perdiendo ese carácter rústico e incisivo que la caracterizaba para ir volviéndose pulida, suave y delicada, aligerando las texturas y adquiriendo una progresiva ingravidez en la cuerda hasta el punto de resultar con frecuencia relamida. Además, al llegar al podio berlinés se vio poseído por el espíritu de Karajan y, con semejante máquina de hacer música a su servicio, se obsesionó por ofrecer grandes contrastes en la dinámica y por la búsqueda del espectáculo sonoro en sí mismo. La técnica entendida no como un medio, sino como un fin. El objetivo, evidente: deslumbrar al público menos entendido haciendo que todo suene ora suave, bonito y delicado, ora grandioso, brillante y espectacular. La música se quedó por el camino.

Por si fuera poco, en los últimos años el milanés ha realizado una mala digestión de las interpretaciones historicistas y se dedica a ofrecer recreaciones del repertorio clásico anémicas en lo sonoro y fraseadas de modo frívolo, pimpante y hasta repipi, amén de por completo carentes de sentido dramático. Así las cosas, en la actualidad no se pueden concebir dos Mozarts más antitéticos que los de Abbado y Muti: por eso mismo he escogido estos dos vídeos de Youtube, sendos movimientos lentos de sinfonías del genio de Salzburgo en los que los maestros citados demuestran entender de manera muy distinta en qué consisten la delicadeza, la galantería y la elevación poética. Mucho ojo: el Andante de la Haffner por Abbado es de traca. Escúchese a partir del segundo 00:46 para entender lo que decimos.
 
PD. El vídeo de Abbado ha desaparecido del mapa. Lo siento.

13 comentarios:

jmfurtwangler dijo...

Gracias Fernando por el análisis. ¡Fantástico!. Sospecho que de forma tan pormenorizada nadie lo habrá hecho en el mundo hasta ahora. Al menos comparativamente, diseccionando de esta forma, con precisión quirúrgica, a los dos directores italianos. Y además...¡en qué tiempo!.
Al hilo del tema quiero comentar que tengo un CD por Abbado/Filarmónica de Viena, 1982 (DG 410615-2), con las danzas húngaras de Brahms. Tenía yo entonces la costumbre de poner notas dentro de la carátula de los CDs, y en este caso, revisándolo ahora leo el apunte: Scherzo, nº 56, pág. 56, "...Abbado dejaba rienda suelta a la Filarmónica de Viena que sabe cantar estos bailes".
Este extracto de crítica viene a colación con la siguiente pregunta relacionada con el objeto de tu artículo. ¿Dejaría ahora cantar de la misma forma a la WPO, con esa pasión desbordante?.
Gracias de verdad.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

De nada, he hecho lo que he podido. Lamento no haber contestado a otras preguntas, pero ando estas vacaciones corto de tiempo por culpa de trabajo acumulado en otros ámbitos y diferentes circunstancias personales que no hacen al caso. De hecho, a partir de ahora voy a cambiar un poco el ritmo en este blog. Necesito tiempo para mí mismo...

El disco de las Danzas Húngaras no lo conozco; algunos críticos de Ritmo (Carrascosa y González Mira) afirman que fue el primer disco "malo" del milanés.

No sé como trataría hoy el maestro a la Filarmónica de Viena. Lo que sí sé es que un músico de la Filarmónica de Berlín le aseguró a un amigo mío durante una cena que Abbado era mucho más "tiránico" en aspectos musicales que Karajan; que el de Salzburgo dialogaba y llegaba a consensos mientras que el de Milán recurría al "ordeno y mando". Un saludo.

jmfurtwangler dijo...

Sorprendente lo de la tiranía de Abbado, parece otra cosa.
Sobre las contestaciones sin problema, faltaría más.
Sobre la opinión de lo señores críticos de Ritmo referente a que el de las danzas hungaras fue el primer disco malo del milanés no sería por los defectos más recientes que has pormenorizado. Allí la espontaneidad y efusividad circulaba a raudales. El crítico de Scherzo entonces (P. E.), al realizar la crítica de las danzas húngaras (lo he comprobado ahora mismo en el documento PDF de ese número de Scherzo)por Neeme Jarvi (Chandos) citaba a las de Abbado como uno de los ejemplos con la frase textual que he mencionado anteriormente. Particularmente coincido aquí.
Por mi parte añado: Lo ripipi, posibles amaneramientos, sonidos relamidos etc, en el disco citado no se escuchaban por ninguna parte.

Andante moderato dijo...

De acuerdo, en general: del segundo Abbado no me gusta casi nada, en oposición a la deslumbrante primera época. Por mi parte, cada día valoro más a Muti y espero que es difundan más grabaciones suyas en Chicago.
Saludos, y feliz año.

Anónimo dijo...

Muy interesante el análisis. Sobre todo por la parte relativa a Abbado, que me ayuda a comprender por qué antes me sentía atraído por sus fascinates interpretaciones y, sin embargo, en tiempos recientes ya no me llaman tanto la atención. Pensaba que serían cosas de la edad. Pero lo cierto es que si ese cambio de rumbo en el director milanés comenzó a darse en los ochenta, como precisas, en esa época ¡no era tan mayor!
Gracias.
David.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Me alegra servir de ayuda, gracias por vuestros comentarios.

Los años ochenta fueron un poco raros en Abbado, que daba una de cal y otra de arena. Lo último absolutamente genial que hizo fue seguramente la filmación de la suite de El mandarín maravilloso con la Joven Orquesta Gustav Mahler en 1987, que por desgracia no está en YouTube (yo la tengo tomada de la tele). Me parece una interpretación descomunal, superior incluso a la que él mismo grabó años antes del ballet completo.

Desde el 87 en adelante no encuentro casi nada que me entusiasme, salvando quizá algunas cosas de música contemporánea que hizo para DG y Sony. En Sevilla le escuché en directo con la Filarmónica de Viena en 1992 (Haydn, Mahler) y ya me hizo poca gracia, aunque obviamente el éxito fue atronador.

jmfurtwangler dijo...

Sobre lo de los aplausos u ovaciones atronadoras en los conciertos, creo que entran dentro del guión asumido previamente mediante algún tipo de catarsis colectiva por parte de todos los asistentes, y digo esto porque yo también he participado, sin estar del todo convencido sobre lo excepcoinal de una interpretación determinada.
Ocurre que consigues la entrada para ver a un director y orquesta de campanillas, lo que, según donde, es ya de por si dificil si es que no estás abonado a uno de los ciclos de referencia, pagas unos buenos euros y para justificarte a ti mismo y haciendo honor al nombre de los intérprestes pues aplaudes a rabiar . ¿Qué otra cosa podrías hacer en ese momento?.

Anónimo dijo...

Muchas gracias por tan interesante y revelador analisis. Por favor, podria recomendarme algunas grabaciones de Abbado de la primera epoca? Muchas gracias.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

De nada.

Del Abbado más o menos juvenil siento particular devoción por su Prokofiev: Suites de Romeo y Julieta y de El Bufón más la Tercera Sinfonía para Decca (más una Primera que no conozco: me dicen que vale poco), Alexander Nevsky, Teniente Kijé y Suite Escita para DG.

También tiene bastante Tchaikovsky para el sello amarillo: de referencia la Segunda y la Cuarta, y muy bueno el Concierto para violín. Quinta y Sexta no las conozco.

Su primer Mahler es impresionante, sobre todo su Quinta con Chicago, una de las tres o cuatros más impresionantes recreaciones de la obra que he escuchado.

Excepcionales sus Macbeth y Simon Boccanegra, como es bien sabido, y a mi entender algo sobrevalorado pero aun así muy notable su Barbero de Sevilla. Modélica su Carmen, como también sus suites de La Arlesiana. Hablo siempre de direción, no de voces.

Hace poco comenté por aquí de un disco maravilloso con la Sinfónica de Boston:

http://flvargasmachuca.blogspot.com.es/2012/10/dg-recupera-originals-con-el-mejor.html

Aparte de todo esto, seguro que hay cosas de primer nivel que se me olvidan en este momento, más algunas otras que son buenas sin más y que no he citado. Y algunos fiascos también, todo hay que decirlo (en Mozart, por ejemplo). Pero lo citado arriba yo diría que es de obligatorio conocimiento para los interesados en el arte de Abbado.

jmfurtwangler dijo...

El concierto de violin de TCAHIKOVSKY, entiendo que es el de 1995 con Vengerov, que viene con el de Glazunov (Teldec).
Referente a la 5ª de Mahler, la "famosa" es la de 1993 para DG con la Filarmónica de Berlin. ¿La de Chicago, anterior, te parece mejor?. Esta no la he escuchado.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

El Concierto para violín al que hacía referencia es el de Milstein con la Filarmónica de Viena de 1972. Curiosamente repaso mis apuntes y ahora resulta que me gusta más el que tiene con Vengerov de 1995. Así pues, en lo que a esta obra se refiere, donde dije "digo", digo "Diego".

En cuanto a la Quinta de Mahler del 80, ahora cuesta solo 5 euros, y además se puede escuchar gratis a través de Spotify, al igual que la "famosa" de Berlín posterior. Recomiendo vivamente la audición.

Anónimo dijo...

A mi me desagrada profundamente Abbado. Como curiosidad, Abbado dijo en todas las entrevistas que le hicieron que admiraba especialmente a Furtwängler, al que consideraba un modelo de dirección. Dijo que el director cuya visión de la música y la dirección consideraba más cercana a la suya era Furtwängler. Dijo que consideraba superficial el "objetivismo" de Toscanini o Scherchen.
Furtwängler daba una gran importancia a la estructura de la pieza, concebía cada parte en relación con las otras, es decir, consideraba la dirección como el arte de recrear las tensiones internas de la pieza, de plasmar en toda su riqueza las "transiciones".
Pues nada de esto lo practicaba Abbado.
Hay alguna explicación razonable?

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Gracias por la cita, que desconocía. Yo tamñoco encuentro el menor parecido entre Abbado (el "antiguo" y el "nuevo") con Furtwangler. En ningún sentido.

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