Por fortuna la música de Herrmann contribuye a crear esa atmósfera siniestra, amenazadora, opresiva y agobiante que hubiéramos querido ver desarrollada en otros aspectos de la película, por momentos tratada de manera excesivamente distendida y trivial para lo que se está contando. Su partitura deja de lado los aspectos melódicos para centrarse con casi exclusividad en los tímbricos, eliminando la cuerda y otorgando especial relieve al registro grave de las maderas, auténtica marca de la casa. Los metales están tratados con aspereza e incisividad extremas. La percusión se utiliza de manera imaginativa y otorgando un decisivo papel al vibráfono. Importante también el conjunto de arpas, un instrumento que el neoyorquino utiliza disociado de la elegancia que habitualmente queremos ver en él. Inteligente su uso del serpentón para la escena del lagarto gigante. Claro que lo más conocido es la incorporación de cinco órganos, uno de iglesia y cuatro electrónicos; memorable en este sentido la escena de la llegada a la Atlántida. También hay, todo hay que decirlo, mucho esquema rítmico repetido una y otra vez en diferentes combinaciones tímbricas de manera un tanto monótona, en cualquier caso una opción muy diferente a la del sinfonismo hollywoodiense clásico y que pone bien de relieve la personalidad del artista.
Por otro sendero discurren las escenas de amor del principio de la película, con música muy delicada escrita exclusivamente para cuerdas. Herrmann fue un gran romántico en ocasiones, pero aquí no estuvo particularmente inspirado, quizá por tener que sujetarse en lo melódico a una de las canciones de James Van Heusen interpretadas por Pat Boone, The Faithful Heart, aunque esta y otra más fueron eliminadas del montaje final. La totalidad de ellas, no obstante, se ha incluido en las dos ediciones de la música lanzadas por Varèse Sarabande en CD. La última, que pertenece a la caja de catorce compactos de edición limitada -y ya agotada- que está dando pie a esta serie de entradas, suena algo mejor que la anterior -siempre en estéreo- e incorpora un rato más de música, aunque a decir verdad nada sustancioso. Sea como fuere, la selección registrada por el propio autor para Decca en 1974 frente a la National Philharmonic Orchestra se encuentra mejor tocada y dirigida que la banda sonora original, y además suena de manera más satisfactoria a pesar de la artificiosidad del sistema Phase 4. Quien no la conozca, arriba la tiene en YouTube.
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