martes, 18 de diciembre de 2012

Batiashvili y López Cobos con la OCNE

No me pasé la mañana del domingo 16 de diciembre por el Auditorio Nacional de Madrid a escuchar el programa semanal de la OCNE movido por la batuta de Jesús López Cobos, ese señor que se ha hecho rico a costa del erario público ofreciendo grandes dosis de rutina en el foso del Teatro Real, sino por otras dos cuestiones: escuchar por fin en directo esa obra tan fascinante como infrecuente que es Las campanas de Rachmaninov y ver qué da de sí uno de los últimos fichajes en exclusiva de la Deutsche Grammophon, la aun joven Lisa Batiashvili.

El atractivo del programa había hecho que se agotaran las entradas semanas atrás, pero por fortuna pude comprar una en la puerta de las de nueve euros. Casi al final del piso superior del recinto, por cierto, lo que me dificultó concentrarme en la música –además había un público particularmente insoportable en lo que a toses y caramelitos se refiere- al tiempo que me ofreció una muy buena acústica, sin duda arriba con mejor empaste y más naturalidad que abajo. También me permitió comprobar qué volumen alcanza en directo la violinista georgiana: se le escuchaba sin problema alguno a pesar de ofrecer un sonido más bien dulce y delicado.

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En cualquier caso, lo que importa es el grado de musicalidad alcanzado por esta chica, que a mí me parece que es muy alto pese a no compartir del todo su manera de ver la música. Lo diré de otra manera: se pueden preferir lecturas más rústicas, dramáticas e incandescentes del Concierto para violín de Tchaikovsky, pero difícilmente se las puede escuchar igual de hermosas por sonido y por fraseo sin que el solista caiga –es lo que le ocurre a la Mutter en su lamentable interpretación con Previn- en el narcisismo, la blandura o el amaneramiento. Ni que decir tiene que de agilidad digital Batiashvili anda sobrada, lo que le vino particularmente bien en el último movimiento, aunque yo me quedaría con la cálida y bellísima cantabilidad de que hizo gala en el Andante central. El triunfo entre el respetable fue grande y merecido, lo mismo que la cola durante el intermedio para firmar discos.

López Cobos dirigió la partitura como era de esperar, es decir, ofreciendo enorme corrección técnica pero con horchata en lugar de sangre. Ahora bien, abriendo el programa se encargó de la Suite nº 4, mozartiana, del mismo Tchaikovsky, y esa obra la hizo de manera sobresaliente, porque ésta no demanda el pathos que el de Toro raramente es capaz de ofrecer, pero sí que permite lucir las virtudes de su batuta: elegancia, refinamiento, cierta coquetería, buen empaste, equilibrio polifónico y capacidad para la delectación melódica. Otra cosa es que la partitura diste de ser lo mejor de su genial autor.

¿Y Las campanas? Hombre, pues la lectura del maestro zamorano no fue precisamente la de Previn o la de Ashenazy (¡portentosas ambas!), pero hay que reconocer que no solo concertó de manera admirable sino que además supo paladear las melodías con delicadeza y concentración, evitar los excesos decadentistas y alcanzar un buen equilibrio entre lo lírico y lo dramático; para ser excepcional le hubiera hecho falta un colorido más rico e incisivo, mayor tensión dramática y un sentido atmosférico más desarrollado. Dignísimo el Coro Nacional de España bajo la dirección de Joan Cabero, y algo desequilibrado el trío vocal: al tenor José Ferrero no se le oía bien desde mi butaca –amigos del artista absténganse de enviar anónimos a este blog-, la soprano Nicoleta Ardelean estuvo espléndida y el barítono Alexey Tikhomirov realizó un irreprochable trabajo. Por cierto, aunque es verdad que hay que recortar gastos y reducir las hojillas al mínimo, en el programa de mano bien se podían haber incluido los poemas de Edgar Allan Poe en la última página. ¿No es eso mucho más útil durante el concierto que tener noticia de los próximos eventos?

4 comentarios:

Villiers dijo...

Don Fernando, desde el comienzo de esta temporada pueden adquirirse los programas de mano de los conciertos de la OCNE, con los textos cantados si procede, en la tienda del Auditorio al módico precio de dos Euros. De nada.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Muchas gracias por la puntualización, señor Villiers, que yo mismo tenía que haber realizado para no dar lugar a confusiones.

Efectivamente, en la presente y anteriores temporadas se puede adquirir ese material a muy buen precio. Pero eso no invalida mi argumentación: si hay espacio en el díptico, es muchísimo más importante ofrecer las traducciones de los textos cantados que el anuncio de los próximos eventos, toda vez que para comprender bien una obra (para encontrar la relación entre música y palabra y no quedarse en una combinación más o menos hermosa de sonidos) hay que saber qué se está diciendo en cada momento. Que en casa podamos leer las traducciones, sea en el libro oficial de la OCNE o en alguna página web, no es suficiente: hay que tener el texto delante para apreciar correctamente la música y la interpretación.

Alguien dirá que para eso está el programa a la venta. ¿Se imaginan al público llevando y trayendo el libro desde casa cada vez que hay un concierto con la participación de voz humana? ¿O repitiendo la compra en cada una de esas ocasiones, aunque sólo sean dos euros?
Por cierto, las luces de la sala permanecieron encendidas durante la segunda parte en atención a los melómanos que deseasen ir leyendo, pero yo no vi absolutamente a nadie con el libreto "gordo" en la mano.

A mi modo de ver, la cosa está clara: si hay espacio, los textos deben poseer prioridad muy por encima del anuncio de eventos futuros. Lo contrario me parece una falta de consideración al público. Por descontado que habrá quien replique que lo más importante es vender el próximo concierto. En tal caso, apaga y vámonos.

Un saludo.

Villiers dijo...

Mucho me temo, don Fernando, que simplemente al respetable no le interesa lo que se canta sino solo la música. No asistí al evento que usted comenta pero sí muy recientemente al prodigioso Castillo de Barbazul de Bartok en el Auditori de Barcelona en una honesta versión de Pinchas Steinberg con la Sinfónica local y solistas internacionales. Aunque los textos cantados estaban a disposición del público gratuitamente (también es verdad que cutremente: fotocopias) y las luces encendidas para posibilitar su lectura no vi a nadie consultarlos durante el concierto.

Bruno dijo...

Desde mi punto de vista lo fetén es que se lea ANTES. Lo de "a la vez" es un mal menor. Uno ya no sigue la música igual. Piensen que normalmente no se conoce la obra en estos casos y se va al concierto para oírla.
Normalmente en internet se encuentran los textos.

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