miércoles, 24 de octubre de 2012

Suor Angelica más Il Prigionero, gran idea

Hace mucho que conozco Suor Angelica. ¿Pastelosa, cursi y lacrimógena? Pues si los “expertos” lo dicen, así será. Yo no tengo problema alguno en reconocer que no solo me encanta, sino que me emociona intensamente si la interpretación es buena. Il Prigionero, de Luigi Dallapiccola (1904-1075), no la he escuchado hasta esta misma tarde, concretamente en la espléndida interpretación dirigida por Esa-Pekka Salonen para Sony Classical. Me ha gustado muchísimo. Y debo decir que la idea que ha tenido Gerard Mortier de presentarlas juntas en el Teatro Real -tengo entrada para el día 3- me parece ahora felicísima.


Las relaciones entre ambas son acusadas. Para empezar se trata de obras breves en un acto, de unos cuarenta y cinco minutos la de Dallapiccola y rondando la hora la del autor de Tosca. Ambas están en la lengua de Dante (aquí tienen el libreto en castellano de Il Prigionero). Las dos presentan como protagonistas a personajes encarcelados: en una se trata de un flamenco rebelde en tiempos de Felipe II encerrado en la cárcel de la Inquisición en Zaragoza, en la otra tenemos a una joven de familia noble que lleva siete años en un convento por haber cometido esa al parecer terrible falta que es quedarse embarazada siendo soltera. En ambos casos la Iglesia Católica ejerce de represora y hasta de verdugo aun ofreciendo la apariencia de ser refugio y consuelo. Los relatos presentan una relación materno-filial como uno de los principales ejes dramáticos de la acción. Y en las dos historias -así lo afirma con enorme lucidez el director de escena Lluis Pascual en el vídeo promocional del teatro madrileño- las correspondientes víctimas sufren la intensa tortura de alimentar la esperanza para no desembocar en otra cosa que en la muerte como liberación, independientemente de que la redención final que viene del cielo en el caso de Angélica nos ofrezca un final mucho menos siniestro.


Luego se supone que desde el punto de vista del lenguaje formal las dos obras son muy distintas. Pues sí, pero no tanto. La de Puccini, estrenada en 1918, es muchísimo menos arcaizante de lo que algunos indocumentados llenos de prejuicios pueden pensar, sobre todo por el tratamiento de la armonía. La de Dallapiccola, compuesta entre 1944 y 1948, es en gran medida dodecafónica, pero la línea de canto tiene poco que ver con el Sprechgesang de la Segunda Escuela de Viena y bastante con la tradición lírica italiana; desde luego se escucha bien, sin necesidad de realizar esfuerzo alguno si se está medianamente acostumbrado a escuchar música del siglo XX. Por otra parte, las dos obras descansa su peso no en la voz (¡y eso que el aria destinada a Suor Angelica es de  una belleza sobrecogedora!) sino en el foso, presentando ambas una orquestación magistral en el tratamiento del color y, sobre todo, de las texturas. Lo dicho, una gran idea juntar las dos óperas. Estoy deseando verlas seguidas en escena.

Ah, un par de detalles curiosos con respecto a Il Prigionero. El primero: Mortier es flamenco en tierra española, como el protagonista, aunque a él no le persigue la Inquisición sino La Razón, que por cierto es un diario de corte poco menos que inquisitorial hacia quienes “piensan distinto”, y cuyo Gran Inquisidor de la lírica invita al gestor a marcharse con la mismas buenas maneras que el personaje correspondiente en la ópera conduce al pobre prisionero a la hoguera.

El segundo: el “malo” en la sombra de esta ópera, aunque no le veamos nunca en escena, es nuestro Felipe II, que aquí aparece con el nombre con que bien le conocemos los amantes de Verdi: Filippo.

2 comentarios:

Andante moderato dijo...

Fernando:
¿Sabes si transmitirán vía Internet (por radio) el concierto que darán Abbado y Barenboim en la Scala el 30 de este mes? Parece ser el encuentro del año.

A propósito del italiano, la DG reedita un disco suyo con la Sinfónica de Boston de principios de los setenta: Nocturnos de Debussy, Dafnis de Ravel (completo) y el Poema del Éxtasis de Scriabin. Se dice que es excelente en interpretación y en calidad de sonido, y muy superior a sus insípidas (aunque técnicamente perfectas) recreaciones impresionistas posteriores.

Además, si tengo tiempo, escucharé una Quinta mahleriana suya con la Filarmónica de Viena en Salzburgo de 1980, que anda circulando por ahí.
Saludos y gracias.

Fernando López Vargas-Machuca dijo...

Andante, de la posible retransmisión de los de Abbado con Barenboim no sé nada. El disco Abbado que comentas es excelente; ya he escrito una entrada sobre él que publicaré precisamente mañana mismo en el blog.

La Quinta de Mahler que comentas con Viena no la conozco, pero la que tiene con Chicago por las mismas fechas me encanta. Gracias a ti, un saludo,

Fernando

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