lunes, 1 de octubre de 2012

Rattle fracasa con Carmen; Kozená, no tanto

En realidad no tengo en mi poder el doble CD recién editado por EMI Classics, pero sí que he escuchado -y visto, claro- la filmación de una de las funciones en versión de concierto de las que procede el registro de esta Carmen de la Filarmónica de Berlín con Sir Simon Rattle a su frente. La velada tuvo lugar el 21 de abril del presente año en la Philharmonie, justo después de que los mismos intérpretes rodaran la obra maestra de Bizet en el Festival de Pascua de Salzburgo. Hablamos, por tanto, de la producción que en principio se iba a traer al Teatro Real de Madrid y para la que al parecer ahora no hay dinero. ¡Menos mal! Y no por lo que yo pensaba, es decir, por la actuación de una Magdalena Kozená que al final me ha terminado pareciendo digna, sino por la mediocridad de la dirección de su marido.


Miren ustedes, tengo a Sir Simon por un artista de enorme talento, al menos en el repertorio que más le va, obviamente el de los últimos cien años. Pero aquí su despiste es manifiesto. El británico no cae en la trampa en la que cayó Karajan al grabar la partitura con la misma orquesta, es decir, en la del amaneramiento. Simplemente se limita a realizar un ejercicio de solfeo sin inspiración, obviando los matices expresivos, haciendo gala de unos tempi premiosos que no dan espacio a frasear con adecuado aliento lírico y cayendo en más de una ocasión en la brocha gorda y hasta en el efectismo hortera. Los dos primeros actos llegan a resultar irritantes: flojísimos momentos tan decisivos como la habanera, la pelea de las cigarreras o los couplets de Escamillo. En la segunda mitad de la obra el maestro se anima a ratos y ofrece adecuada electricidad y sentido dramático, sobresaliendo la escena del duelo y en el final, pero el conjunto no funciona. Lo mejor son los interludios, donde el titular de la orquesta sabe ofrecer brillantez y hacer gala de su buen sentido del humor. Pero Carmen es mucho más que eso, claro. Que la edición de la partitura sea la Oeser de 1964, con los diálogos muy recortados, no aporta mucha música inhabitual: el arranque del final del primer acto, la aparición de Escamillo, el duelo íntegro, el final de "a deux cuartos" y poco más. Todo ello estaba ya en la grabación de Karajan aquí reseñada.

En fin, me temo que Rattle se une a la larga lista de directores que se estrellan con la obra, de Prêtre a Sinopoli pasando por Ozawa o Lombard, por no hablar del mamarracho de Gardiner. La más reciente dirección de Carmen que me ha gustado mucho ha sido la de Pappano; Barenboim y Nézet-Seguin han ofrecido cosas muy interesantes, pero a mi modo de ver (al primero le faltan chispa, alegría y luminosidad, al segundo densidad y pathos) no terminaron de redondear sus realizaciones. Me encantaría escucharle la obra a Andris Nelsons. Que la grabe Riccardo Muti -creo que sería un director ideal para la página- es un sueño que ya doy por imposible.

De Magdalena Kozená esperaba un desastre, porque ni por voz ni por personalidad -excesivamente líricas ambas, en el doble sentido- resulta en principio adecuada para hacer justicia al personaje de la cigarrera. Pero al final resulta que, aun lejos del muy notable nivel que hoy día ofrecen en este papel cantantes como Elina Garança, Anna Caterina Antonacci, Anita Rachvelishvili o nuestra Nancy Herrera, la mezzo checa da buena cuenta de su arte y ofrece una recreación cuanto menos correcta y atendible, la mayor parte del tiempo alejada de excesos y truculencias, amén de musical a pesar de sus manifiestas insuficiencias; ni que decir tiene que en la escena de las cartas lo pasa fatal. En cuanto a Jonas Kaufmann, nada nuevo con respecto a sus filmaciones con Barenboim y Pappano: voz de una terrible pobreza -por no decir fealdad- tímbrica debido a una emisión defectuosa que solo se libera cuando le toca dar pepinazos; como artista se muestra voluntarioso y sensible, pero a pesar de su buena línea a un servidor su dúo con Micaela y el aria de la flor le siguen resultando insoportables. En el final está estupendo.


Genia Kühmeier, a despecho de las tiranteces en el agudo, compone una Micaela de muy buen nivel; para qué vamos a engañarnos, el papel es un bombón y pocas son las cantantes con un mínimo de sensibilidad que no logran deleitarnos. El rol imposible es el de Escamillo, y aquí sí que se queda cortísimo un tal Kostas Smoriginas, que no posee una mala voz pero que canta en plan muy basto y con tendencia al engolamiento. Buen nivel entre los secundarios, destacando el soberbio Zúñiga de Christian van Horn; simpática la presencia de Jean-Paul Fouchécourt como el Remendado. Buena labor la del Coro de la Staatsoper.

La filmación disponible en la Digital Concert Hall suena bien. El doble compacto de EMI, según tengo entendido, convence bastante menos. ¿Mis versiones favoritas de Carmen? En disco la de Abbado, en DVD la de Kleiber. Las dos con reparos. Esta de Rattle supongo que venderá mucho en el mercado británico, pero me parece que no está llamada precisamente a pasar a la historia.

1 comentario:

Ángel Carrascosa Almazán dijo...

El disco EMI añade otro problema: no sólo no es muy feliz en la tímbrica, sino que además el coro suena casi siempre desproporcionadamente fuerte.
Para mí, incluso, la Filarmónica de Berlín suele estar por debajo de su altísimo nivel habitual.

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