Deutsche Grammophon retoma su serie The Originals -hay una colección paralela en Decca- lanzando cuatro nuevos títulos, uno de ellos acompañado de catálogo y a solo cinco euros. Me he hecho con este último, no ya por lo barato del precio sino por el atractivo del contenido: Claudio Abbado en su mejor momento, cuando todavía primaban la tensión sonora, la comunicatividad y la fuerza expresiva, y no habían aparecido ese gusto por la ingravidez sonora, por el refinamiento extremo y hasta por la cursilería que durante la década de los ochenta irían haciendo mella en él hasta que, ya sobre el podio de la Filarmónica de Berlín y con el fantasma de Karajan a su lado, añadió a tales ingredientes la obsesión por los grandes contrastes sonoros hasta convertirse en el mediocre intérprete que es ahora. La audición ha confirmado mis sospechas: se trata de un disco globalmente formidable.
Concretando, este vinilo que pasa a CD el sello amarillo se grabó en 1970 y supone uno de los escasos encuentro del milanés con la Sinfónica de Boston, una formación que ya tenía amplia experiencia con Charles Munch en el repertorio impresionista al que está dedicado: Debussy en una cara y Ravel en la otra. La orquesta está que se sale, eso no hace falta decirlo, y a ella se unen las voces del new England Conservatory Chorus en una grabación que cuenta con una fantástica toma sonora debida a Günter Hermanns. En cualquier caso, quien dicta la lección es un Claudio Abbado que, aun con cierta irregularidad en los resultados, puso toda la carne en el asador.
Los Nocturnos de Debussy se convierten en una demostración de virtuosismo extremo tanto por parte de la orquesta como por la de una batuta de claridad y agilidad portentosas, riquísima además en colorido, refinada sin caer en el decadentismo y capaz de generar misterio pero también de resultar emocionante y comunicativa, como demuestra el muy encendido clímax central de Sirenas. Solo se puede reprochar la sección central de Fiestas, un tanto precipitada y tendente no ya a lo festivo, sino a lo verbenero. También es verdad que falta la magia de las más grandes lecturas fonográficas (Celibidache, Tilson Thomas, quizá también Previn), pero se trata de una magnífica recreación que el propio Abbado no llegará a igualar en su posterior filmación (TDK, 1998) con la Filarmónica de Berlín.
La de la Pavana para una infanta difunta sí que es una interpretación muy parecida a la suya posterior, la de 1985 con la London Symphony. Nos ofrece así el joven maestro un enfoque interesante por ser poco otoñal y no caer en lo ensimismado, para por el contrario trazar una visión de la página más extrovertida y luminosa de lo habitual. Cálida al tiempo que refinada -pero nada blanda-, no del todo raveliana en su sonoridad, destaca ante todo por una sección final de gran belleza.
En cuanto a la Suite nº 2 de Daphnis et Chloé, que por cierto se ofrece en la versión con intervenciones corales, nos presenta una interpretación de carácter no contemplativo sino eminentemente narrativo, llena de frescura, inmediatez y carácter teatral, comunicativa y vibrante a más no poder, amén de portentosa en el análisis de texturas -increíble el Amanecer- y tan clara como brillante en su puesta en sonidos, sin renunciar por ello a una amplia riqueza cromática ni al refinamiento propio de este estilo. Existen opciones más brumosas y sensuales, pero no conozco -de la suite- una sola tan arrebatadora como ésta.
El compacto completa su duración con la mitad de un vinilo grabado al año siguiente con la misma orquesta, el Poema del éxtasis que en su momento fue acompañado de un Romeo y Julieta de Tchaikovsky que desconozco. De esta singular página de Alexander Scriabin realiza Abbado una interpretación incandescente a más no poder, trazada con enorme seguridad y de nuevo con una asombrosa riqueza de colorido y enorme dominio de las texturas. Por desgracia resulta también más nerviosa de la cuenta, no del todo paladeada y sin el poso reflexivo suficiente, circunstancia que -por lo que recuerdo- no llega a empañar otras versiones posteriores en la misma línea, como las de Maazel y Sinopoli, si bien mi intérprete preferido en esta obra sigue siendo el mucho más denso y wagneriano Barenboim (particularmente en su registro con Chicago, difícil de encontrar). Sea como fuere, un disco estupendo este de Abbado.
Un cajón de sastre para cosas sobre música "clásica". Discos, conciertos, audiciones comparadas, filias y fobias, maledicencias varias... Todo ello con centro en Jerez de la Frontera, aunque viajando todo lo posible. En definitiva, un blog sin ningún interés.
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2 comentarios:
Muy de acuerdo con las valoraciones en Debussy y Ravel. El Ravel de Abbado es delumbrante y quizás menos conocido de lo que se merece. En Scriabin está Svetlanov y eso es mucho decir.
Bueno, la "integral" sinfónica Ravel de Abbado en DG tiene cosas buenísimas, pero creo recordar que había otras menos interesantes. El Scriabin de Svetlanov no lo conozco. Tampoco el de Inbal. El de Muti sí,l y me encanta. Gracias por la aportación.
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