El programa fue el mismo que presentó hace algunas semanas en la Alhambra y que ofrecerá dentro de poco en el Festival Internacional de Santander. La primera parte estaba integrada por parejas de obras de Chopin y Debussy tocadas sin solución de continuidad, tal y como van a aparecer en su próximo disco para Harmonia Mundi, siempre con la intención de sacar a la luz los nexos que unen al polaco y al francés; opción arriesgada, desde luego, pero el sentido del riesgo es algo que nunca le ha faltado a un pianista de los que hacen música de verdad, siempre dispuesto a experimentar, a no repetir una misma interpretación y a poner la “idea musical” por delante de la mera ejecución de notas. En la segunda parte no hubo novedades: selección del disco Falla editado por el sello francés y que, con la excepción de las no del todo conseguidas Noches, marca un auténtico hito -creo que inalcanzable- en la interpretación de la música pianística del gaditano.
Desde el punto de vista interpretativo me sorprendió mucho Perianes ayer sábado 12 de agosto, pues en el amplio salón dispuesto por el Hotel Al Sur se mostró bastante menos concentrado, reflexivo y maduro de lo que acostumbra para ofrecer, en su lugar, una faceta mucho más juvenil, extrovertida, fresca e impulsiva, no estando tan atento a la planificación global y a la unidad del discurso para volcarse por el contrario en la inmediatez y espontaneidad de los sentimientos, en todo momento de una intensidad y un arrebato fuera de lo común: aunque obviamente hubo momentos de mágica calma, el onubense fue en Chipiona un verdadero volcán en erupción, con todo lo que ello supone en un sentido u otro.
Así las cosas, su Chopin huyó de lo decorativo, de lo coqueto y de lo salonesco para llegarnos con una enorme comunicatividad, amén de con un estilo irreprochable: muy bien el Preludio op. 28 nº 1, quizá no tanto la Berceuse, magnífica la Barcarola y sensacional la Balada nº 4. De Debussy se ofrecieron dos preludios del Libro I (Danseuses de Delphes y Les sons et les perfums), más L'isle joyeuse y el tan inevitable como conmovedor Claro de Luna. Este último fue sin duda magnífico; las otras piezas, rápidas y por completo alejadas de la ortodoxia impresionista, a mí me gustaron bastante, pero comprendo que en el futuro -si en el disco las interpreta así- puede haber voces desconcertadas por el apasionamiento muy extrovertido, y desde luego antes anguloso que sensual, con que fueron presentadas.
Con Manuel de Falla la comunicación de nuestro artista es total, particularmente con el carácter “jondo” de sus páginas más importantes. ¿Por ser andaluz el pianista? Yo creo que no: lo que tiene Perianes no es “raza”, sino un enorme talento. Sacó así bastante partido del juvenil e impersonal Nocturno para engancharnos con su Serenata Andaluza y triunfar con las Cuatro Piezas Españolas, llenas de gracejo, estilo y sinceridad, pero siempre controladas. El temperamento se desbordó en una Fantasía Bética extraordinariamente poderosa, demoníaca y visionaria, aunque también con las circunstancias propias del directo en una partitura de tan increíble complejidad; la acústica del recinto, que hizo sonar saturados los fortísimos, jugó en su contra. La muchacha de los cabellos de lino -su eterna propina- cerró un recital que contó con la presencia de abundante público jerezano y varios críticos nacionales muy veteranos.
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