Abriendo boca para la Medea que anda ofreciendo el Palau de Les Arts y espero disfrutar el próximo domingo, he creído oportuno ver una filmación del año pasado procedente del Teatro de la Moneda de Bruselas en la que Christophe Rousset toma las riendas de su agrupación de instrumentos originales Les Talens Lyriques y el justamente polémico Krzysztof Warlikowski se hace cargo de la parte escénica. No sé si saldrá algún día en DVD –produce Bel Air-, pero en cualquier caso la pueden ustedes ver en YouTube. No sé si sacarán la misma conclusión que yo: el clavecinista y director francés se carga él solito la parte musical.
Su dirección –sobre el original en francés, sin recitativos- me ha parecido precipitada, trivial, de fraseo pimpante y nula cantabilidad; hay garra y nervio, sí, pero aplicados con brocha tan gorda y tan alarmante falta de concentración que el resultado es convulso, histérico y hasta caricaturesco. Por descontado que esto no tiene nada que ver con el planteamiento historicista adoptado, sino con el mal gusto de Rousset, quien además comete el gravísimo error de acometer como si fuera barroca –en semejante repertorio sí que tendría sentido una buena dosis de agitación, insicividad y claroscuros- una ópera que pertenece al Clasicismo: la elegancia y el sentido del equilibrio (no de la asepsia) propias de este estilo brillan aquí por su ausencia.
Lo que sí me ha gustado mucho es lo del señor Krzysztof Warlikowski. Nada que ver con el irritante Rey Roger que le vimos en el Real (enlace). Y es que en esta ocasión el regista polaco no pone su inmenso talento al servicio de su no menos inmenso ego, sino al de Cherubini. No hay aquí discurso dramático paralelo cogido más o menos por los pelos: aunque los diálogos se encuentran sustancialmente alterados y la acción se ha traído hasta nuestros días, lo que se ve es Medea-Medea, la de toda la vida, no la historia de los Pitufos. Los caracteres están muy bien definidos, las situaciones se encuentran en general muy bien resueltas, la dirección de actores es espléndida y hay soberbias ideas teatrales; también alguna chorrada para llamar la atención y una obsesión por la lencería femenina marca de la casa –y eso que Warlikowski es gay-, pero el conjunto funciona estupendamente y refuerza a la música en lugar de luchar contra ella.
La gran beneficiada de este planteamiento, y al mismo tiempo su más sólido pilar, es Nadja Michael, una Medea estupendamente cantada –voz adecuada, estilo irreprochable, apreciable comunicatividad- y actuada de manera sensacional, soberbia: ¡menudo animal escénico! A su lado, Kurt Streit compone un Jasón de la más admirable línea de tiempos pasados: nada de una vocecilla de cien gramos al servicio de una línea blandengue y quebradiza. Streit, como siempre, ofrece clasicismo del bueno, del de verdad, aunque ya esté un poquito mayor. Vincent Le Texier resuelve notablemente el rol de Creonte, Hendrickje van Kerckhove logra no pasar desapercibida como Dircé (Glauce en la versión italiana) y Christianne Stotijn cumple con dignidad en en aria de Néris. Si se animan, ya saben: arriba tienen el vídeo en su integridad.
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